Pautas históricas de despliegue de servicios de inteligencia en Afganistán: Consideraciones históricas y análisis de lecciones aprendidas

AutorJuan Ferrer Rodríguez
CargoConsultor especializado en fusiones y adquisiciones en el sector financiero
Páginas44-66

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Introducción: «aprendiendo a comer sopa con un cuchillo»

Nuestros servicios de inteligencia han experimentado con gran éxito un proceso de internacionalización desde su creación que les ha llevado a participar en escenarios complejos en regiones lejanas. Bregante (2011) indica que existe una regla no escrita en los servicios de inteligencia españoles de que se necesitan alrededor de diez años de despliegue sobre el terreno para considerar que se ha desarrollado un programa de investigación completo para adquirir un conocimiento profundo de la psicología y la cultura de un país o región.

Cuando se van a cumplir en 2012 diez años de la presencia de tropas españolas en Afganistán, los acontecimientos recientes en el terreno nos demuestran que nuestra comunidad de inteligencia se encuentra con los mismos retos y amenazas que sus predecesores en la historia. En este sentido, Prieto (2011) establece que el origen de los servicios de inteligencia modernos lo podemos encontrar en el Gran Juego de las grandes potencias en la ruta de la seda. Adicionalmente, Afganistán ha sido considerado por varios autores como un «cementerio de imperios». Tal y como expone Navarro (2007: 58) «desde Alejandro Magno hasta los miles de soldados agrupados bajo el mandato de la OTAN, por no hablar de los estadounidenses que llevan allí desde 2001, asistimos a una nueva reedición del Gran Juego en el que las grandes potencias occidentales hicieron valer su influencia en Asia Central como territorio geoestratégico esencial para el dominio del paso hacia la India Colonial».

El objetivo de este artículo de investigación es, por tanto, el de analizar las pautas históricas del despliegue de los servicios de inteligencia en Afganistán para extraer conclusiones sobre otros despliegues en zonas de alto riesgo donde existe un enemigo asimétrico en un escenario de estado fallido,

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que puedan servir para la planificación de futuras misiones y en el diseño de las estructuras futuras de la comunidad de inteligencia española. Por tanto, nos basaremos en analizar el uso de la inteligencia estratégica y táctica de algunas de las principales campañas expedicionarias desarrolladas en Afganistán a lo largo de la historia, con un enfoque en el despliegue inglés y ruso del siglo XIX, la invasión soviética de Afganistán durante los años 80 y el periodo comprendido en los años previos al 11-S para ligar lo anterior con el despliegue posterior a partir de la Operación Enduring Freedom en 2001.

El gran juego y el origen de los servicios de inteligencia modernos

Afganistán tiene una localización estratégica, situado como un país «colchón» entre la antigua Persia y las estepas de Asía Central. Por otro lado, las rutas comerciales del subcontinente indio le han expuesto desde hace siglos al interés de las potencias mundiales. Uno de los primeros ejemplos de despliegue militar en la zona lo encontramos en Alejandro Magno en el 327 A.C. Tal y como indica Jones (2009: 3), Alejandro Magno se encontró en Afganistán con un enemigo y un teatro de operaciones muy diferente del Europeo. El ejército de Alejandro Magno era claramente superior, pero, a pesar de los esfuerzos por dominar por la fuerza al pueblo de Afganistán, su expedición fracasó y tuvo que abandonar la zona tras la muerte de Alejandro Magno el 323 A.C. Podemos encontrar ya desde esa época las pautas clásicas de desarrollo de un conflicto asimétrico.

El origen del Gran Juego, y por lo tanto de la necesidad de inteligencia de Inglaterra y Rusia en Eurasia, lo podemos encontrar en las tensiones por el control de las rutas comerciales de la seda, y, en última instancia, por la alarma que suponía para Londres y sus intereses comerciales la amenaza relativa a un eventual avance ruso hacia la India, por lo que durante el siglo XIX se desplegaron varios actores de inteligencia en la zona. Por un lado, nos encontramos con oficiales del Ejército inglés, como los legendarios Pottin-ger, Conolly y Burnes, de carácter ilustrado y principalmente con el rango de teniente, liderados en un primer momento por el General Malcolm (Ho-pkirk, 2006: 39) que realizaron misiones encubiertas de reconocimiento del territorio afgano, entre el Cáucaso y el mítico paso de Khyber, como ensayo

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del Gran Juego, tierra de nadie, por la cual eventualmente un ejército invasor ruso atravesaría para llegar hasta la India.

Del mismo modo, cabe destacar que Rusia también desplegó en la zona a sus oficiales de inteligencia, que buscaban detectar el grado de penetración actual de Inglaterra en la zona, su influencia política y comercial e identificar las debilidades del imperio inglés para eventualmente preparar su acción expansiva hacia la India. Sus despliegues eran menos sutiles que los de los ingleses y frecuentemente iban acompañados de unidades militares de cosacos que les daban protección dinámica. Entre los oficiales rusos de inteligencia de la época destacan el Capitán Vitkevitch, el Conde Nikolay Ignatiev, el Coronel Terentiev y el embajador ruso en Persia, Alexander Griboyedov (Hopkirk, 2006).

Una de las necesidades prioritarias de la inteligencia británica en esos momentos era la cartografía de la zona, pues no disponían de mapas de la misma. Por otro lado, se pretendía analizar las posibles rutas de entrada de los rusos y eventualmente los persas en el país. Por lo tanto, el objetivo fundamentals de dichas inserciones encubiertas era la adquisición de inteligencia sobre la situación de ríos, fortificaciones, cosechas, vegetación y climatología. Adicionalmente, las operaciones en la zona norte del país incluían la evaluación de las capacidades militares de las tropas cosacas. Los contenidos de los informes de inteligencia de la fecha tenían en común el resaltar la importancia estratégica de ciertas ciudades como Kabul y sobre todo Herat, sitiada en 1838 por el ejército Persa, en cualquier ruta de penetración de los rusos hacia la India, que necesariamente atravesaría el paso de Khyber y otras ciudades como Quetta y Jalalabad. Como resultado de su labor de inteligencia, se desarrollaron capacidades HUMINT más avanzadas que incluyeron el adiestramiento encubierto de las tribus Pundits de la India en labores de adquisición de inteligencia en zonas del norte de Afganistán y su despliegue bajo la cobertura de monjes budistas o religiosos musulmanes.

Otro modelo de inteligencia que operó en la zona de forma paralela al anterior es el que fue desarrollado por la East India Company o Compañía Británica de las Indias Orientales, principal herramienta comercial del Imperio Inglés en el siglo XIX hasta su disolución en 1874 y cuyas capacidades de adquisición de inteligencia han sido documentadas por Roukis (2004). La Compañía Británica de las Indias Orientales gozaba de un estatus especial en el imperio británico, primero como titular del monopolio del comercio en

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las Indias Occidentales y a partir de 1833 como agente del gobierno inglés en administración de la India, que al combinar capacidades comerciales y militares se considera precursor de las Private Military Companies («PMC») actuales y cuyos intereses comerciales en la ruta de la seda le llevaron a ser un actor de inteligencia relevante, siendo su principal interés el relacionado con la inteligencia estratégica y económica. Roukis (2004: 946) afirma que la Compañía Británica de las Indias Orientales se considera uno de los primeros actores de inteligencia globales, con capacidad de proyectar influencia en el Gran Juego y cuya estructura flexible que integraba inteligencia competitiva y capacidades militares fue extremadamente avanzada en su tiempo.

La «trampa del oso» y la guerra del ISI

Debido a su situación de vecindad con la Unión Soviética, la influencia del Primer Directorio de la KGB (inteligencia exterior) en la política interna de Afganistán es relevante, específicamente desde 1955 hasta la invasión soviética de 1979, teniendo desplegados cientos de oficiales de inteligencia de forma recurrente durante los años sesenta y setenta. De acuerdo con Mitro-khin (2002: 159), el KGB tenía desplegados dos tipos de organizaciones sobre el terreno: la «residencia» que trabajaba en el ámbito de la Embajada Soviética, cuya plantilla ascendía a 250 oficiales y 100 funcionarios en la oficina de comercio soviética, y la vinculada a los «representantes», que tenían una labor como asesores del gobierno afgano en temas de seguridad y que ascendían a 3.500 funcionarios, apoyados por unos 1.600 traductores. Por otro lado, desde 1976 el KGB desplegó en la zona unidades especializadas en acciones encubiertas, apoyo a la inteligencia y operaciones especiales para combatir la creciente amenaza islámica.

Como resultado de la situación generalizada de revueltas y de la percepción de pérdida de influencia soviética bajo el gobierno de Amin, el líder de la KGB en 1979, Yuri Andropov, presentó un informe de inteligencia en la sede del Politburó, que posteriormente ha sido considerado clave en la decisión de invadir el país (Mitrokhin, 2002: 1). En dicho informe se detallaban los riesgos y amenazas que la desestabilización en Afganistán y en concreto la influencia de Estados Unidos e Irán, podría suponer para la antigua Unión Soviética, especialmente las vehiculizadas mediante operaciones de asistencia

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encubierta por parte de la administración Carter, situación que Pakistán podría aprovechar para anexionarse las zonas Pastunes del Norte...

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