La mutación falangista, 1934-1936

AutorJ.A. Parejo Fernández
Páginas135-155

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El 14 de abril de 1934, tras un marcial desfile que conmemoraba por las calles de Sevilla el advenimiento de la Segunda República, 110 falangistas fueron detenidos por la Guardia de Asalto. Los jefes habían elegido tan señalada fecha para presentarse en sociedad, por lo que, al paso de las tropas, comenzaron a dar vivas a España y al fascio. El público que asistía expectante desde la acera de enfrente interpretó aquello como una provocación, comenzando entonces a lanzar todo tipo de objetos contundentes contra los balcones de la Falange. Todo acabó con la intervención policial. De aquel día y aquellas escenas quedaron un interesantísimo retrato de grupo donde se ve a todos los falangistas sevillanos saludando a la romana desde la balconada falangista y una carpeta olvidada en un armario de la Jefatura Superior de la Policía de Sevilla donde décadas después aparecieron los nombres y apellidos de los que aquel día fueron a parar entre rejas. Ambos documentos son conocidos desde hace años y ambos constituyen un testimonio fundamental para la historia del falangismo español282. Sin embargo, en Sevilla faltaba lo fundamental: los ficheros de la Falange. Porque sin ellos todos los intentos que se hicieron para reconstruir la imagen sociológica de los primeros falangistas acabaron fracasando, a pesar de algunas tentativas meritorias que, sin embargo, no consiguieron recuperar la nitidez de una imagen que se volvió borrosa como consecuencia del paso del tiempo y la destrucción documental283.

Casos como éstos, en los que falta lo primordial para reconstruir la historia política, son incontables en la historiografía y muy especialmente en la que se ha

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encargado de la reconstrucción del pasado nacionalsindicalista; de ahí que desde mediados de los años 30 haya permanecido inalterada la imagen de unos falangistas que, por reiterada y apresurada, nunca hizo honor a la realidad. Según el Gobernador Civil de Sevilla que mandó cerrar los centros de Falange en 1934, los responsables del ajetreo habían sido «unos señoritos desocupados»284. A simple vista, si se miraba desde la acera de enfrente la estampa que componían los afiliados de la Falange, tenía razón: allí estaba, al frente de todos, Sancho Dávila, hijo del conde de Villafuente Bermeja; junto a él Joaquín Miranda, también de familia escogida; multitud de estudiantes pertenecientes a las mejores familias sevillanas; apellidos como los Benjumea, Lasso de la Vega, incluso desde la calle podía verse cómo muchos de los que se asomaban vestían chaquetas y corbatas, por aquel entonces signo clasista de división social. Y es que, como todo el mundo sabía ya, Falange había nacido del vientre de la Buena Sociedad sevillana, en los espacios frecuentados por las clases conservadoras de la capital, del círculo de amistades que frecuentaba el joven aristócrata Sancho Dávila.

Era cuanto la multitud podía ver desde la calle. Sin embargo, si los que se concentraron aquel día frente a la Falange hubieran tenido unos buenos anteojos y con ellos hubieran dirigido su mirada hacia un pequeño grupo de hombres también presentes en los balcones -pero difuminados por la fuerza que la impronta social de los fundadores le imprimía a la imagen de la primera Falange- habrían visto que no todo era como se comentaba en la calle: junto a Sancho Dávila y los demás sevillanos de buenas familias apuntados al partido de José Antonio también se encontraban un buen puñado de trabajadores, concretamente 22 empleados, 5 jornaleros y 3 obreros285. ¿Qué hacían en un partido como aquél gente como aquélla? Éste será el objetivo de nuestra comunicación: recordar quiénes fueron los primeros falangistas andaluces y cuál la marcha política de una organización que en poco tiempo habría de convertirse en un partido de masas.

Señoritos desocupados y alborotadores, de seguir por el mismo sendero que tantos han transitado nunca llegaremos a saber quiénes fueron los españoles que un día vistieron la camisa azul286. Por ello, la mejor manera de reconstruir su pasado es

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poner en su justo lugar las distintas piezas de la historia de Falange, resaltando su escogido lugar de nacimiento, pero no por ello ocultando la otra realidad que estaba tras ellos. Sólo así seremos capaces de explicar cómo una organización que surge de tan reducido núcleo social es capaz de contar al año con un grupo de seguidores que, sin bien es muy reducido en cuanto al número de militantes, sí es lo suficientemente interesante en su composición social como para preguntarnos por qué sus integrantes decidieron pedir su ingreso en una organización como aquélla287. Y es que no hay que olvidar que los primeros falangistas constituirían el basamento social de un partido que, en el plazo de un año más, estaría llamado a convertirse en la más nutrida organización de cuantas apoyaron el intento de golpe de estado del 18 de Julio. Como podrá comprobarse, entonces, son cuestiones ineludibles a la hora de reconstruir el pasado falangista.

