Fundación de Naciones y Construcción de Nuevas Ciudadanías en el Mundo Hispánico (S. XIX y XX)

AutorRamón Bonell Colmenero
CargoReal Centro Universitario 'Escorial- María Cristina'. San Lorenzo del Escorial
Páginas210-234

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I Introducción

Nos encontramos en Europa con el predominio de los Estados-nación1, un dominio de las monarquías absolutas y con el ocaso de los imperios español y germánico. Ante un nuevo equilibrio de poderes con un notable auge de Gran Bretaña y Francia. Partimos entonces, tal y como sucede en el actual siglo XXI con el estancamiento del crecimiento de la población en Europa. Tengamos presente que la globalización afecta los intereses de regiones, países, industrias, en un entorno de crecimiento y desarrollo heterogéneo, generando múltiples oportunidades. El siglo XXI va a ser muy diferente al siglo XX que dejamos, aunque con algunos matices2podríamos tener presente que con el crack del 29, que hizo pensar a muchos que el capitalismo agonizaba, igual que está sucediendo ahora con la crisis crediticia iniciada en el 2007, muchos afirman con firmeza que el capitalismo hoy está más en entredicho que nunca, hoy se habla más de los Derechos Humanos que en 1948.

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Siguiendo a DE LA DEHESA3: "el siglo XX ya comenzó con una elevada integración mundial de los mercados de bienes, servicios, trabajo y capitales pero se paralizó en 1914, tras unas décadas siniestras, en las que dicho proceso de globalización dio marcha atrás y en las que se sufrieron dos conflictos mundiales y la Gran Depresión, se reinició después de la Segunda Guerra Mundial".

En el s. XX el fascismo y el comunismo enardecían a las multitudes, fruto de la gran depresión en la que estaban inmersos, con progresos económicos en Alemania, la URSS, Italia, ya a finales del siglo XX con la caída del muro de Berlín, todo parecía indicar que el capitalismo era la alternativa que debería proporcionar un auténtico "Estado de Bienestar", que hoy debido a los errores cometidos, está en decadencia. Aumentando la inseguridad ciudadana, y de los países, por la falta de confiabilidad. Como señala VAN BOVEN4nos encontramos ante: "La proliferación de empresas militares y de seguridad privadas, que tras la caída del Muro de Berlín y especialmente tras el 11 de septiembre de 2001, es un fenómeno contemporáneo alarmante que ha adquirido dimensiones considerables. Estas empresas se han convertido en el brazo armado de algunos Estados, de beligerantes y otros entes no estatales que actúan con total impunidad en operaciones de paz, intervenciones armadas, conflictos internos y otros disturbios o situaciones". El mayor enemigo de Europa es el miedo. El miedo conduce al egoísmo, el egoísmo al nacionalismo y este, a la guerra.

II Teoría política y jurídica: autonomía fiscal

El siglo XIX comienza el 1 de enero de 1801 los reinos de Gran Bretaña e Irlanda completan su unión legal y forman el Reino Unido. El siglo XIX, lo iniciamos en 1901 con la muerte de la Reina Victoria de Inglaterra. El siglo XXI, con los ataques terroristas en Nueva York el 11S, en el corazón de la capital financiera mundial, y con la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio OMC/WTO, el 11 de diciembre de 2001.

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Las naciones y los nacionalismos son un fenómeno típicamente moderno5, aunque poseen elementos preexistentes, como las etnias, las religiones, los imperios... hoy es un error defender rasgos nacionales propios de un determinado territorio del Reino de España frente a otro, o frente a los demás en su conjunto, es criticable el derecho a reivindicar y promover todo lo que ello comporta, no es más que utilizar el nacionalismo como política de fragmentación, confrontación, sólo por un puñado de votos. Que no va más allá que a enriquecer el orgullo y la vanidad. No somos tan distintos, ni tan diferentes, frente a lo que pretendan imponer desde el egoísmo6. Tal y como se afirma en el documento "Al servicio de nuestro pueblo" presentado el 6 de abril de 2011 firmado por los Obispos de Cataluña contra todo egoísmo nacionalista, "La Iglesia, en Cataluña y en todas partes, movida por su amor a la persona humana y a su dignidad, considera que «existe una soberanía fundamental de la sociedad que se manifiesta en la cultura de la nación. Se trata de la soberanía por la que el hombre es, al mismo tiempo, soberano supremo»7, y por eso no quiere que «está soberanía fundamental

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se convierta en presa de intereses políticos o económicos»8. Siendo la religión en este como en tantos otros asuntos, utilizados por los políticos de turno, parte del instrumento para constatar un hecho diferencial que no existe, intentando establecer la marca de la segregación, pero afortunadamente "vox veritatis non tacet".

Partimos de que la situación de Europa a finales del siglo XV9presenta una región políticamente fragmentada, en la que coexisten organizaciones estatales muy diferentes que se pueden resumir en tres tipos básicos:

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- imperios10, ciudades-Estados11 Estados protonacionales12.

Estas formas políticas difieren entre sí en función del planteamiento que ofrecen a la situación política con respecto a territorialidad, coerción, y legitimidad13. La

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abdicación de Fernando VII en 1808, tuvo una gran influencia en Hispanoamérica, cuyo efecto es la ruptura de la centenaria Monarquía hispánica, con la independencia, el alza de la identidad, cómo empezaron a surgir las distintas identidades nacionales. Es en el siglo XIX cuando alcanza su apogeo con el desarrollo de las Repúblicas nacientes, cuando se impone el concepto del Estado nacional, un sistema14europeo de Estados, partiendo de la soberanía. Partimos del ciudadano soldado, en el que la búsqueda de recursos para las guerras15defensivas y ofensivas, bellorum nervi sunt pecuniae, implicó un aumento de gastos y la universalización de una crisis fiscal que sería resuelta de forma muy diferente, de tal forma que los presupuestos de los Estados, el Gasto Público, son presupuestos ligados a las empresas bélicas, los gastos militares dominan totalmente las arcas del Estado, es en el siglo XIX cuando empiezan a crecer significativamente los gastos civiles. A mediados del siglo XIX, se constata el imparable aumento de la población y de los núcleos urbanos. El siglo XX, es un siglo de luchas, de tentaciones totalitarias que en multitud de casos se convirtieron en la triste realidad de sangrientas dictaduras con gobiernos populistas.

La historia de Europa, conoce desde fines del siglo XVIII un proceso de aceleración que cambia en poco tiempo su fisonomía. En la vida económica es la época de la Revolución Industrial. En la vida política, la Revolución Francesa abolió la Monarquía Absoluta y creó un nuevo sistema garantizado por una Constitución como ley suprema del Estado y basado en la soberanía popular, el gobierno representativo y el reconocimiento de las libertades de los ciudadanos. En la vida cultural, la disolución de los fundamentos que habían inspirado los tiempos modernos (desde el Renacimiento a la Ilustración) abrió paso a una época signada por las continuas revisiones, reacciones y rupturas en todos los ámbitos de la producción intelectual. Las revoluciones se instalan como una constante hasta la crisis de la Segunda Guerra Mundial. Como señalan REIG TAPIA y MERINO MERCHÁN16, "Si el Estado absoluto

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había agotado sus posibilidades históricas, la sociedad española mostró en cambio, dada su reacción ante la invasión francesa, una vitalidad y capacidad de respuesta realmente admirables. Tal acontecimiento histórico tiene una considerable trascendencia política. Por un lado, como ha destacado A. GIL NOVALES, porque con la Guerra de la Independencia irrumpen las masas españolas en la escena política de la que, hasta entonces, habían estado ausentes y, por otro, porque se va a intentar establecer un sistema político de nuevo cuño, que dividirá la sociedad española en dos conceptos ideológicos irreconciliables. La pugna entre los absolutistas contrarios a las libertades modernas y los liberales condicionará gravemente el proceso histórico español durante casi dos siglos".

La revolución política no colmó las aspiraciones de Europa, que buscó nuevas vías de desarrollo económico, social y cultural. Así, la llamada segunda revolución industrial multiplica las innovaciones científicas y técnicas, que originan una extendida joie de vivre entre la población. Del mismo modo, se aspira a una Europa igualitaria, que acoja a los obreros (sindicalismo, anarquismo, socialismo), a las mujeres (sufragismo) o a los esclavos (abolicionismo). Por último, Europa vive una euforia creativa en la ciencia (de Charles Darwin a Albert Einstein), la medicina, la psicología, la filosofía, el arte o la literatura. El suicidio colectivo de las dos guerras mundiales pondrá un trágico fin a esta larga época de expansión y provocará una honda reflexión que conducirá a la reconstrucción económica y política, a la supresión de fronteras y a la Unión Europea.

Se ponen de manifiesto las necesidades de la nueva sociedad capitalista, cuyo objetivo es la maximización del beneficio17, presionado hacia la formación de nuevas unidades socio políticas, de mayor tamaño que las entidades locales o

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feudos, y menores que los imperios18, en las que es preciso la ruptura de toda barrera antigua para posibilitar el desarrollo de una nueva forma de división del trabajo19, más extensa y compleja con mercados de mayor extensión, integrados y homogéneos a nivel nacional, con frecuencia en los que se aplicaban con medidas proteccionistas, en los que circulaban libremente mercancías y mano de obra. Para el cumplimiento de este objetivo era preciso el desarrollo de un Estado centralizado que ejerza la administración sobre territorios cada vez más homogéneos donde se facilite la movilidad de mercaderes y de trabajadores que puedan desempeñar funciones diferentes. Para ello es preciso una lengua estandarizada que facilite la comunicación, una red de transportes y comunicaciones, inversiones en...

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