¿Plagio en el mapa de los sonidos de Tokio?

AutorBlanca Cortés

Ese ojo maquillado, ya leído por el público como la referencia más característica de la campaña que promociona la película, aparentemente resulta de la manipulación directa de otra obra original firmada por el fotógrafo Javier Aramburu. Al menos tal es la noticia de la que se han hecho eco los medios, repitiendo insistentemente la palabra "plagio" para describir una acción que puede no serlo, suponiendo esta desviación lingüística un traslado involuntario de la acción a un terreno movedizo.

Si se acude a la etimología del término, se observa que "plagio" procede del latín -"plagiare" -refiriéndose al dolo o fraude de los que cometen hurto intelectual con medios fraudulentos. En tal línea, plagiar es, según la Real Academia "copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias".

Sin embargo, el plagio como tal no se encuentra definido en los textos legales, habiendo sido doctrina y jurisprudencia los responsables de fijar sus contornos. Así, el Tribunal Supremo ha venido a definirlo como el comportamiento que consiste en copiar obras ajenas en lo sustancial, esto es procediendo mecánicamente, sin aportación intelectual propia y, por lo tanto, sin que el valor añadido del talento específico mejore o personalice una idea original. Conviene en este sentido recordar cuánto la evolución de toda práctica creativa se produce en un contexto establecido entre pares y que la historia y el saber acumulado por las obras producidas en cada disciplina son siempre el abono de crecimiento de la novedad. Casi todo se parece a algo, o dicho de otro modo, cualquier producto del genio hunde sus raíces en algunas otras obras, tantas veces fáciles de identificar. Cuando se produce un caso de identidad o de situación encubierta «que descubre, al despojarse de los ardides y ropajes que la disfrazan, su total similitud con la obra original», lo que queda a la vista es un estado de apropiación y aprovechamiento de la labor creativa y esfuerzo ideario o intelectivo ajeno. Sin embargo, reconocemos el genio del autor que ha sabido decodificar las referencias en un nuevo orden y así llamamos a la nueva creación «obra original».

El centro de gravedad de la cuestión está por lo tanto en el establecimiento del concepto de originalidad. Extremo que ha perseguido a los historiadores en no pocas disputas desde que se instauraron los órdenes clásicos hasta la era del arte reproducible cuando la identificación de los elementos constitutivos de una obra de arte son tan...

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