Persona humana y personalismo

AutorElio Sgreccia
CargoUniversità Cattolica del Sacro Cuore. Facoltà di Medicina e Chirurgia. Istituto di Bioetica
Páginas115-123

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1. Introducción

La refiexión sobre el hombre en la cultura contemporánea se caracteriza por una doble polarización. Por un lado, el desarrollo de las ciencias sobre el hombre tiende cada vez más a la especialización en el estudio de la naturaleza humana, de los mecanismos neurofisiológicos, genéticos, y en el estudio de la estructuración, consciente e inconsciente, de la psique humana. Por otro lado, la filosofía advierte en el plano teorético que el concepto de persona se hace cada vez más inasible, complejo, incierto y difícil de reconducir hacia una compresión exhaustiva y unitaria del mismo. La especialización sobre el hombre en el plano científico va acompañada por la atomización del concepto en el plano teórico-filosófico por parte de algunas corrientes del pensamiento fenomenístico que, reduciendo al hombre a su dimensión inmanente y materialista, no captan el núcleo ontológico-metafísico que constituye la clave última, que fundamenta y unifica, al ser humano en cuanto tal. En este contexto, en el que la refiexión sobre el hombre está desorientada, cada vez se hace más necesaria una investigación sistemática de la antropología filosófica sobre la naturaleza y la esencia de la persona humana.

2. Historia del término y del concepto

Para comprender el significado del término "persona humana" es útil trazar unas líneas de referencia sobre la evolución y la refiexión filosófica del concepto. En esta sede delimitaremos la investigación al significado filosófico, distinto del psicológico (personalidad) y del jurídico (sujeto de derecho).

El término "persona" fue introducido en el lenguaje filosófico por el estoicismo popular con el significado de máscara (per-sonare, resonar de la voz), en el sentido de rol del actor en un contexto dramatúrgico que indicaba metafóricamente la tarea y la parte que el hombre "representaba" en su vida. En su origen, la etimología no indicaba los rasgos esenciales del rostro, sino el esconderse del rostro del actor, la estaticidad (el rol fijo del personaje en el drama) y no anulaba la singularidad en cuanto que la forma de la máscara condicionaba el mismo resonar de la voz de actor. El concepto de persona, filosóficamente extraño a la primera refiexión cosmológica naturalista griega (no madura en el mismo pensamiento postsocrático que puso al hombre en el centro del universo), fue profundizado en la patrística con las disputas trinitarias: se discutía si el término persona, usado para indicar las tres "hipóstasis" del Dios cristiano, significara también relacionalidad no sustancial (a saber, accidental), o la sustancialidad misma. La aportación del cristianismo fue determinante para la atribución de una consistencia ontológica al significado del término que vino así a ser caracterizado en sus orígenes por una fuerte connotación teológica.

En el ámbito de la misma filosofía, es con Severino Boecio, y por lo tanto con la filosofía escolástica, con quien se ofrece por primera vez una definición secularizada del concepto de persona que será retomada posteriormente por Tomás de Aquino: "persona est rationalis naturae individua substantia". Esta definición pone en evidencia tres categorías filosóficas esenciales en el concepto de persona humana: la sustancialidad, la individuación y la naturaleza racional. Es importante profundizar en estas categorías porque han dado un impulso muy fuerte al debate bioético. Por lo tanto, persona es un ente real (una sustancia primera en lenguaje aristotélico), una subsistencia particular del género universal y abstracto de la esencia (sustancia segunda), concretizada en el individuo concreto. La subsistencia indica el existir en sí y para sí, en virtud exclusiva de su mismo acto de ser (que, en última instancia, en la filosofía tomista coincide con el efecto del acto creativo) e independientemente de la existencia de otra sustancia o de sus cualidades. En la realidad humana esto significa que las funciones y los actos que cumple el hombre no existen en sí, son funciones y actos de una sustancia, de un individuo humano sustancial; son funciones "de" la persona, no son "la" persona. De una sustancia entendida de esta manera se puede predicar la inmutabilidad y la permanencia (en el espacio y el tiempo) y por lo tanto, también la identidad. La individuación se refiere a la unicidad y al carácter irrepetible de la persona humana. Ésta se distingue de las otras personas gracias a la corporeidad (hoy diríamos, al código genético) que consiente la materialización de la forma, la existencia concreta de

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la esencia y la encarnación del espíritu. La corporeidad es el principio de individuación y de diferenciación de la sustancia que se manifiesta según coordinadas espaciotemporales: es el simple existir como cuerpo (espiritualizado) que determina el valor/significado del ser humano, no su "devenir", que representa sólo un aspecto secundario y no relevante.

La especificación ulterior de la persona humana en el contexto ontológico tomista es la "naturaleza racional", a saber, el ser dotado de razón, entendida como la facultad intelectual que permite abstraer, universalizar, razonar y dar significado a las cosas. La atribución de la racionalidad a la persona humana ha dado origen a muchas ambigüedades. Nos preguntamos: ¿la racionalidad debe ser entendida como capacidad de ejercicio actual de la misma o como atributo que connota la sustancialidad de la persona? En la primera hipótesis se excluye del reconocimiento de la dignidad personal de todo sujeto que no ejercite actualmente el raciocinio: no serían personas los que duermen, los ebrios, ni tampoco los embriones, los discapacitados mentales, los ancianos, los individuos en coma, con el resultado de una interpretación restrictiva del concepto de persona respecto al de ser humano basada en la consideración de simples "accidentes" (funciones) de la sustancia. Si, por el contrario, la razón indica el atributo que pertenece a la naturaleza humana, todo sujeto que tenga esta naturaleza, aunque no ejercite actualmente la funcionalidad cerebral neurológico-sináptica, es persona en cuanto sustancia individual dotada por naturaleza de racionalidad. Esta fundamentación ontológica del concepto de persona consiente el reconocimiento de una trascendencia que garantiza el respeto del ser humano en todas las manifestaciones de la vida física contra toda tentativa filosófico-antropológica reduccionista que intente discriminar al hombre.

En el ámbito de la filosofía moderna, el reconocimiento ontológico del carácter sustancial de la persona se debilita hasta ser negado por las corrientes de pensamiento racionalista y empirista. En una línea racionalista se orienta la aportación de Descartes que, en un contexto filosófico mecanicista que separa radicalmente el pensamiento (res cogitans) del cuerpo (res extensa), identifica la persona con la autorelación del yo, es decir, con el yo que se pone en relación consigo mismo mediante la conciencia y el conocimiento de sí. La identificación de la persona con la conciencia y el cogito...

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