En los orígenes de la España Contemporánea: 1836-1839. El nacimiento de los partidos políticos y de la idea de progreso

AutorJosé Manuel Cuenca Toribio
Cargo del AutorCatedrático de Historia Moderna y Contemporánea
Páginas147-166
EN LOS ORÍGENES DE LA ESPAÑA
CONTEMPORÁNEA: 1836-1839.
EL NACIMIENTO DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y
DE LA IDEA DE PROGRESO
JOSÉ MANUEL CUENCA TORIBIO
Catedrático de Historia Moderna y Contemporánea
Tan difícil e impreciso es buscar en el pasado años auténticamente genesíacos y
germinales como terminales y conclusivos. Los filósofos y los poetas lo han intui-
do así, antes de que los historiadores lo analizasen. Entre nosotros, Unamuno, pen-
sador de gran saber en las disciplinas sobre el tiempo pretérito, escribió cosas muy
acertadas y penetrantes acerca de ello.
Pero si, obligada e impositivamente, por exigencias de algún guión investigador
–los orígenes de los partidos, por ejemplo, o, vinculado con ello, los de la idea de
progreso como propia y exclusiva de una determinada sensibilidad política– hubie-
ra de indicarse una fase en verdad auroral en los dos últimos siglos de convivencia
nacional, acaso no se vacilaría en señalar el trienio 1836-39 como las fechas inau-
gurales de uno de los procesos de mayor poder configurativo de la España contem-
poránea. Dentro de una etapa –la década de las regencias-caracterizada– pese a lo
afirmado adocenada e inercialmente– por su capacidad innovadora y generatriz,
dicho periodo constituye el núcleo más fecundo por su fuerza creativa y contener in
nuce las premisas esenciales de derivas de suma trascendencia en el desenvolvi-
miento más reciente de la sociedad hispana. No ha mucho, Alejandro Nieto, un
sobresaliente administrativista –el de mayor y más genuina cultura historiográfica en
un gremio muy inclinado por los pasatiempos y alegres incursiones en el territorio
de Clío–, imantado quizá por la fascinación interpretativa del reinado, consagró a su
estudio uno de los libros más relevantes en la maltrecha área de las humanidades
españolas: Los primeros pasos del Estado constitucional. Historia administrativa de
la Regencia de María Cristina de Borbón. (Barcelona, 1996, 602 pp.)1. Su husma
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ORÍGENES DEL MUNICIPIO CONSTITUCIONAL
1Hecho el merecido elogio de obra tan monumental como descollante, ha de añadirse que sus valores
atañen más a la riqueza de argumentos e hipótesis que a su acribia documental y bibliográfica. Los descubri-
mientos de mediterráneos, los descuidos y gazapos de la información –v. gr., Martínez de la Rosa presidente
del Consejo de ministros en 1836; el sacerdote valenciano del Opus Dei y gran especialista fernandino
Federico Suárez tramutado en el jesuita granadino Francisco Suárez, et sic de caetera–, las lagunas biblio-
gráficas –empresa temeraria sin duda la de emprender la roturación del periodo sin consultar, por ejemplo,
los estudios de Carlos SECO SERRANO o José Luis COMELLAS GARCÍA-LLERA,o, en el terreno bélico –muy tran-
tenía, empero, carácter y metas muy distintos a los de las presentes líneas, polariza-
das en el análisis de algunas de sus claves en el terreno político y social, en especial,
en la primera vertiente.
Pues, en efecto, en tal etapa se llegó a implementar el sistema de poder que
arquitrabó la política nacional durante la vigencia del liberalismo, con la normal
evolución de unas opciones no modificadas esencialmente a lo largo de un siglo.
Los vocablos, las denominaciones de los dos partidos que vehicularon sustancial-
mente el ideario político de los españoles de mediados del XIX desaparecieron con
la “Gloriosa”; pero no así el talante ni las creencias que expresaban, vertidos sin
particular violencia en el cauce del bipartidismo canovista. Durante la Monarquía
de Sagunto, habría de producirse la polarización de todo el universo de ideas y sen-
timientos encarnados por ambas corrientes en la dualidad terminológica más incon-
movible del pensamiento y la praxis política posteriores: derecha e izquierda.
Previamente a esta decantación dual, una y otra –en especial, la segunda– acrecen-
taron su caudal, con aportes provenientes de otras zonas de la militancia electoral o
pública –anarquistas republicanos, socialistas, tradicionalistas, carlistas…–.
Conforme es harto sabido, la clasificación arrancaba de la fase inicial de la
Revolución francesa, y, conceptualmente, en su proyección nacional, cabe rastrear
su punto de partida en las España de Cádiz y del Trienio. No obstante, los innega-
bles deseos del universo –entonces, microcosmos…– liberal por aglutinarse en
torno a un polo fundente primero frente a la contrarrevolución y después cara al car-
lismo en armas, los antagonismos y divisiones tan ostensibles en los dos ensayos
constitucionales de 1812 y 1820 ponían al descubierto una proclividad incoercible
hacia la separación. Ulteriormente, se aludirá a la nostalgia de los espíritus más tre-
mantes del liberalismo histórico por recobrar una unidad nunca materializada en la
práctica: ahora se constatará la palmaria evidencia que sólo el bipartidismo –en
espera de un multipartidismo imposible por impensable en una sociedad muy esca-
samente movilizada en las coordenadas del régimen representativo– podía dar vida
a un eficaz gobierno parlamentario2. Supuesto muy distinto es, claro, que éste se
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EL MUNICIPIO CONSTITUCIONAL
sitado por el eximio autor–, la apabullante tesis doctoral de A. BULLÓN DE MENDOZA,La Primera guerra car-
lista (Madrid, 1992)–, la infirme visión de algunas cuestiones –en la exploración de la laberíntica geografía
de la época sus guías serán, a las veces, autores primerizos o de muy escaso crédito–, así como la desmesu-
rada audacia, frívolo enfoque –¡comparación de un enrevesado asunto de psicología de masas con la de los
eternos rivales balompédicos de la ciudad del Betis!–, el gratuito juicio en materias de gravedad y trascen-
dencia historiográfica rebajan, desventuradamente, su por lo demás indudable y encomiable estatura y valor
científicos, singularmente, en las facetas de historia administrativa o de la Administración… (aunque tampo-
co aquí dejarán de vez en cuando de saltar los gazapos, por no hablar del tratamiento de las reformas ecle-
siásticas, perspicaz pero de muy débil textura informativa).
2En un curioso texto del libro del progresista J. Francisco Campuzano Los partidos (Madrid, 1839)
reproducido por A. COLOMER VIADEL Los liberales y el origen de la monarquía parlamentaria en España
(Madrid, 1988, p. 19) se diría (pp. 10-1): “Los partidos son una necesidad de los Gobiernos populares, a cuya
clase pertenecen las Monarquías representativas. Pretender que no los haya, es un vano deseo por bueno que
parezca y de contado preferible son a las cávalas y facciones (…). En España pueden ser hasta provechosos,
porque nuestros males vienen de las personas que han ejercido una autoridad arbitraria acomodada a sus inte-
reses particulares, y los partidos sosteniendo doctrinas generales se separan del interés individual y se acer-

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