Las oposiciones a la cátedra de Derecho Procesal de la Universidad de Zaragoza celebradas en 1932: mito y realidad

AutorManuel Cachón Cadenas
CargoCatedrático de Derecho Procesal Universidad Autónoma de Barcelona
Páginas15-49

    Trabajo destinado a los Estudios en Homenaje al profesor José Luis Vázquez Sotelo.


"¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará: y nada hay nuevo debajo del sol" (Qohélet)

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1. Triunfo de Prieto-Castro sobre Alcalá-Zamora y Castillo en unas oposiciones muy reñidas

Por unas u otras razones, algunos concursos y oposiciones a cátedras de Derecho Procesal y, más en general, a plazas de profesor de la disciplina han hecho época, y, como tales, siguen siendo objeto de especial recuerdo en la comunidad de procesalistas. Cuestión distinta, claro está, es la concerniente a la índole de esa memoria: será un recuerdo grato para algunos, amargo para otros, y ni lo uno ni lo otro para los restantes. Pues bien, una de las oposiciones que han marcado un hito en la historia universitaria española relativa a estos estudios fue la realizada en 1932 para cubrir la cátedra de Derecho Procesal de la Universidad de Zaragoza.

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La celebridad de esta oposición obedece a múltiples circunstancias, entre las que cabe destacar las siguientes:

1) El primer hecho relevante radica en la extraordinaria categoría científica de los dos aspirantes a la cátedra que se enfrentaron en dichas oposiciones: don Leonardo Prieto-Castro1 y don Niceto Alcalá-Zamora y Castillo2. Como es bien sabido, se trata de dos de los máximos procesalistas españoles del siglo XX3,Page 17 por más que en 1932 ambos eran aún muy jóvenes4.

2) Pero es que, además, en las oposiciones a la cátedra de Derecho Procesal de la Universidad de Zaragoza celebradas en 1932, se dio otra circunstancia singular: el opositor que resultó derrotado, o sea, Alcalá-Zamora y Castillo, era hijo del entonces Presidente de la Segunda República española, es decir, de don Niceto Alcalá-Zamora y Torres. Mientras que dos de los cinco miembros del tribunal votaron en favor de Alcalá-Zamora, los tres votos restantes fueron favorables a Prieto-Castro, que, de esta forma, obtuvo el triunfo en las oposiciones. Este hecho es el que, mayormente, está en el trasfondo del presente escrito, como se verá más adelante.

2. Las quejas del vencido y la conveniencia de saber algo más acerca de lo ocurrido en aquellas oposiciones de 1932

Precisamente porque fue vencido el hijo de quien en aquella época era el Jefe del Estado español, las oposiciones mencionadas están adornadas por unPage 18 halo de ejemplaridad, basado en que el tribunal o, por decirlo con más exactitud, tres de los integrantes del tribunal fueron capaces de sobreponerse a los impulsos que tendían a dar la victoria al hijo del Presidente de la República.

Pues bien, creo que ya ha pasado suficiente tiempo como para que tratemos de saber, hasta donde nos sea posible, algo más acerca de las circunstancias reales que presidieron la realización de aquellas oposiciones, a fin de comprobar si el aura de la que siguen gozando se corresponde con lo realmente ocurrido.

El papel fundamental que Prieto-Castro y Alcalá-Zamora y Castillo han desempeñado en la doctrina procesal del siglo XX justifica sobradamente esa indagación. Por otra parte, la cuestión enunciada no se plantea de forma gratuita o arbitraria. A lo largo de la ingente obra científica de Alcalá-Zamora y Castillo, se encuentran dispersas, por aquí y por allá, diversas quejas referidas a las oposiciones que nos ocupan, por más que se trate de sentimientos expresados siempre de forma velada y con exquisita elegancia.

Pondré un solo ejemplo que me parece sumamente elocuente. En 1950 Prieto-Castro publicó su obra "Estudios y comentarios para la teoría y la práctica procesal civil". En el mismo año de su publicación, Alcalá-Zamora y Castillo reseñó la obra de Prieto-Castro en una revista mexicana, concretamente en la Revista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia5. Por tanto, cuando se escribió esta reseña, ya habían transcurrido unos dieciocho años desde la celebración de las oposiciones a la cátedra de la Universidad de Zaragoza. No obstante, Alcalá-Zamora y Castillo deja entrever que la llaga aún no ha cicatrizado del todo, al afirmar, en relación con la obra reseñada de Prieto-Castro, lo siguiente: "En otras direcciones advertimos: a) un enfriamiento, no por disimulado menos patente, en el entusiasmo hacia Beceña (cfr. pp. V y 850), cuando de todos los procesalistas españoles es Prieto quien mayores motivos de gratitud debiera tener para el que fue profesor de Madrid" (la cursiva es mía). En efecto, digamos ya, desde ahora, que Beceña fue uno de los tres miembros del tribunal de oposiciones que votaron en favor de Prieto-Castro, concediendo así el triunfo a dicho opositor en perjuicio de Alcalá-Zamora y Castillo. Cabe que las palabras de Alcalá-Zamora y Castillo obedezcan, sin más, al disgusto propio de cualquier opositor que consideraPage 19 que ha sido derrotado injustamente en una oposición, aunque se trate de una oposición celebrada dieciocho años atrás. Pero es posible que el autor de la reseña esté manifestando también su insatisfacción con las circunstancias o, al menos, con algunas de las circunstancias que rodearon la celebración de aquellas oposiciones de 19326.

3. Exposición resumida sobre el desarrollo de las oposiciones

Lo primero que debo hacer es recordar, siquiera sea en términos resumidos, el desarrollo de las oposiciones en cuestión. En la Revista de Derecho Procesal Iberoamericana (año 1977, pp. 267), aparece, con el título "Homenaje de la Facultad de Derecho al Profesor Prieto-Castro y Ferrándiz con motivo de su jubilación", una información, sin firma, en la que se da cuenta del acto que, bajo la presidencia del Rector de la Universidad Complutense, se celebró en la Facultad de Derecho de dicha Universidad con motivo de la jubilación de los profesores Prieto-Castro y Legaz Lacambra. Lo que más importa, para el presente escrito, es que, en la referida información, se reproducen las palabras que el profesor Rafael Gibert, Vicedecano por entonces de la FacultadPage 20 de Derecho de la Universidad Complutense, dirigió al profesor Prieto-Castro. En efecto, buena parte de esa intervención de Gibert está dedicada a rememorar el desarrollo de las oposiciones de 1932 a la cátedra de Derecho Procesal de la Universidad de Zaragoza, ganadas por Prieto-Castro. Dentro de su brevedad, el relato que hace Gibert es, en verdad, de una vivacidad y una emotividad extraordinarias. Gibert advierte que su narración está efectuada "con datos ciertos, sacados de las fuentes"7.

En este escrito he tenido en cuenta, desde luego, la mencionada exposición de Gibert. Pero, asimismo, he optado por consultar directamente el expediente de estas oposiciones, que se custodia en el Archivo General de la Administración, aunque debo advertir que en este Archivo sólo se conserva una parte del expediente, o sea, algunos de los documentos que integraban originariamente el expediente han desaparecido8. También me he servido de otras fuentes de información, como son, sobre todo, los datos publicados en la Gaceta de Madrid en relación con las oposiciones sobre las que versa este trabajo.

Las oposiciones fueron convocadas el 7 de julio de 19309. En el trabajo antes mencionado, Gibert afirma que habían firmado estas oposiciones siete auxiliares y un catedrático (Francisco Marcos y Pelayo), es decir, ocho candidatos en total10. Pero este dato no es exacto. En realidad, fueron once los candidatos que presentaron instancia para participar en las oposiciones, de los que inicialmente fueron admitidos ocho11. Curiosamente, quien a laPage 21 postre iba a resultar vencedor en estas oposiciones, es decir, Prieto-Castro, fue excluido en un principio por falta de presentación de determinados justificantes documentales12. Obviamente, Prieto-Castro fue incluido después en la relación de aspirantes admitidos a la realización de los ejercicios de la oposición.

Mediante Real Orden de 31 de enero de 193113, fue nombrado el tribunal encargado de juzgar las oposiciones. El nombramiento de Presidente titular recayó en Antonio Royo Villanova, que era ex-Consejero de Instrucción Pública y catedrático de la Universidad de Valladolid (aunque no era catedrático de Derecho Procesal)14. Fueron nombrados vocales titulares los siguientes profesores: Tomás Montejo y Rica, que había sido catedrático de la disciplina durante muchos años en la Universidad de Madrid, pero que, en el momento en que se produjo este nombramiento, ya estaba jubilado15; Francisco Beceña González, que por entonces era catedrático de Derecho Procesal de la Universidad de Madrid16, y que, como posteriormente pondré de relieve, fue uno de los protagonistas principales de estas oposiciones;Page 22 José María Serrano Suárez17, catedrático de Derecho Procesal de la Universi-Page 23dad de Oviedo, y discípulo de Beceña18; y Gabriel Bonilla Marín, catedrático de la asignatura en la Universidad de Granada, había sido profesor de PrietoPage 24 Castro en dicha Universidad19, y también votó en favor de su ex-alumno en las...

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