'El poder y los derechos: una historia florentina sobre tensiones y fracasos'

AutorAndrés Botero Bernal
CargoProfesor de la Universidad de Medellín (Colombia)
Páginas31-64

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I Introducción

Contamos, ahora, con la fortuna de una traducción de varios ensayos del profesor fiorentino Pietro COSTA, editada gracias al juicioso empeño de los amigos de Curitiba, con el intrépido título de “Soberania, representação, democracia: Ensaios de história do pensamento jurídico1. No nos asombra, incluso, que la editorial Juruá haya asumido este encargo, puesto que hay una colección de historia del derecho liderada por un muy buen consejo editorial del que hacen parte destacados colegas, pero ante todo, queridos amigos.

Atendiendo la amable invitación del profesor Ricardo FONSECA, de aquéllas que es imposible rehusar, asistí a un merecido evento de discusión y análisis de esta obra, denominado “Estilo Florentino: A historiografi a jurídica italiana da América Latina”, realizado el 5 de noviembre de 2010, en la Universidad Federal del Paraná. La refiexión que ahora se presenta es el resultado de mi ponencia en dicho evento y, además, fruto del intercambio que, con ocasión del mismo, ha surgido en los últimos días de este año lleno de celebraciones bicentenarias a cada lado del Atlántico.

El libro en cuestión está integrado por cuatro partes2, que, en verdad, se traducen en dos líneas divulgativas. La primera (pp. 17-78) está basada en refiexiones sobre la epistemología de la historia del derecho y da cuenta de la labor tanto del historiador –sujeto que transita por los tiempos, lo que le permite servir de puente entre la alteridad del pasado y el horizonte del presente–, como del académico –que debe justificar su labor constantemente para convencer a los demás y, seguramente, convencerse a sí mismo de que su trabajo es útil dentro de la inutilidad que se le podría achacar–. Justo esta primera línea de refiexiones lleva al uso de bellas y rimbombantes metáforas que invitan a seguir el pensamiento del autor incluso con el libro cerrado, pues la imaginación es la que resulta incentivada cuando se lee “a história como labirinto: a inutilidade da historiografia” (pp. 74-78), que recuerda ese mismo efecto producido por otro importante texto, recientemente traducido al español, de nuestro Pío CARONI3. La segunda línea está presente en las tres últimas partes del texto, que terminan por concretarse en lo que considero, a mi modo de ver, es la conclusión que aglutina todos los ensayos previos. Me refiero al capítulo denominado “Democracia política e Estado Constitucional” (pp. 235-268).

Bastantes refiexiones suscitan ambas, pero, al momento de decidir comentar (y refiexionar sobre) un texto, la cuestión de la estrategia de comunicación de un libro –con dos

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líneas divulgativas tan diferenciadas– obliga a quien hace la reseña a preguntarse si es mejor partir de análisis generales de ambas o centrarse en una de ellas. Ante tal disyuntiva, decidí, entonces, abordar sólo una de las dos líneas, pues así podría extenderme más en ciertos aspectos que urge dialogar ya no tanto con el autor mismo, sino con el lector (especialmente el latinoamericano, pues se trata de una edición brasilera). Tomé, para este escrito, la segunda línea (pp. 81-301) que es, en verdad, la que da sentido al título de la obra. Paso pues a la presentación y al análisis crítico de aquel capítulo ya comentado (pp. 235-268).

Este apartado corresponde al ya conocido texto “Democrazia politica e Stato costituzionale4y traducido por Érica HARTMAN, a quien debe hacerse el reconocimiento del caso, pues logró conservar el estilo ameno y pedagógico que siempre ha caracterizado a nuestro autor fiorentino.

Pero antes de entrar de lleno en lo que nos ocupa, bien vale la pena hacer otra refiexión inicial: ¿Cuál es el auditorio, tomando prestado este concepto de PERELMAN, de una refiexión analítica sobre una obra académicafi Comúnmente, quien hace una reseña crítica tiene frente a sí a una dualidad de auditorios que determinan las estrategias retóricas: el lector interesado y, fundamentalmente, el autor analizado. Este afán de quien reseña (en un sentido amplio) de saberse leído por el autor reseñado determina, en mucho, las reseñas que generalmente se hacen y que abundan en el mercado de las revistas científicas. Además, tradicionalmente, las reseñas que valen la pena (descartando pues, de inicio, aquéllas que son simplemente aplausos prestados entre académicos) empiezan con variadas refiexiones sobre la escritura y la retórica del autor reseñado, intentando desnudar las intenciones últimas de quien escribió, para propiciar así debates (generalmente disciplinarios) que convenzan al lector de que quien reseña no sólo leyó, sino que leyó bien, y que convenzan al autor reseñado de que quien hizo la reseña es tan valioso en sus opiniones como él.

