El papel de los expertos en el diálogo entre Ciencia y Sociedad

AutorGilles Le Chatelier
CargoDirector del Gabinete del Ministro francés de Investigación

Aunque, durante la última década, en muchas naciones industriales avanzadas puede haber parecido a veces que se ha producido una ruptura entre la comunidad científica y el resto de la sociedad, la mayoría de la gente estará ahora de acuerdo en que esta impresión no es más que un error de perspectiva. En general, el público no es activamente hostil a la ciencia, aunque la idea de progreso sin duda ya no está sobre el pedestal que ocupaba en el siglo diecinueve.

Sin embargo, lo que sí es verdad es el potencial para causar inquietud que tienen algunos de los nuevos campos que está explorando la ciencia (biotecnología, tecnologías de la información y la comunicación, etc.), y los avances que se han hecho en ellos durante los últimos veinte años, en conjunción con la persistencia de sus efectos, tanto para los modos de vida como para el medio ambiente (energía nuclear, transfusión sanguínea, plaguicidas, fertilizantes artificiales, etc.). Habremos observado, sin lugar a dudas, que los campos que causan mayor miedo colectivo e individual, y que dan lugar a fuertes reacciones, en ocasiones incluso violentas, son aquéllos que se perciben como poseedores de un efecto irreversible sobre las futuras generaciones, para su salud y para el medio ambiente.

Los campos que causan mayor miedo, así como reacciones fuertes e incluso violentas en ocasiones, son con frecuencia aquéllos que se perciben como que tienen un efecto irreversible sobre las futuras generaciones

Esto ha dado lugar a una visión más crítica de la ciencia como un todo y a una mayor vigilancia tanto de sus direcciones actuales como de los resultados que se esperan en el futuro. Simultáneamente las herramientas disponibles para que esta vigilancia sea efectiva parecen cada vez más inadecuadas. No es necesario para confirmarlo más que mirar a la demanda creciente de debate y a la inflación de casos llevados a los tribunales sobre temas de ciencia y tecnología.

El campo científico y técnico está sometido a un nuevo imperativo que abarca y sobrepasa a los objetivos de regular, a nivel interno, la actividad de investigación (normas éticas, mecanismos para evitar el fraude, etc. )Este imperativo surge de vagas pero urgentes llamadas a que las decisiones en ciencia y tecnología se tomen de un modo más democrático. Esto es aplicable en particular (aunque no en exclusiva) a la implementación de políticas públicas, aunque sólo fuese, como tan acertadamente ha escrito el Comisario Philippe Busquin: "para restaurar en los europeos los medios de reinstaurar la fe en la aventura de la ciencia y la confianza en el progreso que genera".

El desarrollo simultáneo de un campo de investigación (biología molecular) y de un concepto normativo (el principio de precaución) se encuentra en el origen, si no en la existencia misma, del gran énfasis que se otorga a ciertos temas cuya dimensión ética tiene una importancia nada desdeñable.

Por un lado si la biotecnología cumple las posibilidades que muchos científicos predicen, el mundo en que vivimos cambiará profundamente. Esto afectará no sólo a los métodos de producción (agricultura, ganadería, medicamentos, etc.) sino también a la reproducción (selección genética de embriones, clonación, etc.).

Por otro lado, este conjunto de tecnologías está desarrollándose en el preciso momento de la historia de nuestras sociedades en el que, aunque la opinión pública acepta ampliamente que el progreso científico es científica y económicamente valioso, la actitud es más crítica que nunca y los resultados inmediatos (adquirir conocimiento científico seguido por su aplicación) no siempre están libres de consecuencias no deseadas, Además, la sociedad se ha hecho más reacia ha aceptar riesgos, hasta el extremo de que se hace mayor aplicación del principio de precaución, que se extiende más allá del campo de la biotecnología a todas las áreas del desarrollo científico y técnico.

