Oposita que algo queda, de José M. Chico y Ortiz.

AutorJuan Pablo Ruano Borrella
Páginas1526-1528

    Chico y Ortiz, José M.a: Oposita que algo queda, Editorial Civitas, Madrid, 1952.

He tenido ocasión de leer algún libro que de manera más o menos directa se ocupa del que para quien las ha vivido -con acierto final o sin él- es el gran tema de las oposiciones. Sin embargo, estos libros, a pesar de que alguno de ellos está suscrito por prestigiosa pluma, no acababan de convencernos, no acababan de ser ese libro que de modo definitivo se ocupara de ello, recogiera sus vivencias y, en una palabra, nos situara en aquellos años ya pasados, nunca olvidados y, en cierto modo, añorados; aquellos años en los que éramos jóvenes, al menos desde el punto de vista del calendario. Y ahora ese libro esperado, deseado, temido también, aparece de la mano de José M.a Chico. No es una novela, es una obra de anécdotas, de vivencias, de recuerdos y, sobre todo, de nostalgia. Por eso, para nosotros, para todos los que fuimos opositores, se convierte en el "libro del opositor", aunque inevitablemente sea el libro de una determinada generación de opositores, aquella que se mueve entre los años cuarenta y sesenta. Esto, sin embargo, no resta frescor y actualidad a la obra, pues su contenido, con ligerísimas variaciones, es perfectamente aplicable a los tiempos posteriores y pienso que también a los anteriores.

El gran mérito, por tanto, de este libro de opositores y oposiciones sobre los demás géneros es que el autor ha formado parte de ellas, ha formado parte del drama, de su amargura y de su felicidad. Como él mismo nos recuerda: "Soy de las pocas personas que puede contar estas cosas, pues no debe olvidarse que a mí me han suspendido en casi todos los tribunales de oposiciones... y algún bedel". Estas palabras del autor que ahora suenan a broma encierran sin embargo una tremenda verdad, una tremenda verdad de muchos años de sufrimiento y de tristezas que se mezcla con la explosión de alegría del momento final y de la ilusión y esperanza en todo momento puesta en ello, acrecentada sin duda por la juventud.

Sin embargo, en estas breves líneas quiero apartarme de todo sentimiento triste y hacer con el tiempo recuerdo para la alegría pasada y olvido de la amargura. Dice el autor: "A pesar de que esta anécdota pudiera contener un resentimiento, ni ánimo de apartarme del drama, resaltar el humor que encierra la oposición con todo sentido deportivo. Al borde de ese camino que hicimos con Machado al andar dejamos la angustia, la tristeza, el desánimo, la amargura y...

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