Persona y familia

AutorMaría Lacalle Noriega
Páginas181-194

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1. Persona, familia y sociedad
1.1. El hombre, ser familiar

El hombre es un ser que pide amor y que puede dar amor, que pide solidaridad y puede dar solidaridad1. Desde esta concepción antropológica se puede comprender que la familia radica en una exigencia estructural del ser mismo del hombre: la necesidad de amar y ser amado.

Por una parte, el hombre es un ser indigente que necesita a los demás para realizarse plenamente; y, por otra parte, es un ser capaz de amar y de enriquecer a los otros. Como señala Melendo Granados, "no existe familia sin persona, pero tampoco persona sin familia. El origen radical de la familia se encuentra en el exceso de ser propio de toda persona; el de la familia humana, y precisamente en cuanto humana, queda reforzado por el carácter indigente de todo varón y mujer, que necesita de otros para alcanzar su plenitud personal"2.

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Ya hemos visto en el capítulo 2 que el ser humano es un ser naturalmente social que solo se puede realizar adecuadamente en el encuentro con los demás. Ahora bien, las relaciones sociales anónimas y múltiples propias de una sociedad grande no son suficientes para colmar esa necesidad de diálogo y encuentro. El carácter "público" de la comunicación social no sólo no es suficiente para la realización personal sino que puede provocar un terrible vacío y soledad. El ser humano necesita tener en su vida una esfera de existencia que sea la de lo social privado. Un lugar en el que no sea identificado con un número sino que se le llame por su nombre. Un espacio en el que poder manifestarse plenamente, sin máscaras sociales; un lugar en el que poder entregarse por completo sin dejar de ser uno mismo; un escenario en el que su libertad pueda ejercerse de manera plena hasta la entrega total que permite el amor. Este lugar por excelencia es la familia3.

La familia es comunidad de afecto y lugar de desarrollo y encuentro, constituye una comunidad de vida y de amor, "una comunidad que no encuentra su fundamento último ni en la ley que le otorga la reglamentación ni en la utilidad que pueden extraer de ellas sus componentes, sino en la capacidad (en sí misma misteriosa, pero indudablemente típica del hombre) de amar familiarmente y de fundar sobre este amor una comunidad de vida"4.

1.2. La familia, primera célula social

Pero la familia no es importante únicamente para las personas individuales, sino también para la sociedad en su conjunto. Un sano ordenamiento de la sociedad no puede lograrse con el solo binomio "individuo-sociedad", sino que se necesita el trinomio "individuo-familia-sociedad". Esto es así porque, como acabamos de señalar, los seres humanos no somos capaces de crecer y desarrollarnos sin la ayuda de los demás. Lo natural y normal es que el ser humano llegue al mundo

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en el seno de una familia, en la que se va a encontrar inmerso en un conjunto de relaciones interpersonales que serán su primera escuela personal y social. Una vivencia adecuada de esas relaciones -conyugales, de paternidad y maternidad, de filiación y fraternidad- permiten a la persona introducirse en la gran familia humana que es la sociedad.

Efectivamente, la primera escuela de sociabilidad es la familia, y es el primer lazo que une el desarrollo personal con la vida social. Es el lugar idóneo para que el niño se pueda desarrollar armónicamente, afianzándose en su propia personalidad e individualidad como ser humano, y, al mismo tiempo, aprendiendo a convivir con los demás y a disfrutar de unas relaciones sociales sanas y enriquecedoras.

Y la familia es también importante y necesaria para los adultos. Es un hecho del que todos tenemos experiencia, y que además se encuentra corroborado por numerosos estudios que demuestran el inmenso impacto que tiene una vida familiar saludable en la salud y el bienestar de todos sus miembros5.

Por eso se ha dicho siempre que la familia es la verdadera célula de la sociedad, base y piedra angular del ordenamiento social. Así lo reconoce incluso la Declaración Universal de Derechos Humanos, donde se proclama: "La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado" (artículo 16,3). Y ello no sólo porque constituye el grupo natural que tiene por especial misión la de asegurar la reproducción de la humanidad, sino, además, porque es en su seno donde se forman y desarrollan los sentimientos de solidaridad, las tendencias altruistas, las fuerzas y virtudes que necesita la sociedad para mantenerse saludable. De hecho, la propia historia enseña que los pueblos más fuertes han sido siempre aquellos en los que la familia estaba más fuertemente constituida, y que el relajamiento de los vínculos familiares precede y acompaña a los periodos de decadencia. Porque es en la célula familiar donde se manifiestan normalmente los primeros síntomas del mal, antes de estallar en la sociedad6.

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1.3. Breve evolución histórica

La familia es un contexto crucial para el desarrollo humano, tanto en lo que se refiere a lo estrictamente íntimo y privado como en su dimensión social. Se trata de una realidad que ha acompañado siempre al ser humano, eso sí, con múltiples variaciones a lo largo de la historia. El marxismo difundió la tesis de que la familia era solo un producto de la evolución que surge en un determinado momento histórico antes del cual existía una promiscuidad sexual sin ningún tipo de regulación familiar. Según Engels la familia surge como instrumento de dominación por parte del hombre hacia la mujer con el objetivo de someterla, tener hijos de ella y transmitir así sus pose-siones. De manera que la familia sería un producto de la sociedad patriarcal y capitalista. Sin embargo, esta tesis ha sido totalmente desmentida por numerosos estudios y en la actualidad se admite unánimemente que la realidad familiar ha acompañado al hombre desde sus orígenes. Como acabamos de señalar, la familia es una realidad antropológica, es decir, que radica en una exigencia estructural del ser mismo del hombre: la necesidad de amar y ser amado.

Ahora bien, a lo largo de la historia la familia ha sufrido transformaciones más o menos profundas provocadas por los inevitables cambios socio-culturales. Hasta la revolución industrial predominaba la conciencia de la función social de la familia, y, ciertamente, cumplía una serie de funciones importantísimas para la sociedad. Para empezar, era una unidad de producción económica (agrícola o artesanal) y de consumo. Familia y trabajo estaban estrechamente unidos y en las propias familias residía gran parte de la capacidad productiva de la sociedad. Era la principal transmisora de valores culturales y religiosos. Y no sólo transmitía valores, sino todo lo necesario para la vida, incluido un oficio, siendo, además, el lugar de socialización primaria y secundaria.

Este tipo de familia tenía una importancia central en las sociedades y era percibida mayoritariamente como una institución social, a consecuencia de lo cual con mucha frecuencia se infravaloraban los aspectos afectivos y los intereses personales de sus miembros.

Los cambios sociales, económicos, etc., provocados por la indus-trialización suscitaron diversas variaciones en la estructura familiar,

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como la separación radical del trabajo y la familia, la diferenciación clara de los roles del padre y la madre y una revalorización de las relaciones interpersonales de los miembros de la familia. Todo esto ha hecho que muchas de las funciones que antes cumplía la familia hayan sido progresivamente asumidas por la sociedad y por el Estado, como, por ejemplo, la creación de entidades educativas y de capacitación profesional.

Más adelante, nuevos y profundos cambios sociales han ido introduciendo transformaciones que no ha sido completamente asimiladas todavía, como la igualdad entre hombre y mujer, la incorporación de la mujer al trabajo, la disminución de la natalidad con el consiguiente debilitamiento de la experiencia de la fraternidad, el aumento de la esperanza de vida...

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