Sin embargo, yo tendré que marcar una pauta diferenciadora, puesto que la mayoría de mis refiexiones –con algunas excepciones, claro está–, están más enfocadas a preparar al lector para que pueda sacar el máximo provecho de esta obra sin mistificarla. Por tanto, no es una reseña por entero tradicional, pues la intención retórica y el auditorio los delimito frente a lo que generalmente se hace.

Claro que bien podría plantear algunas ideas muy generales sobre ciertas estrategias retóricas de COSTA que pueden ser de utilidad a cualquier lector, más allá de su procedencia geográfica. Por ejemplo, el texto de COSTA, tanto en su versión italiana como la portuguesa que nos ocupa, presenta aquello que podría denominarse “escritura traicionera”. Denominamos así a los trabajos que se presentan con moldes pedagógicos, párrafos que pueden ser leídos de corrido, páginas escritas en el mejor de los estilos, que el estudiante suele encontrar en los buenos manuales de clase. Pero esta forma de escribir generalmente está acompañada, por su utilidad retórica, de contenidos básicos, ligeros, generales. Esto no sucede, del todo, con la obra de COSTA, puesto que quien caiga en esta trampa estilística

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no podrá percatarse, por la velocidad que imprimió en su lectura, que cada página, cada párrafo, cada frase, involucra un mundo entero de conocimientos. Cuidado el lector con creer que éste es un libro que se lee fácilmente; por el contrario, no se puede caer en la tentación de leer de corrido creyendo que se transmiten ideas básicas, ligeras y generales. Claro está que, si el lector cae en esta trampa, efectivamente terminará el capítulo con conceptos fundamentales (lo que ya es un mérito: mejor saber algo que nada), pero habrá pasado por alto cientos, miles, de asuntos que el autor camufia entre su muy bueno y ameno estilo. Ya puede entenderse por qué esta escritura es traicionera.

También es recurrente en el autor intercalar citas especializadas con otras muy generales. Con las primeras, el autor parece más destinado a convencer –sigo con las paráfrasis retóricas– a especialistas, y con las segundas, sugerir bibliografía que ilustra temas amplios para lectores menos avezados. Cada lector, desde su propia postura, ya sea aquél que desea conceptos básicos (el lector turista, aquél que busca paisajes para fotografiar), así como el más especializado (el lector escalador, que desea dominar montañas), encontrará lo que busca con este intercambio de estilo en las citas contenidas en las notas de pie de página. Por demás, este mismo elemento ratifica, a mi modo de ver, la dualidad que encierra el texto y que da cuenta de esa escritura traicionera, pues el paisaje que se le ofrece al lector, tan pacífico y atractivo, no está exento de debates que asumió en diferentes momentos de su vida el autor italiano. La foto está lista para ser tomada, dirán algunos, las montañas dificultosas abren sus caminos para otros; pero, eso sí, se equivoca quien crea que estamos ante un manual de clase, aunque incluso para esto también pueda servir.

Siguiendo con las refiexiones de estilo, el autor, a diferencia mía, escribe en tercera persona. Logra así presentarse como un testigo, casi neutro, de sus lecturas y hazañas, que son, a fin de cuentas, las que se relatan en este bello libro. Asume, entonces, nuestro autor una postura casi como aquélla del antropólogo que describe la forma de cocinar en una tribu de Nueva Guinea sin que por ello se atreva a sugerir la dieta guineana como la mejor posible (hermosa metáfora usada por el propio COSTA en conversación privada). Agréguese que, dentro de esta neutralidad en la escritura, aparece una magnífica articulación entre el uso del pasado y el presente, no sólo en lo gramatical, sino mucho más allá. El lector se asombra, sin duda alguna, cuando, de una refiexión sobre el pasado, historia pura y dura, aparecen entre líneas comentarios pertinentes para una teoría contemporánea del derecho, por poner un ejemplo de este continuo balanceo entre el ayer y el hoy, muy de la mano por demás con el rol que COSTA asigna al historiador del Derecho en la primera línea de divulgación de su libro (especialmente pp. 47-53).

Y justo este último punto permite referirme a otro asunto del que aquí, por cuestión de espacio, sólo puedo enunciar: la competencia que la historia del Derecho le ha dado no sólo a COSTA, sino a todos los demás miembros de la Escuela de Florencia, para abordar otros campos disciplinarios; en especial, la teoría del Derecho, la iusfilosofía y el Derecho constitucional. La historia del Derecho, desde las raíces mismas de la escuela que nos habla –esta vez– en boca de COSTA, invita a salir de estas fronteras intra-disciplinarias y aprove-

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char el bagaje adquirido y del que carecen, por lo general, los dogmáticos y los filósofos del Derecho. Por ello, no es de extrañar las continuas proyecciones de los iushistóricos de...

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