Perspectivas filosóficas sobre la hipocondría

AutorJosefa Ros Velasco
CargoUniversidad Complutense De Madrid
Páginas85-105
239
Perspectivas filosóficas sobre la hipocondría
JOSEFA ROS VELASCO
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
1. Antropología filosófica e hipocondriasis
Desde el momento en que comenzó a aparecer tímidamente en escena la antro-
pología filosófica, coincidiendo con el periodo en que se produjo la emancipa-
ción de la filosofía de la disciplina teológica durante el siglo XVII (Gehlen, 1993,
28), la investigación sobre el fenómeno de la hipocondría ha ocupado un lugar
significativo en el pensamiento filosófico. Una de las primeras y principales mues-
tras de ello es la Anthrop ologie in pragm atische r Hinsich t (1798) de Kant, obra en
la que el ilustrado dedica una decena de páginas al estudio de la hipocondriasis.
Desde entonces, muchos han sido los pensadores que han dado rienda suelta a
la reflexión filosófica sobre dicha patología, elaborando las hipótesis más curio-
sas y contraintuitivas.
El comportamiento hipocondríaco ha movido el interés de los hombres des-
de la Antigüedad.1 Es así que en el siglo V a.C., el médico Hipócrates de Cos
describió la hipocondría como la acumulación de humores y vapores en el hipo-
condrio (región epigástrica situada bajo las falsas costillas). Durante el siglo II, el
médico Galeno de Pérgamo catalogó la hipocondría como una forma de melan-
colía o una señal especial de depresión, caracterizada por dolores abdominales
y flatulencias acompañadas de miedo y tristeza. Esta percepción de la enferme-
dad prevaleció durante siglos hasta que los expertos en medicina del XVI advir-
tieron que, probablemente, la hipocondriasis podía tener su origen en la mente
y no en el cuerpo, a pesar de las manifestaciones de carácter somático. Entre los
siglos XVII y XVIII, sin embargo, volvió a considerarse una enfermedad física
focalizada en alteraciones de tipo gastrointestinal (úlceras pépticas, colitis, pan-
creatitis y cólicos biliares) secundada por una forma especial de melancolía cau-
sada por pena, soledad, fracaso sentimental, aburrimiento o ambición frustra-
da. Hasta el momento en cuestión, la preocupación por el padecimiento hipo-
condríaco sólo había motivado el interés de los profesionales de la medicina.
Más allá del plano médico, sólo se encuentran referencias aisladas al tema por
parte de la literatura de la época que, frecuentemente, convertía el padecimiento
1. Para un minucioso recorrido histórico sobre la hipocondría véase Avia, M. D. (1993) y Avia, M. D.
(2000).
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86 BLUMENBERG: LA APUESTA POR LA ILUSTR ACIÓ N TARDÍA
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en un lugar común del arte cómico, como sucede en la famosa obra Le malade
imaginaire (1666) de Moliére.2
Pero a partir de los siglos XVIII y XIX, el interés por el sufrimiento del hipo-
condríaco comienza a emanar desde distintas disciplinas existentes o emergen-
tes no relacionadas directamente con la medicina. Los casos más evidentes son
los de la antropología kantiana y de la psicología freudiana. A lo sumo, las pri-
meras décadas del siglo XX representan el periodo de mayor proliferación de la
investigación multidisciplinaria sobre la hipocondriasis. En el ámbito médico se
crea en 1940 el DSM, manual de diagnóstico y estadístico que se emplea como
herramienta en psicología y medicina y que provee una clasificación de los tras-
tornos mentales, entre los cuales se encuentra la hipocondría.3 En lo que resp ec-
ta a la literatura, se abandona el tratamiento cómico de la «enfermedad» para
dar lugar a la conformación de una línea argumental sobre la misma con notas
ensayísticas en tono antropológico. Son obras de obligada referencia Der Zau-
berberg (1924) de Thomas Mann o Brief an den Vater (1919) de Franz Kafka, en
la literatura alemana, o Memorias de un hombre de acción (1913-1935) de Pío
Baroja y Diario de un poeta recién casado (1917) de Juan Ramón Jiménez, en la
literatura española. Por su parte, la apertura kantiana al estudio antropológico
será enriquecida con las obras de los grandes Max Scheler, Helmuth Plessner y
Arnold Gehlen. La psicología, finalmente, dará lugar desde la segunda mitad del
siglo XIX hasta mediados del XX a toda una serie de hipótesis derivadas del cua-
dro freudiano que caracterizarán la hipocondriasis como un trastorno psicoso-
mático que permite expresar corporalmente las emociones y perturbaciones psí-
quicas, haciéndolas visibles y comunicables.4
2. El protagonista de la obra de Molière, Argán, representa a un hombre sano que se empeña en estar
enfermo a pesar de que su hermano, Bernaldo, insiste de forma constante en que «no conoce hombre más
sano que él» (Molière, 1999, 154). El tema de la enfermedad fingida es recurrente en el autor y ha dado
lugar a otras obras precedentes como L’Étourdi ou les Contretemps (1655) o Le Dépit amoureux (1656).
3. Actualmente sigue vigente la IV edición y se encuentra pendiente la publicación del próximo volumen
DSM-V, prevista para Mayo de 2013 según asegura la APA (American Psychiatric Association). Edición
española López-Ibor, J. J. / Valdés, M. (1997). También existe, desde 1893, la clasificación de la CIE (Clasi-
ficación Internacional de Enfermedades), entre cuyos trastornos puede localizarse la hipocondría.
4. El debate quedará desde entonces abierto entre los defensores de la hipótesis anterior, como el psicoana-
lista Smith Ely Jelliffe (Fordham University), el médico Georg Groddeck (Fundador del Sanatorio de Ba-
den-Baden), el doctor Sándor Ferenczi (Universidad de Budapest) o el psiquiatra Ángel Garma Zubizarre-
ta (Universidad de La Plata) y sus detractores, como el psicoanalista chicagüense Franz Gabriel Alexander
(Instituto de Psicoanálisis de Chicago). Unidos a los ya mencionados discípu los de Freud encontramos en
esta época otros nombres que colaboraron activamente en la consecución de una definición de los trastor-
nos somatoformes y la hipocondriasis, tales como el del psiquiatra Paul Briquet (Hospital La Charité). La
caracterización de los trastornos psicosomáticos como muestras externas del conflicto interno culminó en
1943 con la definición del psicoanalista austriaco Wilhelm Stekel. Según postuló, un conflicto psíquico
podía producir trastornos corporales en tanto que nuestros mecanismos de defensa naturales impedían la
conciencia del mismo, dando lugar a la aparición de una expresión visceral para que el impulso prohibido
no llegase nunca a ser experimentado conscientemente por el individuo (véase Stekel, W. (1941).
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