Pluralismo moral y religioso en la España actual

AutorDomingo Comas Arnau
Páginas75-118

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I El hecho religioso en España: una aproximación sociológica
I 1. La sociología y el hecho religioso

En la tradición sociológica resulta innegable, al menos desde Durkheim, considerar que el hecho religioso es uno de los componentes esenciales de cualquier realidad social y cultural, aún en el caso de aquellas sociedades en las que se percibe un mayor avance en el proceso de secularización. Tal constatación se refleja en la existencia de una especialidad y una asignatura presente en casi todos los planes de estudios, la “sociología de la religión” cuya función es la de explicar las características y el significado de lo religioso así como describir su evolución y su relación con el cambio social. En los últimos quince años la sociología de la religión ha realizado en nuestro país un conjunto de aportaciones, entre las que me gustaría destacar algunas investigaciones empíricas, que le permiten presentarse como un área de conocimiento bien consolidada (Elzo, 1989; 1994; 1997; 1999; Prat, 1992; Canteras; 2001; Giner y Salazar; 1996; González-Anleo y González-Blasco; 2000,...).

Sin embargo todos estos avances endógenos, es decir realizados en el propio ámbito de la sociología de la religión, no se han trasladado, al menos de una forma explícita, al terreno de aquellos análisis sociológicos que se ocupan de otros fenómenos sociales, e incluso cuando se realizan análisis generales sobre la estructura social de España, los datos sobre religión se presentan de una forma puntual, tangencial y en ocasiones confusa. La única excepción la constituye el propio núcleo de “sociólogos de la religión”, los cuales cuando trabajan sobre otras cuestiones, como “cambio de valores”,Page 76 “modernización” o “jóvenes” suelen tratar de una forma consistente el tema religioso. Pero en este caso los análisis realizados en el ámbito de la sociología de la religión utilizan numerosas variables relacionales, pero tales variables aparecen siguiendo una lógica propia y para explicar mejor los cambios que se producen en la propia dinámica del hecho religioso. Es cierto que la tarea de la sociología de la religión es justamente esta, lo que implica que deberían ser otras áreas más generales del campo de conocimiento de las ciencias sociales, las que situaran el hecho religioso en esta perspectiva más amplia.

Pero esto no ocurre, posiblemente por una serie de dificultades, entre las que vamos a destacar dos. La primera, sin duda la más importante, se refiere a las dificultades que aun presenta la plena racionalización del hecho religioso, porque amplios sectores sociales, e incluso académicos, aún consideran que lo religioso no debería ser un objeto de estudio similar al de otros comportamientos sociales, ya que los sentimientos religiosos de trascendencia son “especiales”, difíciles de expresar y codificar, complejos por definición y no parecen correlacionar con otras actitudes o comportamientos sociales. Una posición que no deja de sorprender si observamos la relevancia atribuida al estudio de la religión en el campo de la antropología: parece que la religión del otro, en especial los formatos religiosos más “primitivos”, pudieran ser un objeto privilegiado de nuestro escrutinio, mientras que nuestras propias ideas de trascendencia deben respetarse escrupulosamente.

La segunda dificultad es mucho más práctica y se refiere a la constatación de que el sociólogo de a pie no tiene una visión clara de los procesos sociales que tienen que ver con el hecho religioso, ni tiene ninguna posibilidad, aún recurriendo a los trabajos monográficos de sociología de la religión, de disponer de una imagen general de la evolución de las creencias religiosas en nuestro país para poder compararlas e integrarlas de una forma directa en otros tema de estudio.

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Como investigador puedo recurrir habitualmente a diversas fuentes de datos, que en ocasiones se presentan incluso como complementarias o alternativas, para utilizarlas en un trabajo concreto sobre cualquier tema. Así por ejemplo, si estoy trabajando sobre emancipación de los jóvenes dispongo de infinitos datos sobre escolarización, vivienda, empleo, dinámicas familiares e incluso sobre valores relacionados con el “ideal de la emancipación”, si estoy trabajando con sobre la evolución de la fecundidad, dispongo no sólo de datos demográficos ciertos, sino que además tendré abundante información sobre el trabajo de la mujer, sobre uso de métodos anticonceptivos e incluso sobre actitudes en relación a los hijos. Pero si en estos mismos trabajos quiero introducir la variable religión tendré que incluir una pregunta ad-hoc que luego me limitaré a cruzar con otros resultados para ver “como influye el grado de religiosidad en...”

