Perspectiva e impacto de la crisis desde la nueva correlación entre Estado y sociedad

AutorJosé Esteve Pardo
CargoCatedrático de Derecho Administrativo, Universidad de Barcelona
Páginas59-74
DA, no 1 enero-diciembre 2014, ISSN: 1989-8983
Nueva Época
Perspectiva e impacto de la crisis desde la nueva correlación entre Estado y
sociedad
José Esteve Pardo
Catedrático de Derecho Administrativo.
Universidad de Barcelona
jestevep@ub.edu
Resumen
En las últimas décadas se ha producido una profunda transformación en las relaciones entre Estado y sociedad (un tema clásico del Derecho
público y la filosofía política) que la crisis económica ha hecho ya muy visible. El poder material –el económico, el tecnológico- se encuentra en una
sociedad transnacional que se ha autorregulado eficientemente. Muchos cometidos del Estado, servicios públicos, seguridad, se están transfiriendo
así a sectores privados muy bien organizados.
Palabras clave
Estado social, privatización, funciones públicas, autorregulación, relación Estado y sociedad, Estado garante.
Outlook and impact of the crisis from the new correlation between state and
society
Abstract
In the last decades a new relationship between State and society (a classic topic in Public Law and political thought) has appeared. The
economic crisis has made this new relationship very evident. Real power –economic, scientific and technological power- is located now in a
transnational society with a very efficiently selfregulation. Many relevant State´s tasks, social care, security, have been transferred to private
sectors with a remarkable organization.
Key words
Welfare State, privatization, public tasks, selfregulation, State society relationship, regulatory State.
José Esteve Pardo
PERSPECTIVA E IMPACTO DE LA CRISIS DESDE LA NUEVA CORRELACIÓN ENTRE ESTADO Y SOCIEDAD
ESTUDIOS
DOCUMENTACIÓN ADMINISTRATIVA, NUEVA ÉPOCA, no 1 enero-diciembre 2014, ISSN: 1989-8983
I. SENTIDO HISTÓRICO Y ACTUALIDAD DE LA CORRELACIÓN ENTRE ESTADO Y SOCIEDAD EN UN CONTEXTO
DE CRISIS
El de las relaciones entre Estado y sociedad es un tema central y recurrente en el debate filosófico, político y
jurídico de la modernidad1. Comienza a plantearse desde el momento mismo en que estas dos realidades adquie-
ren conciencia de su propia identidad. Se produjo ello en la Europa occidental a través de un reconocimiento mu-
tuo y recíproco. El Estado que llega hasta nuestras días adquiere conciencia de sus rasgos propios y característicos por
contraposición a la sociedad civil, que se percibe primero por la economía al advertir en ella, como hizo primeramente
Adam Smith, su propia dinámica interna ligada a las leyes del mercado2.
Conocemos bien las dos correlaciones entre Estado y sociedad que se han sucedido a partir de entonces, en
los dos últimos siglos de historia que son también, significativa y consecuentemente, los siglos de historia del Es-
tado constitucional. La primera es la que está en la base del Estado liberal, marcada por una neta separación entre
Estado y sociedad, y la correlación que alumbra el Estado social que supone la interacción hasta la práctica fusión
del Estado, ahora con una amplia legitimación democrática, con una sociedad sobre la que interviene capilarmen-
te para equilibrar y corregir sus posibles disfunciones sobre todo dispensando una serie de prestaciones básicas.
Estábamos así ante un Estado que concentraba un gran poder material, económico, tecnocrático, científico,
y que asumía un protagonismo dirigente sobre una sociedad que adoptaba de algún modo una posición pasiva
descargaba en él la actividad prestacional asiendo ella, la sociedad, el objeto, la masa, sobre la que se proyectaba
su actividad conformadora y prestacional.
Este panorama ha cambiado por completo en las dos últimas décadas. El poder material –el poder económi-
co, el que deriva del conocimiento científico y técnico, del dominio de los circuitos de la comunicación, y de otras
estructuras- se encuentra ahora en la sociedad, extramuros del Estado. La sociedad no sólo ha incrementado su
poder en términos cuantitativos, por así decirlo, sino que abandonando su posición en cierto modo pasiva, desti-
nataria de la acción del Estado, parece ponerse en pie al autoorganizarse muy eficazmente y fortalecerse a través
de procesos racionales de autorregulación que se desenvuelven en registros que tienden a ser transnacionales.
La crisis financiera ha hecho así visible al gran público la existencia de una trama en torno a la cual se articula
en su globalidad un sistema financiero que se atiene a sus propias normas y a las referencias que emiten entidades
privadas, las agencias de rating entre ellas, capaces de poner en jaque a Estados supuestamente soberanos que
se ven en la obligación de ajustar a ellas sus políticas económicas. ¿Qué queda de la imagen que dibuja nuestra
Constitución de un Estado planificador hasta el detalle de la actividad económica que a golpe de ley asume la titu-
laridad sobre servicios y sectores esenciales?
Vaticinaban todas las profecías del siglo XX un dominio total del Estado y sus élites burocráticas sobre la
economía, el conocimiento, la técnica, los servicios básicos, etc. Como tantas otras, esas profecías se han visto
clamorosamente fallidas. El Estado esta mostrando bien a las claras la limitación de sus medios de actuación y sus
capacidades de conocimiento ante todo lo que se mueve en una sociedad muy compleja y poderosa. Se está pro-
duciendo así un flujo, ya masivo, de actividades y funciones desde la órbita estatal a la órbita privada, de la socie-
dad. Un flujo que debe su fuerza a dos impulsos: uno descendente, desde una Administración Pública desbordada
hacia un sector privado que se ha reforzado considerablemente, y otro ascendente desde esos sectores sociales
reforzados y eficazmente autorregulados que se están apropiando de espacios que hasta tiempos recientes es-
taban bajo la órbita pública. Un flujo que se produce en sucesivas oleadas. La primera traslada a la órbita privada
sectores y servicios, sobre todo de carácter prestacional, que no mucho antes –hace cuatro o cinco décadas- se
habían atribuido por ley a la titularidad pública y que por ello ahora puede percibirse como una devolución a la
sociedad de esos espacios de gestión y actividad económica. Pero la segunda oleada se está llevando cometidos
y responsabilidades que desde su inicio justificaron al Estado moderno como responsable y titular de las mismas
como son las que se sitúan en el frente de la seguridad en el que ahora pueden apreciarse diversas modalidades y
escalas: la seguridad en el ámbito técnico e industrial sí que requiere de la participación privada experta, pero ya
no resulta admisible la entrega a sujetos privados de la seguridad del espacio público.
II. LOS DOMINIOS QUE SE ESTÁN DESPRENDIENDO DE LA ÓRBITA DEL ESTADO
1 Me ocupo de ellas en detalle en mi libro La nueva relación entre Estado y sociedad. Aproximación al trasfondo de la crisis. Marcial Pons,
Madrid-Barcelona-Buenos Aires-Sao Paulo. En ese libro encuentran su cabal desarrollo algunas de las cuestiones que aquí sólo se apuntan.
2 En la extensa bibliografía sobre la evolución y autocomprensión de la llamada sociedad civil puede destacarse la obra de J. Cohen/A.
Arato, Civil Society and Political Theory, Verso, London, 1992. J. Keane, Civil Society and the State, London, 1988, traducido como Democracia y
sociedad civil, Alianza, Madrid, 1992 En un formato más breve puede mencionarse a M. Walzer, “Civil Society and the State”, en Politics and
Passion, Yale University Press, New Haven, 2004. De particular interés, por la proyección filosófica que estas relaciones han suscitado, sobre
todo a partir de Hegel, es el ensayo de Charles Taylor, “Invocar la sociedad civil”, en su libro recopilatorio, Argumentos filosóficos. Paidos,
Barcelona, 1997

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