Nicolás María López Calera

AutorAndrés Ollero Tassara
CargoUniversidad Rey Juan Carlos
Páginas569-571

Page 569

Es habitual que cuando se evoca a alguien que ha dejado en nuestra vida una profunda huella se acabe hablando de uno mismo; Tan habitual que ni intentaré evitarlo. Bastarán recuerdos personales, para que la riqueza humana y universitaria del recordado brille al filo de la anécdota.

Recuerdo cuándo le vi (no pasó de un mero saludo) por vez primera. Estaba estudiando... Nada sorprendente en quien dedicó a esa tarea la mayor parte de su vida. Lo hacía en una especie de biblioteca-túnel de la Facultad (hoy dedicada a menos excelsos menesteres), donde se ubicaba la cátedra de Filosofía del derecho de la que era titular agustín de asís. Este desempeñaba ya tareas políticas en Madrid, pero espaciaba escapadas a Granada. Mientras su despacho estaba separado por una simple puerta de cristales que no llegaba al techo, sus colaboradores ocupaban una ristra de mesas -sin cajones- dignas de amueblar la oficina siniestra, rodeadas de paredes tapizadas por estanterías bien nutridas de libros. Nicolás, que no había cumplido los 28, preparaba las oposiciones que meses después le convertirían en catedrático. Eran de las de ‘pata negra’, poniendo en juego dos plazas, con seis ejercicios y en Madrid, y -dado que se presentaba otro miembro de la cátedra más antiguo- los más optimistas apostaban por un triunfal segundo puesto. Acabó logrando el primero, tras admirar a propios y extraños.

El siguiente encuentro fue dos años después. Ahora era yo el que comenzaba a ocupar una de las indefinibles mesas. Nicolás había optado por la cátedra de oviedo, lo que le permitió respirar el ambiente de Clarín, al que Mariano Maresca, que le acompañó en la aventura, acabaría dedicando su tesis doctoral. Agustín de asís decidió marchar a Valladolid, haciéndole hueco para que regresara a la Granada que ya nunca abandonaría. Siguiendo los usos del momento, se aprestó a configurar en el plazo de un año su propio equipo de colaboradores, lo que me propiciaba un futuro pucelano. Antes de que transcurriera el plazo me invitó a dar un paseo; oferta insólita, dado su arraigada afición a apurar las horas de estudio. Aunque ya me había beneficiado no poco de su ejemplo, desde entonces fue mi Maestro; porque no lo es quien uno decide sino quien es elegido como discípulo.

Desde entonces intenté mostrarme digno de tal honor, lo que me llevó entre otras cosas a colaborar en sus aventuras de gobierno universitario, sumamente expresivas de su exigencia ética y de su amor a la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR