Participación pública en la toma de decisiones sobre ciencia y tecnología

AutorLieve Goorden y Joke Vandenabeele
CargoUniversidad de Amberes

Introducción

La sociedad ya no equipara incuestionablemente la ciencia con el progreso social y los recientes acontecimientos han puesto en tela de juicio la confianza en las decisiones políticas basadas en el asesoramiento científico

Cada vez se cuestiona más el contrato tradicional por el que ciencia se equipara con progreso social. La confianza del público en los científicos y en los gobiernos que basan sus políticas en criterios científicos empieza a cuestionarse, a causa de acontecimientos como la crisis de la enfermedad de las 'vacas locas' (BSE) y la de las dioxinas, y la conmoción sobre el uso de los organismos modificados genéticamente (OMG) en la agricultura y en la industria alimentaria. Dada la complejidad y el gran número de incertidumbres científicas y sociales que intervienen en estos casos, los científicos son incapaces de formular respuestas inequívocas al tipo de preguntas que surgen. Sin embargo, se espera que los responsables políticos tomen decisiones sobre ciertos problemas: ¿habría que cerrar una planta concreta de incineración de residuos? ¿se debería permitir que continúen los ensayos de campo con los OMG? ¿dónde se deberían almacenar los residuos radiactivos? Como no existe consenso sobre estos temas, ni sobre los descubrimientos científicos relevantes, ni por supuesto sobre el marco regulador, la legitimidad de las decisiones de los gobernantes se pone seriamente en cuestión.

Por tanto, es necesaria una mayor transparencia sobre las cuestiones sin respuesta, y más foros sociales donde se puedan discutir estos problemas. Los debates públicos o los debates en los que los ciudadanos asuman un papel importante pueden ser útiles para explorar las argumentaciones que se presenten. Es importantísimo para la calidad del debate público que este objetivo esté definido exactamente. Con el fin de llegar a un mejor entendimiento del papel de los ciudadanos en un debate público, consideraremos cómo pueden los ciudadanos contribuir a tal debate, qué postura deben adoptar los expertos en un debate público en el que los ciudadanos desempeñen un papel central, y la política que debe ir asociada a un debate público lógico sobre ciencia y tecnología.

¿Cuál es la contribución específica o el valor añadido que los ciudadanos pueden aportar al debate público?

Los debates públicos sobre los avances científicos y tecnológicos se refieren sobre todo a la evaluación de los riesgos implicados. Se espera que los científicos proporcionen la información necesaria para poder tomar decisiones con conocimiento. El debate público sobre el uso de los OMG en la agricultura y en la producción de alimentos, por ejemplo, ha puesto de manifiesto que es muy importante, en particular, el conocimiento de los hechos. Además de hacer hincapié en la evaluación del riesgo científico, se tiende a querer excluir explícitamente los aspectos emocionales del debate sobre tecnología.

Los debates públicos sobre los avances científicos y tecnológicos se refieren sobre todo a la evaluación de los riesgos y se espera que los científicos proporcionen la información necesaria para poder tomar decisiones con conocimiento

El hecho de que la polarización sobre temas como los OMG continúe aumentando y que la toma de decisiones se quede estancada en un punto muerto estudiando las ventajas y desventajas, demuestra que el enfoque que no tiene en cuenta las emociones y sólo hace hincapié en la ciencia, no funciona. Es ilusorio creer que los científicos pueden resolver este debate por sí mismos. El respaldo social a la aplicación de la biotecnología depende principalmente de si el público reconoce o no los objetivos y la necesidad de su aplicación y su aceptabilidad moral (Eurobarómetro, 2000).

Aunque estas cuestiones trataran de evitarse en el debate formal sobre riesgos, inevitablemente acabarían surgiendo. Los científicos, los grupos de intereses y los ciudadanos siguen discutiendo sobre datos y argumentos científicos, pero de lo que realmente se trata es de esas preocupaciones subyacentes. Esto perpetúa la polarización.

La polarización de las actitudes sobre ciertas cuestiones políticas relacionadas con la ciencia, con un debate estancado en la práctica, sugiere que un enfoque que no tenga en cuenta los aspectos emocionales y se centre únicamente en las pruebas científicas no es capaz de progresar

Los ciudadanos también tienen algo que decir en los foros públicos: debería dárseles una oportunidad para hablar sobre sus experiencias y las emociones que sienten cuando se enfrentan a las nuevas tecnologías y conocimientos. Las preguntas que la gente se hace en relación con tales asuntos son relevantes porque afloran a diario en su trabajo, su familia y su entorno cotidiano. Cuestiones como ¿por qué se cosechan plantas o se crían animales más deprisa y de mayor tamaño que los naturales? y ¿cuál es nuestra relación con la cadena alimentaria y cómo tendríamos que replanteárnosla? encaminan el debate hacia cuáles son los valores y los estilos de vida que estamos discutiendo. Y una pregunta como ¿podemos seguir confiando en los científicos y los responsables políticos, aunque nos digan que no tenemos otra elección? hace surgir el tema de la fe del público en la industria de la biotecnología y en los organismos reguladores (Grove-White et al., 1997).

Además de las 'cuestiones relevantes', estos testimonios también proporcionan declaraciones referentes al concepto de 'buena vida' que, por supuesto, puede variar entre las diferentes culturas y estratos sociales. La reflexión pública sobre estos temas (incluyendo tanto los aspectos normativos como los emocionales) trae a primer plano los deseos y expectativas, las consideraciones y las opciones, y destaca los distintos puntos de partida y los conceptos de 'buena vida', lo que da lugar a acuerdos o principios implícitos que todos valoramos y a los que esperamos que los otros se sumen. Este sistema de expectativas entre las personas tiene sus raíces en la cultura y las tradiciones, y en consecuencia, es casi ineludible (Meester, 2001). Esto podría estimular a los participantes a reflexionar sobre qué conceptos de 'buena vida' compartimos y en cuáles diferimos.

La postura de los expertos en un debate público sobre ciencia y tecnología

Cuando se ponen de manifiesto las dudas sobre los avances científicos y tecnológicos conseguidos, la realidad cotidiana suscita cuestiones para el debate público. En este debate, la gente también puede aportar conceptos sobre la 'buena vida'. Para que exista una adecuada comunicación entre los expertos y el público es importante que aquéllos desarrollen una sensibilidad hacia las preocupaciones de éste. Sin embargo, la comunicación científica y tecnológica parece sugerir que tal sensibilidad no existe, ya que los expertos no siempre están interesados en la posible contribución de los ciudadanos.

¿Qué razones subyacen bajo esta comunicación insuficiente? Como los científicos observan la realidad a través del cristal coloreado de una teoría, en la que cierto reduccionismo es realmente parte de su metodología, tienden a buscar una esencia o a crear unidad (de Vries, 1999). Desde esta perspectiva, puede lograrse un conocimiento racional e inequívoco sobre la naturaleza, siempre que todo el mundo parta de los mismos conceptos y observaciones y haga abstracción de todo lo que no caiga en el campo de la teoría. En otras palabras, el científico busca la esencia, la certeza, el conocimiento que pueda generalizarse y que garantice la posibilidad de predicción y el control.

Una de las razones de la aparente falta de comunicación entre los científicos y el público quizá sea que, mientras el método científico busca hechos o leyes esenciales de aplicación general, el público está más interesado en las peculiaridades de su experiencia individual

En la vida diaria, por otra parte, la gente está interesada principalmente en las peculiaridades de su propia situación, su entorno y las complicaciones e incertidumbres que llevan aparejadas. Después de todo, así es como la gente adquiere experiencia y crea asociaciones entre los acontecimientos; así es como se desarrolla su vida. Cuando se revelan nuevas perspectivas y aplicaciones científicas, por ejemplo, la relación entre la contaminación del medio ambiente y la salud o el impacto de los defectos del genoma humano en la prevalencia de ciertas enfermedades, los marcos generales no sirven. La gente quiere poder traducir las implicaciones de ese conocimiento en directrices para situaciones concretas. En este caso, mostrar la complejidad de una situación suele proporcionar más visión al individuo que buscar el núcleo de la cuestión. A menudo, la única manera de que la gente crea que puede formarse una opinión sobre lo que está ocurriendo en su propio caso es mediante un enfoque basado en situaciones específicas, no mediante la abstracción y la generalización.

La ciencia da lugar a resultados que en cierto modo son insensibles a la incertidumbre y a la variabilidad, mientras que a la gente le interesa el conocimiento realista o el conocimiento con el que pueda comprender mejor las peculiaridades y las incertidumbres que permanecen en situaciones concretas

A la gente le interesa el conocimiento realista o el conocimiento con el que pueda comprender mejor las peculiaridades y las incertidumbres que permanecen en situaciones concretas (Wynne, 1996). La diferencia de perspectiva no tiene por qué ser problemática. Las dos maneras de 'mirar' la realidad y adquirir conocimiento son válidas. Las dificultades surgen cuando la comunicación entre los expertos y los ciudadanos fluye en una dirección; cuando los expertos tratan de proyectar sobre la gente su propio esfuerzo por obtener conocimiento racional, inequívoco y generalizable.

La comunicación entre los expertos y el público es difícil a veces por la tendencia de los expertos a reducir el público a una categoría abstracta

La comunicación entre los expertos y el público es difícil a veces a causa de dos errores de concepto relativos a los ciudadanos. El primero y más importante es que los expertos tienden a reducir el público a una categoría abstracta. Lo consideran como una suma de individuos que -en cuestiones científicas- son como una página en blanco. Depende del científico llenarla con conocimiento 'objetivo'. El experto se dirige al individuo como si fuera un ser 'racional', en el sentido de que, si se le ofrece el conocimiento preciso, el individuo actuará de forma predecible y de acuerdo con ese conocimiento.

Los estudios sobre opinión pública han demostrado, no obstante, que este razonamiento no se sostiene: mayor conocimiento por parte de los ciudadanos no significa necesariamente mayor aceptación de una política que es la consecuencia lógica del razonamiento científico (Eurobarómetro, 2000). Los científicos pueden demostrar, a partir de los datos sobre elevadas concentraciones de metales pesados en la sangre de los niños, que vivir en ciertos municipios no es saludable, pero eso no significa necesariamente que los residentes se persuadan de que deben trasladarse. Los expertos pueden llegar a demostrar que una planta incineradora de residuos no emite prácticamente ningún contaminante, pero eso no evita que la gente siga protestando contra la instalación.

La gente no vive aislada, sino inmersa en redes sociales. Dentro de estas redes construyen entre todos percepciones y conocimiento sobre las situaciones y desarrollan valores para controlar su entorno

La gente no acepta simplemente todos los razonamientos de los expertos. Sus mentes nunca son por completo páginas en blanco. La gente no vive aislada, sino inmersa en redes sociales. Dentro de estas redes construyen entre todos percepciones y conocimiento sobre las situaciones y desarrollan valores para controlar su entorno. Con la información proporcionada por los expertos, las personas asignan importancia y significado. En otras palabras, los ciudadanos son actores con los que se pueden intercambiar argumentos relevantes. Construyen sus propias interpretaciones de las situaciones y, de esta manera, pueden estimular a los científicos a tener debidamente en cuenta el contexto concreto en el que un problema se manifiesta. O como dice Stephen Toulmin (1990), podemos aparcar temporalmente el contexto de nuestros problemas (mientras realizamos cálculos) pero después, para llegar a una solución completa, tendremos que considerarlo en un marco social más amplio, con todas sus características y complejidades. Los ciudadanos pueden llamar la atención de los científicos sobre la importancia de la complejidad en un contexto social más amplio.

Otra percepción que afecta a la forma de comunicarse de los expertos con la sociedad reside en la suposición de que para el público es difícil enfrentarse a la idea de que un entorno sin riesgos es inalcanzable

Otra percepción que afecta a la forma de comunicarse de los expertos con la sociedad reside en la suposición de que para el público es difícil enfrentarse a la idea de que un entorno sin riesgos es inalcanzable. Por esta razón, los expertos tienden a expresar su mensaje en términos positivos y, si es posible, esconden las diferencias de opinión y limitan cualquier debate sobre las incertidumbres a sus propios círculos.

No obstante, se ha demostrado que tratar la incertidumbre vendiendo certezas es ineficaz en la práctica. Los estudios sobre opinión pública indican que la gente tiende a responder a tales declaraciones de seguridad con suspicacia y escepticismo (Grove-White et al., 1997). Esto sugiere que la gente puede ser capaz de enfrentarse con el conocimiento de que las certidumbres no existen. De hecho, la vida diaria está llena de riesgos. Es posible que haya personas que sean conscientes de que no hay que luchar demasiado por la certidumbre y el control y que hayan aprendido a enfrentarse a la ambivalencia que encuentran en su camino (Wynne, 1996). Intuitivamente, muchos también pueden darse cuenta de que la ciencia no puede escapar a esta realidad, que las conclusiones inequívocas son casi imposibles de alcanzar y que el futuro es, por tanto, enormemente impredecible e incontrolable. Dada la complejidad de los problemas, la gente lo que quiere fundamentalmente es poder confiar en los científicos. Muchos pueden convivir con la ambivalencia y la incertidumbre, siempre que confíen en otras personas e instituciones.

Los estudios sobre opinión pública indican que la gente tiende a responder a las declaraciones exageradas de seguridad con suspicacia y escepticismo. La gente es consciente de que no hay que luchar demasiado por la certidumbre y el control, y ha aprendido a enfrentarse a la ambivalencia

Lo que hace falta para recuperar esta confianza es una postura reflexiva por parte de los expertos. Una postura, en otras palabras, que indique que los científicos no encubren la ambivalencia y las contradicciones que encuentran, sino que las consideran como un reto para evaluar de forma crítica su propio trabajo en un diálogo con el mundo exterior: '¿Por qué defino el problema de esta manera concreta? ¿por qué adopto este enfoque científico en particular? ¿por qué interpreto los resultados de esta manera? ¿qué visión del hombre, la sociedad o la naturaleza he permitido que afecte a mi juicio? ¿qué tipo de oportunidades y limitaciones crea la institución para la que trabajo?'

Los científicos deberían explicar cómo trabajan, y qué frustraciones y fascinaciones implica su trabajo, así como las incertidumbres e hipótesis que limitan la validez y la aplicabilidad de las conclusiones científicas. De esta manera, el público tendrá una mejor visión de los fundamentos y del enfoque mental concreto del investigador en cuestión. Esta actitud crea confianza: disminuye el umbral y sintoniza mejor con la forma en que la gente tiende a entrar en el debate con sus propias vivencias.

Esta autorreflexión por parte de los científicos en su diálogo con los ciudadanos no solamente crea una imagen real del proceso investigador; también aumenta la probabilidad de que los descubrimientos científicos sean auténticos y dignos de confianza. Después de todo, cuestionar abiertamente las hipótesis hechas en el proceso investigador va ligado a hacer una ciencia mejor. Recíprocamente, una aportación transparente de conocimiento científico al debate público supone una garantía para una discusión más sistemática sobre los valores.

Participación pública y política interactiva

Al contrario de lo que a veces se cree, un debate público sobre ciencia y tecnología, adecuadamente conducido, puede estar tan bien definido y orientado como las formas más familiares de deliberación sobre temas socioeconómicos (por ejemplo, el sistema tripartito de negociación salarial de la industria belga), que están orientadas hacia medidas políticas directas. Después de todo, el debate estará conducido sobre la base de las dudas diarias, las ideas prácticas sobre lo que constituye una 'buena vida', y la ciencia que tenga debidamente en cuenta el contexto concreto de un problema. Análogamente, los resultados previstos, que constituyen una medida de la confianza cualificada en la ciencia y la tecnología o su mandato temporal, se pueden aplicar directamente a numerosas situaciones en la toma de decisiones. Así, el debate mismo no se hace menos concreto o reconocible, ni los resultados son menos tangibles.

Al contrario de lo que a veces se cree, un debate público sobre ciencia y tecnología, adecuadamente conducido, puede estar tan bien definido y orientado como las formas más familiares de deliberación sobre temas socieconómicos

La diferencia radica principalmente en el tipo de problema que se está debatiendo. En mecanismos institucionalizados de deliberación y recomendación, tiende a estar más claramente estructurado. En un modelo institucionalizado, existe una definición compartida del problema y un conocimiento más fiable sobre las posibles soluciones y sus efectos. También están definidas más claramente las preocupaciones, los valores y los intereses relevantes.

La definición de la política respecto a asuntos tan bien estructurados se desarrolla según unos patrones fijos. Los expertos evalúan las opciones disponibles sobre la base de un conocimiento 'objetivo'. A través de la negociación, los grupos de intereses reconocidos tratan de conseguir sus intereses, previamente fijados, en el compromiso previsto. La decisión última sobre la solución elegida compete a los políticos. El gobierno debe comunicar su razonamiento de forma efectiva si quiere contar con un apoyo sólido por parte de la sociedad para las medidas adoptadas.

De acuerdo con la lógica de este modelo, cada actor es consciente de su posición y de su tarea y, al mismo tiempo, sabe lo que puede esperar de los demás. Los contactos mutuos se limitan a que cada uno toma nota de las acciones de los demás.

La experiencia práctica ha demostrado que los modelos clásicos de toma de decisiones no funcionan bien en el caso de las nuevas tecnologías o de los nuevos avances científicos

La situación es algo diferente cuando se refiere a problemas relacionados con las nuevas tecnologías o los nuevos avances científicos. Entonces surgen cuestiones tales como ¿existe un verdadero problema y, si es así, cuál es precisamente? ¿son reales los riesgos asumidos? ¿qué le preocupa a la gente? ¿en qué dirección hay que buscar la solución? Aquí hay un tipo de problema político que es difícil de delimitar, que está mal definido o mal estructurado, donde el conocimiento es escaso y los conjuntos de valores habituales son insuficientes.

La experiencia práctica ha demostrado que, en esos casos, los modelos clásicos de toma de decisiones no funcionan. Los indicios de tales fallos se encuentran en las controversias interminables y en los conflictos cada vez menos manejables, por ejemplo, la disputa respecto a los posibles efectos para la salud de vivir cerca de una incineradora de residuos, o la polémica sobre los riesgos medioambientales derivados de aplicar la biotecnología en la agricultura. Resolver tales disputas puede no ser simplemente cuestión de proporcionar aún más pruebas científicas, aunque la identificación de los márgenes de error y las hipótesis que conducen el análisis científico podría ser muy útil. En primer lugar, en esos casos todavía hay que determinar exactamente quiénes son las partes interesadas y qué perspectivas habría que tener en cuenta. Ni la ciencia ni la consulta formal a los grupos de intereses proporcionan al gobierno una base legítima para tomar una decisión. Los ciudadanos, por su parte, pueden frustrar las expectativas de respaldo con protestas y comportamientos inadecuados. Si, en estas situaciones, nos aferramos a los patrones familiares de deliberación y toma de decisiones, inevitablemente crearemos expectativas que los actores no son capaces de satisfacer, lo que dará lugar a desilusión y más tensión.

