La nobleza en la España contemporanea

AutorLuis Palacios Bañuelos
Cargo del AutorUniversidad Rey Juan Carlos
Páginas281-305

Page 281

Introduccion

Desde la perspectiva del siglo XXI, con las democracias vigentes por doquier, llama poderosamente la atención la existencia de los nobles1. Se trata de un cuerpo social cuya esencia consiste en seleccionar a sus miembros no por sus méritos personales, sino por la sangre y por el curriculum de sus antepasados. Una clase que detentó grandes privilegios políticos, sociales y económicos, basándose exclusivamente en el poder y mérito de sus ascendientes2. Nada que ver con la democracia. Sobre este grupo social, hipervalorado por unos y rechazado y olvidado por los más, escribió Gustave Flaubert en su "Diccionario de lugares comunes"3 estas palabras que pueden merecer nuestra reflexión: a la nobleza había que "despreciarla y envidiarla". Page 282

En el ámbito europeo, las cosas fueron bien para la nobleza desde el siglo X hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Pero este primer conflicto bélico mundial afectaría de manera determinante al devenir de la nobleza pues provocó la caída de cinco emperadores, ocho reyes y veinte dinastías, con toda la nobleza correspondiente. Aquello supuso la caída, si no el final, del predominio de la nobleza en la vida y en la historia de los Estados.

La pregunta que siempre se ha hecho sobre el papel de la nobleza y la corte se concreta en nuestro tiempo incidiendo en el papel que hoy tiene en la sociedad española o en el papel que puede o debe jugar en el futuro4. En 2009 existen 2.974 títulos nobiliarios en España que están en manos de 2.205 personas de las cuales 405 son Grandes de España. Entre las grandes familias o casas ducales suman 199 títulos con 36 ducados5. Todo esto, obviamente, cobra sentido en un país como España que es un reino6.

En la actualidad, la nobleza española se agrupa en unas cuarenta instituciones, la más importante la Diputación de la Grandeza de España, y participa en unas doce mil ONG,s con voluntad asistencial y caritativa. No faltan quienes aún optan por la vía del parasitismo social, buscando la seguridad en el apellido y en el recuerdo de antepasados gloriosos, pero son muchos los que trabajan por el éxito en campo abierto y alcanzan prestigio en el mundo real de las empresas, las profesiones liberales o los terrenos intelectual y cultural. Además, Títulos del Reino, caballeros de las Órdenes Militares, Reales Maestranzas y demás cuerpos nobiliarios o simples ciudadanos orgullosos de su hidalguía centenaria, comparten valores comunes y, si bien de forma fragmentada, siguen ejerciendo cierta función social rectora como depositarios de un valioso legado -cultural, sentimental e histórico- que se niega a desaparecer y que sigue señalando a la Monarquía como fuente de honores y la última razón de su existencia.

¿Qué significado, qué misión puede tener la nobleza en el siglo XXI? Las respuestas serán, sin duda, diversas. A título de ejemplo, podemos apuntar que una de las grandes aportaciones de la nobleza al mundo actual podría consistir en que depositaran en manos del Estado o de Fundaciones su patrimonio cultural, documental y artístico. Esta sería una de las más bellas formas de servir a una tradición ya acabada pero que aún despierta, Page 283 por el nombre de los títulos más que por los cambiantes apellidos, el interés de la sociedad que los vio nacer y que hoy contempla, con indiferencia, su decadencia7.

La nobleza y la Corte en la España Alfonsina

En España, los títulos, de claras reminiscencias feudales y concedidos de forma perpetua para el titular y sus sucesores por la Monarquía, se generalizaron con los Trastámara en el siglo XIV. Empezaron a ser detentados por unas pocas familias, mientras que en la actualidad podemos hablar de miles. Al aumentar las titulaciones se pensó en crear una nueva dignidad y así surgió la Grandeza de España en el siglo XVI, añadida por el Rey al condado, marquesado o ducado que se entendiese merecedor.

Durante siglos, la nobleza ocupó puestos decisivos en el sector político y militar español y su forma de entender la economía y la vida (el mayorazgo, la hidalguía, el linaje, la caballerosidad, la beneficencia, el desprecio al trabajo manual y a la actividad comercial) marcaron nuestra Historia. Así mismo su mecenazgo influyó en las artes y la literatura. Hoy podemos decir que las luces y las sombras de la nobleza, fueron también las luces y las sombras de España.

El cambio radical del modelo nobiliario en España se inicia con la implantación del régimen liberal, que elimina privilegios y mayorazgos. Es el fin de la propiedad vinculada y hace desaparecer un estilo de vida característico del Antiguo Régimen. No quiere decir que la nobleza desaparezca, ni mucho menos; por el contrario, muchos nobles se adaptan a los nuevos tiempos y desarrollan durante los doscientos años siguientes un proceso de enriquecimiento, de participación política y un nuevo tipo de servicio a la Monarquía, que los sigue convirtiendo en personajes relevantes de la Historia de España Contemporánea.

Centrándonos en la contemporaneidad, durante la monarquía isabelina, la Corte jugó un importante papel, a pesar de que tuvo que compartir el poder político con las nuevas élites liberales. Muchos integrantes de esas élites liberales lograrían el rango de nobleza por obra y gracia de Isabel II. De hecho, una nueva nobleza surgirá de las élites económicas de los negocios. Un buen ejemplo es el marqués de Salamanca, modelo de burgués enriquecido, muy diferente a la nobleza de cuna. El malagueño José de Salamanca y Mayol (1811-1883) participaría en empresas de ferrocarriles, en construcción de viviendas en el Ensanche de Madrid, lo que se llamaría Barrio de Salamanca, etc. Se enriqueció y arruinó varias veces y en 1863 recibió el título de marqués y al año siguiente el de Grandeza de España como conde de los Llanos8. Page 284

Alrededor del monarca -como ocurre también alrededor de cualquier gran poder- van apareciendo grupos de influencia. Se trata de las "camarillas", integradas por nobles, que llegaron a tener gran influencia, aunque podían ser negativas para el monarca. Un ejemplo conocido de esta influencia y su repercusión negativa en la reina es el de las camarillas en la etapa isabelina. Unamuno al referirse a estos cortesanos, especie de partido de Palacio, dice que "es el partido personal de S.M. el Rey, el que confunde el patriotismo con la lealtad y con la lealtad interesada, de casay boca"9.

Con la restauración de los Borbones, la nobleza vivió unos años dorados, recuperando la influencia que tuvo en la etapa isabelina. Buena muestra de ella es su crecimiento: se crearon 214 marquesados, 167 condados y 28 baronías. Alfonso XII y otorga títulos de nobleza a aquello que apoyaron la Restauración. El título, que solo podía otorgarlo el Rey, se pagaba con una cantidad que estaba en relación con la calidad del mismo, pudiéndose aspirar a varios títulos. También se otorgaron títulos a grandes propietarios, dueños de haciendas en Cuba que aportaron dinero en abundancia a la causa alfonsina. Puede servirnos de ejemplo los marqueses de Santa Rita y de Alava.

Pero centrémonos en la Corte. El Diccionario de la Real Academia la define como "el conjunto de todas las personas que componen la familia y el acompañamiento habitual del Rey". Era por tanto un ámbito decisivo de poder, el punto de contacto entre gobernantes y gobernados. También Implicaba un ideal de vida cortesano. Pertenecer a la Corte significaba la participación en la vida social propia de los poderosos, donde se mezclaba el placer, el recreo, la intriga, la búsqueda de influencias y poder que dimana del Rey y su entorno.

La vida cortesana creaba pautas sociales de convivencia, de elegancia, de "savoirfaire". En la Corte era donde los cortesanos se conocían y se controlaban, generándose una opinión; donde se jugaba con el ingenio, la riqueza y la belleza, pero, sobre todo, con la mayor o menor cercanía al Rey para crearse un prestigio. El Rey era el núcleo, el Soberano y, al mismo tiempo, el primer gentilhombre.

Aquella vida cortesana estaba sujeta a normas, liturgias y ceremonias diversas. La etiqueta, el ceremonial y el protocolo terminan siendo los símbolos de reconocimiento social que precisa la nobleza ante el Rey. También de la coacción que éste debe ejercer sobre aquella. El primer aristócrata es el rey, quien, fiel al ritual, a la etiqueta y siguiendo el canon cortesano, vestía elegantemente mostrando siempre su preferencia por los uniformes militares -su favorito era el del regimiento de Húsares- que le permitían lucir las cruces de las órdenes militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. Reservaba para las grandes ocasiones el collar entero del Toisón de Oro y el de Carlos III.

La Corte tiene en el Palacio Real de Madrid su residencia permanente. Para hacerse idea de su significado basta con recordar el número de empleados. La Casa Real tenía 3.211 empleados en los diferentes palacios: 942 estaban al servicio del Palacio Real, 463 en Aranjuez, 366 en la Casa de Campo, 246 en El Pardo, 534 en La Granja, 7 en El Escorial y 175 en Sevilla. Page 285 En las Reales Obras se ocupaban 268 personas y en las labores de siembra, etc. otras 200. Traducido en dinero, la lista civil del Rey suponía el 0,6 % de los presupuestos del Estado, cantidad que, con frecuencia, no cubría los gastos, completándolos el Rey con su fortuna personal10.

La alta nobleza residía en sus palacios. Podemos recordar a título de ejemplo los de Liria, Buenavista, Villahermosa, Osuna, Salamanca, Linares y Villafranca. Allí llevaban una vida de lujo y mostraban su suntuosidad y poder en las fiestas que realizaban en los salones, con bailes frecuentes -de hasta cuatrocientas personas-, bailes de máscaras, etc. donde llegaban con aparatosos carruajes. Esta...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR