Naturaleza/cultura, poder/política, autoridad/legalidad/legitimidad

AutorRoberto Varela
Páginas69-111

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Introducción

Las sociedades contemporáneas occidentales son sociedades sumamente complejas: de esta complejidad surge la dificultad para su análisis. Tanto sociólogos como antropólogos sociales estarían de acuerdo. Desde siempre los antropólogos sabían que las sociedades que originalmente estudiaban eran sociedades más simples que las suyas de procedencia y por ello se prestaban a un análisis holístico —el hecho social total de Marcel Mauss (1971). Aunque los sistemas de parentesco y matrimonio de las sociedades simples aparecían con una enorme complejidad comparados con los de las sociedades occidentales contemporáneas, no por ello dejaban de insistir en las estructuras elementales del parentesco de las primeras y del pasaje a las estructuras complejas de las segundas (modelos mecánicos vs. modelos estadísticos).

Por más paradójico que parezca, es precisamente el hecho de estudiar sociedades con estructuras simples lo que más nos puede ayudar para entender las sociedades complejas. En las primeras podemos estudiar procesos sociales en cierta forma nítidos que no es posible o es extremadamente difícil detectarlos en las segundas. Así, por ejemplo, las estructuras del parentesco, los mecanismos básicos del poder o los procesos de identidad social se ven con más claridad en esas sociedades. Aunque estos mecanismos elementales se encuentran en las estructuras complejas, no son, sin embargo, fácilmente perceptibles a me-

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nos que previamente se hayan estudiado en las estructuras simples. El proceso inverso también se da: el estudio de las estructuras complejas nos ayudan a entender estructuras más simples, pues la forma cristalizada de una institución nos advierte de la existencia de formas embrionarias de tal forma que, si no viéramos las primeras, posiblemente no caeríamos en la cuenta de la realidad de las segundas.

Desde este contexto, deseo introducir la antropología al mundo del derecho: de las normas sociales, de los derechos, de las obligaciones, de las sanciones. Pero sería ingenuo introducirnos al derecho, si no nos introdujéramos al mismo tiempo al mundo del poder y la política. El derecho y el poder, sin embargo, no se hacen inteligibles sin adentrarnos en el mundo de la cultura. Tres problemas particulares —autoridad, legalidad, legitimidad— que preocupan a los ciudadanos y a los estudiosos del derecho y de la política, merecen destacarse.

Así, pues, desarrollaremos en el presente trabajo cuatro temas: primero veremos la distinción entre naturaleza y cultura; en segundo lugar, trataremos de la cultura; en tercero, abordaremos el poder y la política; por último, haremos una incur-sión en el contenido de los conceptos de autoridad, legalidad y legitimidad.

I Naturaleza y cultura

Quizá sea sorpresivo para los no antropólogos que la reflexión primaria y fundadora de la antropología sea la de la aparición misma del derecho, del universo de las reglas. En efecto, si quisiéramos investigar qué distingue a la cultura (de alguna u otra forma la materia fundamental de la antropología) de la naturaleza, encontraríamos que la naturaleza no impone reglas, sino actúa espontáneamente; la cultura, por el contrario, impone reglas sobre lo que no es necesario, sobre lo que puede ser de otra manera: la cultura es la irrupción de lo arbitrario en la naturaleza. Reflexionando sobre el universo de las reglas con Lévi-Strauss (1949) podríamos decir con toda propiedad que la cultura comienza cuando termina la naturaleza. De aquí que un tema pivote de la reflexión antropológica sea el de la prohibición del incesto, pues es la única regla verdaderamente univer-

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sal que se han dado todas las culturas. Las otras reglas son particulares. Ahora bien, la prohibición del incesto es paradójica pues proviene simultáneamente de la naturaleza (universalidad) y de la cultura (es una regla con sanciones severas, incluso de carácter místico, para los infractores en todas las culturas): la aparición de la prohibición del incesto no es la cultura, pero sí el tránsito de la naturaleza a la cultura.

Hay un conjunto de fenómenos estrechamente relacionados con la prohibición del incesto: exogamia, organizaciones dualistas, matrimonio preferencial entre primos cruzados y prohibición entre primos paralelos, terminologías del parentesco. Todo este conjunto de fenómenos se explica si y sólo si se concibe que la estructura del parentesco es una estructura de intercambio matrimonial: es la base de la sociabilidad misma en sentido fuerte.

Voy hacer hincapié entre el matrimonio preferencial entre primos cruzados y la prohibición entre paralelos. Es muy frecuente que las sociedades de estructuras simples reputen la descendencia por una sola vía, patrilineal o matrilineal. Los primos cruzados son hijos de hermanos de diferente sexo (hermano y hermana); los paralelos, hijos de hermanos del mismo sexo (hermano y hermano, hermana y hermana). Ahora bien, ¿por qué se permite el matrimonio entre primos cruzados y se prohíbe entre paralelos? Obviamente que no existe ninguna razón biológico-genética, ecológica, económica, política o de contenido cultural diferente. Si se observa con atención caerá uno en la cuenta que los primos cruzados pertenecen a dos grupos de descendencia mientras los paralelos son del mismo grupo. Aquí entra la mente humana haciendo separaciones que no existen en la naturaleza y después cerrando la separación mediante el don sintético más valioso para una sociedad: el intercambio de mujeres.

Hago notar, al mismo tiempo, que la identidad del grupo no tiene contenido cultural diferente: son miembros de la misma cultura. Entendemos entonces que el mecanismo elemental de la identidad no se sigue necesariamente de la diversidad cultural: le es previa por la acción arbitraria de la mente humana de separar y distinguir (cultura) lo que la naturaleza no discrimina.

André Leroi-Gourhan (1971: 29) en su libro El gesto y la pa-

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labra nos rescata un texto de Gregorio de Nisa de su Tratado de la Creación del Hombre, escrito en el 379 de nuestra era, donde establece el vínculo entre el útil —la mano— y la facultad simbolizante —la boca—:

Así, gracias a esta organización, es como el espíritu tal como un músico, produce en nosotros el lenguaje y llegamos a ser capaces de hablar. Este privilegio no lo tendríamos, sin duda, jamás, si nuestros labios tuvieran que asegurar, para las necesidades del cuerpo, la tarea pesada y penosa de la nutrición. Pero las manos se encargaron de esta tarea y liberaron la boca para el servicio de la palabra.

Sintetizando el argumento del libro de Leroi-Gourhan (op. cit.) hago notar que la diferencia decisiva de la especie humana respecto a otras especies animales está en la cuádruple liberación o extensión humanas: la experiencia inmediata por el símbolo,1la memoria individual por la del grupo social, la mano por el útil, el cerebro por la máquina electrónica. Podríamos, quizá, añadir una quíntuple: los individuos y las unidades domésticas por la organización social.2Su argumento, sin embargo, es más complejo pues trata de mostrarnos el soporte biológico de la evolución de la especie humana y que tenemos que tener en cuenta cuando nos aventuramos a disertar sobre la cultura. Leroi-Gourhan se hace a sí mismo la pregunta explícita sobre los criterios comunes a la totalidad de los hombres y sus antepasados para dejar de forjar fantasías sobre la evolución humana sin ninguna base científica o con una base científica equivocada. Se responde, y prueba su argumentación a lo largo del libro que he estado citando, en estos términos (op. cit.: 23-26):

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El primero y el más importante de todos [los criterios] es la posición vertical [...] Otros dos criterios son corolarios del primero: la posesión de cara corta y manos libres durante la locomoción.

La libertad de la mano implica casi obligatoriamente una actividad técnica diferente de la de los monos, y su libertad durante la locomoción, unida a una cara corta y sin caninos ofensivos, impone la utilización de órganos artificiales que son los útiles. Posición de pie, cara corta, manos libres durante la locomoción y posesión de útiles son verdaderamente los criterios fundamentales de la humanidad. Esta enumeración deja completamente de lado las características de los monos, delineando al hombre de modo irreconciliable con las formas de transición en las cuales se habían complacido los teóricos antes de 1950.

Las condiciones humanas de posición vertical desembocan en las consecuencias del desarrollo neuropsíquico que hacen del desarrollo del cerebro humano algo más que un aumento de volumen. La relación entre la cara y la mano permanece tan estrecha en el desarrollo cerebral como en el pasado: el útil para la mano y el lenguaje para la cara son dos polos del mismo dispositivo.

Termino con una bellísima cita del mismo autor (op. cit.: 261):

Si, un día, las máquinas electrónicas escribieran piezas de teatro perfectas y pintaran cuadros inimitables, podríamos plantearnos serias preocupaciones. Si llegaran a amar, la suerte de la especie zoológica estaría liquidada.

Concluyo este apartado. Por una parte, la aparición de la cultura se da con la aparición de la regla o quizá con mayor fuerza podríamos decir que cultura y regla son la misma cosa. El derecho, por tanto, está inscrito en la cultura o el derecho es cultura. Por la otra, la especie humana se distingue de las otras especies animales por la quíntuple liberación o extensión de la experiencia inmediata por los signos y símbolos, la memoria individual por la de la sociedad, la mano por el instrumento, el cerebro por la computadora, los individuos y las unidades domésticas por la organización social.

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II La cultura

El campo amplio en que se presenta la discusión es el de la relación entre cultura...

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