A la ciencia no se le puede asignar el papel de árbitro en las disputas entre intereses contrapuestos. La buena práctica científica debe crear expectativas realistas en lo relativo a su propia contribución al debate

Los responsables políticos sólo podrán controlar tales situaciones si se cumplen ciertas condiciones. En primer lugar y sobre todo, a la ciencia no se le puede asignar el papel de árbitro en estas disputas. La buena práctica científica debe crear expectativas realistas en lo relativo a su propia contribución al debate. No existe una clara distribución de papeles en este modelo: algunos actores pueden invadir el territorio de otros. Los ciudadanos, ya sea como colectivo a través de organizaciones o de forma individual, pueden contribuir con su propio conocimiento y experiencia y participar en el debate de los 'riesgos' frente a la 'utilidad'. Los científicos deben ser explícitos sobre su postura en el debate social y negociar el significado y el alcance de lo que es un 'conocimiento sólido'1. En este modelo, el gobierno no es un 'cliente' que encarga un estudio y corta el nudo gordiano, sino más bien un 'espectador' que desea que le convenzan con diversos argumentos. En este modelo, la interacción directa y el debate entre todos los implicados son requisitos previos. En este proceso, el aprendizaje común y la negociación están interconectados.

En el marco de esta última lógica de definición de la política, en la que se pone el acento en la interacción y la argumentación, es donde un debate público adecuadamente conducido puede desempeñar un papel importante.

La interacción directa y el debate entre todos los implicados, haciendo hincapié en la interacción y la argumentación, pueden contribuir a la resolución de disputas mediante un debate público adecuadamente conducido

Conclusiones

Proporcionar información al público sobre ciencia y tecnología y las oportunidades y consecuencias relacionadas es indudablemente una tarea importante. Pero por muy objetiva y provisional que sea esta información, los ciudadanos y los usuarios de una tecnología pueden basar sus puntos de vista en argumentos diferentes de los utilizados por los expertos. Los usuarios basan su valoración en las experiencias de la realidad cotidiana a las que pueden responder de forma racional, de forma emocional y desde una postura ética o como parte interesada. La gente crea su opinión sobre los nuevos avances científicos según su propia implicación personal. Habitualmente, esto no da lugar a una actitud de 'o lo tomas o lo dejas', sino a juicios o argumentos del tipo 'depende de si...' que se asocian a los criterios de aceptabilidad y a la salvaguarda de las opciones. A través de la reflexión y el debate en que participen los tecnólogos y los usuarios de la tecnología, los científicos, los ciudadanos y los responsables políticos, podremos descubrir exactamente qué es lo que está en juego. Tal información será cada vez más importante en el futuro, ya que la tecnología debe, en cualquier caso, seguir incorporándose satisfactoriamente a una sociedad que cada vez estará mejor preparada para formular sus propias preferencias y prerrequisitos.

Proporcionar información al público sobre ciencia y tecnología y las oportunidades y consecuencias relacionadas es indudablemente una tarea importante. Pero por muy objetiva y provisional que sea esta información, los ciudadanos y los usuarios de una tecnología pueden basar sus puntos de vista en argumentos diferentes de los utilizados por los expertos. Los usuarios basan su valoración en las experiencias de la realidad cotidiana a las que pueden responder de forma racional, de forma emocional y desde una postura ética o como parte interesada. La gente crea su opinión sobre los nuevos avances científicos según su propia implicación personal. Habitualmente, esto no da lugar a una actitud de 'o lo tomas o lo dejas', sino a juicios o argumentos del tipo 'depende de si...' que se asocian a los criterios de aceptabilidad y a la salvaguarda de las opciones. A través de la reflexión y el debate en que participen los tecnólogos y los usuarios de la tecnología, los científicos, los ciudadanos y los responsables políticos, podremos descubrir exactamente qué es lo que está en juego. Tal información será cada vez más importante en el futuro, ya que la tecnología debe, en cualquier caso, seguir incorporándose satisfactoriamente a una sociedad que cada vez estará mejor preparada para formular sus propias preferencias y prerrequisitos.

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Palabras clave

participación pública, decisiones políticas, expectativas realistas, conocimiento, opinión pública

Nota

  1. Para una discusión del concepto de 'conocimiento sólido', véase el editorial de este número.

Referencias

De Vries, G., Zeppelins. Over filosofie, technologie en cultuur, Van Gennep, Amsterdam, 1999.

Eurobarómetro 52.1, The Europeans and Biotechnology, Informe del INRA(Europa)-ECOS, Dirección General de Educación y Cultura `Citizens¿ Centre¿, 2000.

Grove-White, R., Macnaghten, P., Maye S., Wynne, B., Uncertain World: Genetically Modified Organisms, Food and Public Attitudes in Britain, Universidad de Lancaster, Lancaster, 2000.

Meester, F. y M., Abraham de Swaan over het sociaal contract, Filosofiemagazine, 7 (10), 2001.

Toulmin, S., Kosmopolis: verborgen agenda van de moderne tijd, Agora, Kampen, 2001.

Wynne, B. `Misunderstood Misunderstandings: social identities and public uptake of science¿. En: A. Irwin y B. Wynne (eds.), Misunderstanding Science? The Public Reconstruction of Science and Technology (págs.19-46), University Press, Cambridge, 1996.

Contactos

Lieve Goorden, Universidad de Amberes

Tel.: +32 322 048 90, fax: +32 322 049 01, correo electrónico: lieve.goorden@ua.ac.be

Joke Vandenabeele, Universidad de Amberes

Tel.: +32 322 049 04, fax:+32 322 049 01, correo electrónico: joke.vandenabeele@ua.ac.be

Sobre los autores

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Lieve Goorden es catedrática de Evaluación Tecnológica en la Facultad de Economía Aplicada de la Universidad de Amberes. Estudió ciencias sociales y políticas en la Universidad de Amberes, donde también se doctoró en Sociología del Trabajo y Economía. Después de su doctorado, trabajó en un proyecto de investigación sobre innovación y capital riesgo en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Libre de Bruselas y trabajó durante varios años en la Fundación Flamenca para la Evaluación Tecnológica (Stichting Technologie Vlaanderen) de Bruselas, donde su investigación y sus labores de asesoría se han dirigido hacia la política tecnológica y la evaluación de tecnologías. En el Instituto de Estrategia, Tecnología y Política del TNO (Delft) ha investigado en tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) y gobierno. En octubre de 1999 entró a formar parte del STEM (Study Centre Technology, Energy and Environment) de la Universidad de Amberes, donde ocupa el cargo de investigadora senior, coordina el grupo de investigación sobre evaluación tecnológica y trabaja sobre el debate público y la toma de decisiones políticas sobre problemas tecnológicos y medioambientales complejos.

Joke Vandenabeele es investigadora del STEM (Study Centre Technology, Energy and Environment) de la Universidad de Amberes (desde mayo de 1999) donde estudia los métodos participativos para la evaluación de nuevas tecnologías y toma de decisiones políticas interactivas sobre medio ambiente. Es licenciada en Educación de Adultos (1991) por la Universidad de Gante y ha trabajado como investigadora en diversas universidades de Flandes. Su carrera científica en el campo de las innovaciones sociales comenzó en el Departamento de Educación Social, Cultural y del Tiempo Libre en la Universidad de Gante. Después de licenciarse investigó en la Universidad de Amberes (UFSIA), en el Departamento de Sociología y Política Social, y en la Universidad de Lovaina. Tiene una beca del gobierno flamenco y ha escrito su tesis doctoral sobre el proceso de aprendizaje social que tiene lugar cuando se aceptan responsabilidades ecológicas.

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