De hecho, y esta es una experiencia cotidiana, en las investigaciones en equipo, resulta muy complicado incluir el tema de la religión en el análisis, porque los diferentes miembros no suelen estar de acuerdo en cosas tan básicas como si los datos recogidos reflejan un mayor o menor grado de secularización. De hecho este trabajo se puso en marcha porque en una reciente investigación (Comas, 1993) nos encontramos ante una serie de datos relacionados con la religiosidad de los jóvenes urbanos españoles de 14 a 24 años, que no podíamos interpretar adecuadamente porque nos faltaba un marco formal de referencia que nos permitiera clarificar la cuestión en debate.

Sin embargo las series existen y aunque quizá no se utilizan por las dificultades que aún plantea el pleno desencantamiento del hecho religioso, el verdadero problema es que nadie las ha sistematizado. Podemos incluso afirmar que, de forma paradójica, el principal problema a la hora de establecer estas series, reside en el gran volumen de datos disponible, porque, prácticamente todos los trabajos sociológicos, públicos o privados, relativos a la investigación básica o aplicada, utilizan como dato de clasificación la ubicación religiosa.

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I 2. El hecho religioso en España: ¿utilizamos los sociólogos un relato común?

Las explicaciones del apartado precedente nos permiten comprender que, en relación al hecho religioso, lo sociólogos no manejamos una narración consensuada que puede utilizarse como referente en las diferentes investigaciones. En contraste si aparece una narración histórica, que se prolonga hasta el momento de la transición política, y por la que parecen caminar gran parte de los investigadores. Los elementos de esta narración, expresados como “la cuestión religiosa en España”, conforman la primera parte del relato que suelen manejar los sociólogos, pero siempre se detienen en la transición política, para proyectar a continuación, algunos elementos de este relato histórico sobre la etapa democrática. Ciertamente la parte histórica predemocrática es la mejor trabajada, con textos tan preclaros como los de Guy Hermet o el más reciente de William Callahan (Hermet, 1993; Callahan, 2003), pero los sociólogos nos hemos centrado en demasía sobre este relato sin ponerlo en relación con las dinámicas socio-religiosas posteriores (Linz, 1993; Pérez Vilariño y Schoenherr, 1990).

Esta actitud parece tan absurda como si para analizar la actual situación de la fecundidad en España nos limitáramos a explicar las dificultades para acceder a los anticonceptivos durante el franquismo. Pero además la narración histórica se suele adaptar a los argumentos con los que el autor va a manejar para tratar de explicar el hecho religioso en la actual sociedad española, o mejor dicho con la narración del pasado se pretende explicar un presente desde parámetros muy ajenos a la investigación sociológica.

Pero la presencia de este estilo de análisis sociológico, cuya raigambre es más bien histórica, me obliga a establecer un relato acorde con el proyecto de investigación que se presenta en estas páginas. La narración se expresaría, más o menos, en los siguientes términos: La cuestión religiosa en España aparece como un problema en las Cortes de Cádiz y en la discusión de la Constitución de 1812, cuando se plantea, en términos antagónicos, dos visiones del Estado.Page 79 Mientras para unos España es el resultado de una trayectoria histórica que la define imperativamente como católica, para otros la libertad religiosa es un derecho fundamental al que no se puede renunciar. A lo largo de siglo XIX, esta disonancia provoca numerosos conflictos y está en la base de las guerras civiles carlistas y aunque los liberales van imponiendo su modelo de Estado y de sociedad, no logran rebasar el absolutismo religioso y en la Constitución de 1876 establecerán que la religión del Estado es la católica aunque “nadie será molestado por sus opiniones religiosas” siempre que no las manifieste en público. Entre 1812 y 1930 la sociedad liberal se va imponiendo, con diferentes vaivenes, en España, pero sin lograr resolver nunca en términos políticos el “problema religioso” porque no logra restringir de forma clara el poder del “absolutismo católico” (Esdalle, 2000).

Quizá sería conveniente determinar el sentido de este absolutismo religioso que más bien parece una manifestación de inseguridad frente al mundo. Así desde la época de Felipe II la iglesia...

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