Ahora bien, a pesar de la importancia de cuestiones como las que acabamos de plantear y a pesar, igualmente, de que en las últimas décadas hayan aparecido trabajos que, sin duda, han contribuido a esclarecer la todavía nebulosa historia de la Falange288, aún estamos bastante lejos de completar el retrato de aquella historia289,

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bien por falta de fuentes, bien porque -como ha señado Joan María Thomàs290- «las monografías de ámbito provincial dedicadas íntegramente al estudio del partido único son más escasas que las que lo analizan dentro del conjunto del poder provincial»291o bien por el hecho -no menos importante- de que muchos de estos trabajos no abordan el estudio de la Falange desde toda su extensión cronológica, incurriendo así en conclusiones que necesariamente deberán ser revisadas cuando dicho error sea solventado. Mientras tanto, seguimos muy lejos de tener completo el retrato de la Falange.

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La Falange de la República: señoritos y gente corriente

Durante el primer año, como decíamos, no fueron muchos, pero sí los suficientes como para comprobar cómo el proselitismo puesto en marcha por la primera junta de mando comenzó a dar sus frutos casi de inmediato; de tal manera que la Falange sevillana, al finalizar el primer cuatrimestre de 1934, contaba ya entre sus filas con 821 militantes. No serían los últimos, por mucho que el gobernador civil se hubiera convertido en su más firme opositor. Así, a pesar de que encarceló a decenas de militantes, decretó el cierre de sus locales, hizo cumplir la orden gubernativa de sacar a todos los menores de 16 años de la política el fascismo sevillano siguió ganando terreno: a fines de 1934, la Falange en la capital contaba ya con no menos de 1.166 afiliados. Posteriormente, en el transcurso de los catorce meses que siguieron hasta las elecciones de febrero de 1936 (en las que el Frente Popular obtuvo la victoria y en la que, por tanto, se inició una nueva etapa en la historia del partido), la ciudadanía -a pesar, insistimos, de todas las trabas del Gobierno- siguió solicitando su encuadramiento en Falange, por lo que en enero de 1936 ésta contaba ya con la nada despreciable cifra de 1.563 militantes292. Como podrá comprobarse entonces, en esta etapa que va desde la fundación de FE en la capital hasta enero de 1936, el falangismo hispalense ya era en cualquier cosa menos aquel grupúsculo poco numeroso que había echado a andar a fines de 1933 y principios de 1934. Y no sólo esto: a pesar de todas las dificultades descritas y de todas las que aún estuvieron por llegar, la Falange -en plena clandestinidad- continuo ganando adeptos tanto en la capital como en los pueblos de la provincia293.

En aquellos momentos, no obstante, la viabilidad del proyecto falangista no venía determinada tanto por el número de afiliados como por el tipo de simpatizantes que estaban pidiendo su encuadramiento en el partido de José Antonio. Obviamente, el hecho de poder contar al final del primer año de existencia con casi 1.000 afiliados habría sido un triunfo para cualquier organización política que se hubiera lanzado a la conquista de un espacio político que, por aquel entonces, parecía copado desde hacía algún tiempo294. Sin embargo, si nos atenemos a la propaganda y a los objetivos que

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los mandos se marcaron desde los inicios -captar a personas de todos los estratos sociales- se hace necesario analizar qué tipo de militante acudió a la Falange durante los primeros tiempos. Porque, efectivamente, podían ser casi un millar los inscritos al cabo del primer año, pero si de esos casi 1.000 resulta que, pongamos por caso, el 99% hubiera pertenecido a las mejores familias de la ciudad, entonces estaba claro que la propaganda de la Falange habría fracasado. La orden era clara: gentes de todo tipo y condición. La cuestión, por tanto, no es baladí, toda vez que fue durante esos meses cuando los primeros falangistas conformaron la columna vertebral de la futura Falange. Obviamente, ninguno de ellos sabía lo que les depararía el futuro, pero tampoco es menos cierto que no sería la misma una Falange compuesta solamente por acomodados sevillanos, que otra integrada por individuos de toda clase. De modo que los ficheros del partido pasan a convertirse en el instrumento fundamental para arrojar luz en dicha cuestión.

CUADRO 1

LAS PROFESIONES EN LA FALANGE DE SEVILLA CAPITAL (1933-ENERO 1936)

PROFESIONES NÚMEROS PORCENTAJES
Artesanos 61 4,3
Artista 1 0,1
Capataz 1 0,1
Comercio 80 5,6
Empleados 334 23,6
Empresarios 5 0,4
Estudiantes 422 29,8
Funcionarios 17 1,2
Hortelanos 20 1,4
Industrial 7 0,5
Jornaleros 105 7,4
Labradores 9 0,6

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Obreros 200 14,1
Otros 16 1,1
Poeta 1 0,1
Profesionales 131 9,2
Propietarios 4 0,3
Toreros 3 0,2
TOTAL
...

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