La paciencia del corazón

AutorMarta Albert
CargoFilosofía del Derecho Universidad Rey Juan Carlos Madrid
Páginas91-94
91
LA PACIENCIA DEL CORAZÓN
THE PATIENCE OF THE HEART
EMILIO GARCÍA-SÁNCHEZ, DESPERTAR LA COMPASIÓN. EL CUIDADO ÉTICO
DE LOS ENFERMOS GRAVES. PRÓLOGO DEL DR. GONZALO HERRANZ,
EUNSA, PAMPLONA, 2017.
Cuadernos de Bioética. 2019; 30(98): 91-94
DOI: 10.30444/CB.24
Copyright Cuadernos de Bioética
Este trabajo se publica bajo una licencia de
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional
En uno de esos formidables retratos del alma huma-
na que son sus novelas, Stefan Zweig distinguía dos for-
mas de compasión. Una es la compasión “creativa”, que
sabe lo que quiere y “está dispuesta a aguantar con pa-
ciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso
más allá de ellas”. La otra no más que “impaciencia del
corazón”: impaciencia por liberarse cuanto antes “de la
penosa emoción ante una desgracia ajena”1.
El libro del profesor Emilio García-Sánchez trata, so-
bre todo, de la compasión creativa y de su relevancia en
el cuidado del enfermo, pero no descuida la atención a
la segunda, que no es realmente compasión sino, más
bien, la peor perversión de la compasión misma, como
muy bien hace ver el Dr. Herranz en su prólogo a la
obra, proponiendo al lector un final “alternativo” para
la parábola del buen samaritano.
Así, lo primero que hace el autor es distinguir la
verdadera compasión de las emociones que inspiran a
los corazones impacientes. Emilio García-Sánchez es bien
consciente de que “la expresión sentir compasión por
el enfermo da lugar a malentendidos si previamente
se corrompe su esencia” (p. 27), y por eso, ya desde el
capítulo introductorio, aclara al lector que la auténtica
compasión no nace del intento de eludir el sufrimiento
ajeno (y, sobre todo, en mi opinión, sus molestas conse-
cuencias en nosotros) sino en hacerlo propio, en estar
1 Zweif, S., La impaciencia del corazón, trad. de Joan Fontcu-
berta, Acantilado, Barcelona, 2006, 6ª ed.
dispuesto a albergar esa “miseria en el corazón” (como
nos recuerda García-Sánchez usando la bellísima expre-
sión de Tomás de Aquino).
De la compasión privada de razón, de la compasión
que es puro sentimentalismo y de sus causas y de sus
nocivos efectos se ocupa el autor en el segundo capítulo
de la obra. Especialmente interesante, desde mi punto
de vista, es análisis de la infantil negación del dolor en
las sociedades hedonistas, y de cómo esta fallida refuta-
ción no nos conduce a nada, más allá de sustituir dolores
profundos y reales por otros epidérmicos (pero por los
que sufrimos con desproporcionada intensidad), y, so-
bre todo, de cómo el intento de apartar el sufrimiento
de nuestras vidas nos conduce a des-cuidar a nuestros
enfermos. Ellos nos obligan a mirar a la cara al dolor y
eso, en el modo en que hemos planteado nuestra vida,
resulta casi ofensivo.
El sufrimiento y la enfermedad son, en realidad, una
ofensa a nuestra voluntad de poder, a la planificación
sobre la que tratamos de articular nuestra existencia. Y
mientras nos afanamos en que nuestra vida transcurra
bajo nuestro exclusivo control y de acuerdo a nuestros
planes, no hay tiempo ni espacio para el con-moverse,
para el com-padecerse, para sufrir con otro que sufre.
En ese contexto no es extraño que, como escribe García-
Sánchez, “alguien, por lástima, se entromete en el dolor
del hombre apropiándose de su vida” (p. 46).
Y efectivamente así ocurre, y una falsa compasión
justifica una apropiación indebida de la vida de otro.

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