Municipio y civismo. Las ordenanzas municipales como instrumento para la convivencia

AutorMarisol Ibáñez Picó
CargoTécnico de Administración General. Jefa de Sección de la Unidad de Disciplina Municipal del Ayuntamiento de Leganés
Páginas143-181

Page 143

I Introducción

Sólo en A Coruña, Barcelona, Sevilla, Granada y Valladolid, el vandalismo urbano ocasiona un gasto anual que supera los 17 millones de euros. La Memo-ria de la Fiscalía General recoge que en 2004 fueron detenidos 6.757 menores por el delito de daños.

Según el último sondeo del Instituto de la Juventud, el siete por ciento de los jóvenes reconocía haber participado en algún tipo de gamberrada o destrozo. En Barcelona, el Ayuntamiento gasta un millón de euros mensuales en la reposición y reparación del mobiliario. En Valladolid, más de 1.000 jóvenes son denunciados en 2004 por orinar en la calle, y casi un centenar por destrozos en jardines y mobiliario. En Sevilla la organización del botellón generó ese mismo año 702.000 kilos de residuos.

¿A qué se debe y como actuar? ¿Se trata de gamberrismo organizado por rebeldes sociales?

A ello se une otro fenómeno al que últimamente están haciendo frente los Municipios: la nuevas situaciones provocadas por la convivencia entre gentes de diferentes culturas, idiomas y con problemas de adaptación.

Los gobiernos municipales deberán afrontar el reto de lograr la convivencia en la diversidad social.

Page 144

Sentimientos encontrados sobre logros sociales como la libertad y los derechos de los ciudadanos, chocan con una realidad en la que con una nostalgia mal entendida se reclaman valores ¿de antaño? ¿perdidos?

Y vemos como uno de los grandes pilares de las últimas campañas electorales (máximo ejemplo el de las últimas elecciones municipales) ha sido para la gran mayoría de partidos políticos la promesa de abordar ese tema, comprometiéndose a poner en marcha planes de actuación para resolver los problemas de convivencia o a la elaboración de una Ordenanza sobre civismo, si no contaban ya con ella.

Las Administraciones Locales han iniciado en los últimos años una serie de actuaciones dirigidas a abordar las nuevas demandas que exige el intenso cambio social de las ciudades, basadas en la participación Ciudadana, la integración y la educación en el respeto en las relaciones con el prójimo y con el entorno.

La necesidad de elaborar y aplicar sus propias normas de convivencia pública como máximo exponente y esencia del principio de autonomía local, nos lleva a la apuesta que han hecho la mayoría de Administraciones locales por las «Ordenanzas Municipales de convivencia».

Se trata de normas que tienden, en la mayoría de los casos, a integrar elementos muy heterogéneos en un único texto, cada una con sus particularidades, pero atendiendo a criterios e intereses muchas veces comunes.

II El civismo como expresión social de democracia
1. Concepto de civismo El término «de moda»

Para poder abordar el tema que nos ocupa es imprescindible detenernos en el significado de esa palabra que repetiremos una y otra vez mientras debatimos cómo y de qué forma lograr lo que expresa.

En cualquier caso, no puede olvidarse que se trata de un término muy utilizado últimamente, al entrar dentro de las palabras «bien sonantes» que agradan y producen consenso. Hasta el punto de que en la actualidad, en el momento en que los reclamos de marketing del sector bancario se orientan a la supresión de comisiones y acercamiento al usuario de clase media, una determinada entidad, en su afán de acercamiento y demostración de su interés por el cliente incluye en su campaña publicitaria el eslogan «BANCA CÍVICA»1.

Page 145

Según el Diccionario de la Real Academia Española (22.ª edición):

Civismo:

(del fr. Civisme)

1m. Celo por las instituciones e intereses de la patria

2m. Comportamiento respetuosos del ciudadano con las normas de convivencia pública

¿Y qué significa, a su vez, «Convivir»? Pues convivir (del latín convivere) significa vivir en compañía de otro u otros.

Sin duda, de las dos acepciones de la palabra civismo, la primera que nos viene a la mente y que actualmente consideraríamos más adecuada, es aquella que lo relaciona con un comportamiento conforme a unas pautas sociales, que todos aceptamos como normas públicas de convivencia.