Una preocupación en la comunidad científica que ha derivado del principio de precaución, es que, dada la inevitable incertidumbre de los resultados de toda la actividad científica, pueda conducir a la parálisis y a la inactividad

Este principio parece ser el reverso de la lógica reinante según la cual la sociedad tendía a conceder a la investigación científica libertad para seguir su propio camino y sólo reaccionaba cuando surgían problemas, y en general lo hacía aplicando procedimientos de gestión del riesgo. El principio de precaución, por el contrario, implica no esperar a que los posibles problemas se presenten, sino suministrar los medios previos, tan pronto como haya cualquier duda sobre la inocuidad de la investigación que se esté llevando a cabo o sobre los productos desarrollados, y tratar de predecir los posibles efectos con el fin de prevenirlos mejor.

En cierto momento se temió que esto llevase a una parálisis ¿ la incertidumbre es una característica de todos los nuevos desarrollos de la ciencia; ¿no llevaría esto a prohibir todo tipo de investigación? Sin embargo, el principio de precaución ha dado lugar, tanto en Francia como en Europa en su conjunto, a numerosas deliberaciones que, aunque no están totalmente de acuerdo, parecen estar llevando a la mayoría de los observadores a una comprensión común, en primer lugar de que precaución no es abstención; es decir que no implica por principio abstenerse de iniciar nuevos caminos científicos y técnicos basándose en que toda novedad supone incertidumbre. Antes bien, en la práctica, lleva consigo una evaluación previa de los posibles efectos adversos o de las consecuencias no deseadas, para configurar la investigación de un modo tal que limite, lo más posible, el alcance de aquella incertidumbre. La idea general no es por tanto ambigua: los desarrollos científicos no están, sin remedio, abocados a introducirse en la sociedad conjuntamente con sus riesgos y beneficios; es posible por el contrario tratar de examinar estos riesgos con más detalle en su origen, antes de que se desarrollen, y entonces seguir más de cerca su evolución para controlar sus efectos y por tanto su aceptabilidad, su oportunidad, etc. La precaución por tanto restablece la posibilidad de elegir, de escoger el camino a seguir por la investigación y después de seleccionar los usos que se puedan hacer de los resultados de tal investigación. Esto representa un nuevo enfoque que reúne a los ciudadanos, a los científicos y a los políticos alrededor de un nuevo "contrato social" entre la ciencia y la sociedad.

En la práctica, el principio de precaución ha significado una evaluación previa de los posibles efectos, y después se configura la investigación de un modo tal que limite, lo más posible, la incertidumbre

Para que esto sea realidad es necesario tender puentes entre la ciencia y el público. Nuestros ciudadanos tienen que estar totalmente informados tanto del progreso realizado por la investigación en ciencia y tecnología como de los problemas que plantea, de modo que sean capaces de entablar un debate con los políticos.

Éste es un tema que no está en modo alguno limitado a Europa y está movido por algo más que sólo el principio de precaución. En mayor o menor medida (y más o menos claramente) concierne a países a todos los niveles de desarrollo y se ha complicado por algunos de los avances hechos por la ciencia y la tecnología. Hablando en términos generales, afecta a aquellos países que están participando en la "globalización" y que por lo tanto están experimentando:

Los procesos de globalización y de integración europea están creando confusión entre los ciudadanos al socavar el papel tradicional del estado nacional a cuyo nivel se resuelven los temas de política de C/T

Por un lado, una eliminación de las huellas tradicionales de nuestra identidad individual y colectiva por instrumentos concebidos y controlados desde fuera de nuestra esfera política, económica y cultural compartida.

Y por el otro, el debilitamiento del papel estructurador de los cuerpos social y político, los estados nacionales en particular, que son responsables de incorporarlas y hacerlas trabajar.

De hecho este debilitamiento de los interlocutores tradicionales y familiares, el estado nacional en particular, causado por la globalización, está difuminando la percepción de la opinión pública sobre la integración europea.

En otras palabras, precisamente cuando el público tiene dudas crecientes sobre la investigación científica y técnica, el actor social hacia el cual se le hubiera dirigido para obtener respuestas, es decir el Estado, es menos capaz de contestar, o bien porque el proceso de globalización lo ha dejado al margen o porque la autoridad se ha trasladado al nivel europeo, confundiendo así a la opinión pública.

En realidad es necesario volver a "politizar" la Ciencia, reintegrarla a la esfera de los asuntos públicos y reintroducirla en el debate político que debe existir en cualquier sociedad democrática, sobre todos los temas importantes que la afectan. Nuestros ciudadanos desean participar en el debate sobre las aplicaciones de la investigación del genoma, la investigación sobre el embrión humano y las células madre, en las OGM o en el destino de los residuos radioactivos.

Una mayor familiaridad del público con el pensamiento científico es esencial para un debate público riguroso y efectivo. Sin embargo, igual que en la educación, es preciso examinar el modo en que se difunde la información

Una mejor asistencia sanitaria, la nutrición y la seguridad son temas y retos con los que se enfrenta la investigación y en los que los ciudadanos deben participar. Si no, el debate democrático sería incompleto.

Pero, ¿qué caminos se deben seguir para alcanzar estas metas?

El primero me parece que es claramente la formación. Igual que no se puede esperar construir una integración duradera en Europa sin una conciencia colectiva, basada en la enseñanza de una historia común, de una geografía y de una instrucción cívica común, del mismo modo no se puede conseguir la participación del público en conjunto en el debate democrático sobre la ciencia, sin reforzar el componente científico y tecnológico de la formación en toda Europa. Los elementos del conocimiento científico básico tienen que llegar a ser una parte de lo que las futuras generaciones considerarán conocimiento general.

Sin embargo, la educación del público es una condición necesaria pero no suficiente. Es también esencial trabajar sobre el modo en que las autoridades distribuyen la información, el papel de los medios, cómo están formados y cómo funcionan los foros de discusión, etc.

La creación de las condiciones para un debate democrático también se basa en una reflexión previa sobre el lugar y el papel del experto, tal y como ha sido subrayado por todo el trabajo desarrollado sobre el principio de precaución. A este respecto, la propuesta francesa de crear una Academia Europea de Ciencias es una contribución para clarificar varias opciones científicas y técnicas a las instituciones comunitarias y para prepararse para un debate más amplio a nivel europeo.

Una Academia Europea de Ciencias podría contribuir a clarificar varias opciones científicas y técnicas a las instituciones comunitarias y a prepararse para un debate más amplio a nivel europeo

Los intereses en juego para conseguir la aceptación social de ciertas áreas del progreso científico y tecnológico son elevados. Sin embargo, si esta aceptación no se consigue, el riesgo de que algunas áreas sean efectivamente rechazadas es considerable. No es necesario decir que estos temas son de la mayor importancia económica. Debido a la importancia fundamental de estos temas, la presidencia francesa decidió convocar una reunión (30 de noviembre y 1 de diciembre) de los ministros europeos con responsabilidad en la investigación, junto con varios homólogos de países asiáticos, con motivo del coloquio en la Sorbona titulado "Ciencia y Sociedad", para discutir estos temas, temas que también son centrales en esta conferencia, que tendrá lugar hoy y mañana en Bruselas, organizada por la Comisión, y que por lo tanto es una iniciativa que apoyamos plenamente.

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Palabras clave

ciencia y sociedad, principio de precaución, globalización, integración europea, Academia Europea de Ciencias

Contacto

Gilles Le Chatelier

Tel.: +33 01 555 590 90, fax: +33 01 555 583 39, correo electrónico: secretaire.lechatelier@recherche.gouv.fr

Sobre el autor

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Gilles Le Chatelier, es Director del Gabinete del Ministro francés de Investigación y profesor en el I.E.P. de París. Ha trabajado en el Consejo de Estado y en el Consejo Constitucional de Francia y como experto para la Unión Europea.

The IPTS Report, is the refereed techno-economic journal of the IPTS,

edited by D. Kyriakou, published monthly in English, French, German and

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