Pero esa definición, en la que estaríamos casi todos de acuerdo, encuentra precisamente el consenso pacífico en la amplitud de los términos que empleamos.

La misma palabra ciudad («cives»), avanza la importancia del marco político espacial, no son las casas las que hacen ciudad, son las personas cuando deciden organizarse para poder convivir quienes transforman un «territorio» en un «espacio público» y así se convierten en ciudadanos por el ejercicio de unos derechos y el cumplimiento de unos deberes.

Ya Aristóteles definía al hombre como «animal político» y a la sociedad como «Estado o ciudad». Afirmaba que los animales también tienen sociedad, viven juntos en grupo pero no tiene leyes, son agrupaciones poblacionales, su única ley es la naturaleza, no como el hombre que es él quien elige las leyes.

El poder público deberá definir un sistema legal que configure una estructura estable en la cual pueda vivir una sociedad y va a ser la autoridad municipal quien marque las normas más básicas que conformaran el orden social. Está claro que en nuestra sociedad las normas en las que se traducirán esas necesarias pautas de conducta serán la Constitución y el resto de Ordenamiento Jurídico vigente, en el marco de la expresión política que permitirá esa estructura: la democracia.

Pero la democracia como sistema no puede consistir en la simple adopción de decisiones por mayorías... pensemos en que los vecinos de un inmueble deciden libremente mediante votación y por unanimidad expulsar a un vecino

Page 146

porque es minusválido y les resulta costoso adaptar la finca a las necesidades de éste.

Así podremos observar en el momento en que pasemos a analizar las Ordenanzas vigentes sobre convivencia, lo difícil que es atender a esta realidad y cómo surgirán siempre problemas y conflictos por el choque de intereses.

2. Educacion y cultura de convivencia como base del civismo

Las exigencias de civismo se plantean en las circunstancias más cotidianas: reclamamos limpieza en las calles, silencio para el descanso, jardines cuidados.... y por ello frecuentemente esas manifestaciones y demandas de que sean todos los ciudadanos los que utilicen las papeleras, tengan cuidado con el volumen de la música, no destrocen las plantas... añorando esos principios por los que a nadie se le podía ocurrir hacer esas cosas!!

¿A qué principios o valores se hace referencia? ¿De qué «civismo esencial» se habla?

¿Cuántas veces no oiremos a alguien que reclama el regreso de esa asignatura escolar: ¡la urbanidad!

Sin duda es esa apelación a las buenas maneras se relaciona directamente con conductas adecuadas para una convivencia agradable y respetuosa basada en la idea de cuidado de lo público y respeto al resto de ciudadanos.

Dentro de esos mínimos de civismo que marca la urbanidad se incluyen como principios, conductas como ceder el asiento a nuestros mayores, ayudar a cruzar a los que lo necesiten... considerándose como antisociales aquellas que resultan inconvenientes para esa vida común en la ciudad.

No puede ponerse en duda que el civismo está ligado a la buena educación, VICTORIA CAMPS define la expresión buena educación en su libro «Virtudes Públicas»2 así: «decimos que una persona está bien educada cuando se comporta correctamente, conoce y practica las normas de cortesía al uso, no pierde la compostura y sabe estar en cualquier parte.»

Ocurre, no obstante que la realidad social que marca esas pautas básicas no es ni por asomo estática y única y lo que en un principio parecía definir todos los comportamientos demandados, debe revisarse a la vista de «nuevos valores».

Page 147

Así si hoy quisiéramos volver a impartir esa asignatura por supuesto deberíamos revisar esas «Cartillas de urbanidad» que se utilizaban en las escuelas, distintas según el alumno fuese niño o niña3.

[VER PDF ADJUNTO`]

Estas indicaciones vistas hoy pueden parecernos carentes de sentido y en muchos casos contrarias a nuestros valores constitucionales. El contraste entre las sucesivas regulaciones jurídicas puede ser del todo revelador. Sin duda la foto de la niña sirviendo pacientemente en la mesa a sus hermanos varones, no tan sólo sería hoy impensable sino que ha sido sustituida por infinitas campañas para promover el reparto de las tareas domésticas....

Page 148

Por ello, como veremos, el gran reto de los municipios en este tema...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR