Presencia y regulación de comunidades musulmanas en España (siglos VIII-XX). Especial referencia a Extremadura

AutorJuan Carlos Monterde García
Cargo del AutorProfesor Titular interino de Historia del Derecho Universidad de Extremadura
Páginas17-48

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I Sobre al-ándalus

Entre las conquistas que los árabes emprendieron a ?nes del siglo VII y comienzos del VIII en la cuenca oeste del Mediterráneo, la de España (una de las tierras más ricas que podían codiciar) destaca por su rapidez, audacia y facilidad. La invasión por el ejército de M?sa Ibn Nusayr (Gobernador de Ifriquiya) y su lugarteniente Tarik en el 711, la ruina del Estado hispano-godo, o el sometimiento de la casi totalidad del territorio a la autoridad política del Islam alteraron radicalmente sus condiciones económicas, sociales, religiosas y políticas. Comenzaba así el proceso de islamización y arabización de la Península Ibérica, que desde entonces fue controlada por una comunidad política extranjera, unida por una conjunción de pueblos en una misma fe. La creencia y sumisión a un Dios

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único (Al-lah), cuya doctrina se revela en el Corán (al-Quran), constituyó el vínculo esencial que aglutinó a estos conquistadores, de diversas etnias, pero practicantes de idénticos deberes religiosos. De ahí que el Derecho musulmán dimane de la voluntad divina, cuya transgresión es principalmente considerada pecado, y sancionada por Dios con castigos ultraterrenos. Ello sin perjuicio de que una organización estatal mantenga en su pureza el orden querido por el Supremo Legislador, aplicando medios coactivos apropiados.

Tras la invasión, España se integró en la comunidad islámica. Esta forma política comprendía a quienes eran iguales y tenían fe en Alá, y se sometían a su ley divina que señalaba el camino recto. Recuérdese que entonces surge una nueva entidad, Al-Ándalus, gobernada desde el 714 por un valí (wali), delegado del Califa de Damasco, y encargado de la administración, hacienda, justicia o ejército islámico en España, pero sin una organización político-administrativa propia. Las rivalidades tribales y familiares en el Oriente islámico provocaron que el príncipe omeya Abd-al-Rahman I se erigiera en el 756 Emir independiente en Córdoba. A principios del siglo X, el Califato era ya tan solo una ?cción, y en el 929 el Emir Abd-al-Rahman III rompió los débiles vínculos que le unían a Bagdad, fundando el Califato omeya de Occidente.

En 1031 el Estado cordobés se desmembró en múltiples facciones, banderías o taifas (tawa’ìf), pero en el último tercio del siglo XI AlÁndalus quedó de nuevo políticamente uni?cada bajo el dominio de los almorávides (beréberes nómadas del Sahara). Pero esta unidad política apenas duró cincuenta años, pues a mediados del siglo XII los reyezuelos de nuevas facciones independientes fundaron las segundas taifas. En 1146 los almohades (montañeses del Atlas) desembarcaron en España para combatir a los almorávides, instaurando un régimen de gobierno militar, que entró en crisis tras la derrota en Las Navas de Tolosa (1212). Con las terceras taifas se inició la última etapa de dominio musulmán en la Península, mermada cada vez más por el avance de la reconquista cristiana. El Reino nazarí de Granada fue nuestra última gran formación política islámica, pues perduró como Estado independiente hasta su rendición en 1492.

En estos ocho siglos se desenvolvió el Derecho hispano-musulmán, de origen teocrático, pero con identidad propia. Dentro de la Ciencia jurídica islámica (Fiqh) puede considerarse en nuestro ordenamiento el eco de la Escuela malikí (fundada por el tradicionista medinés Malik Ibn

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Anas), o las fatwas (dictámenes). Rodríguez Gil1estima a estas últimas el verdadero agente de la vulgarización de este Derecho en la Península.

II Sobre la extremadura musulmana
2.1. Notas introductorias

El control musulmán ejercido sobre Extremadura desde principios del siglo VIII representa una parte importante de su historia, tanto por su duración como por las transformaciones operadas. Gibello2señala estas etapas islámicas en nuestra región:

- Conquista del territorio y difusión de la fe mahometana (entre la invasión y ?nales del período emiral).

- Islamización progresiva de la sociedad andalusí.

En los albores del periodo califal nuestra población musulmana alcanzaba el 50%, mientras que a comienzos del siglo XI era del 80%.

- Población completamente islamizada, que convive con un reducido número de judíos y cristianos (períodos almorávide, segundas taifas, y almohade).

- Conquista y dominio cristiano, con mantenimiento de un elevado número de musulmanes, muy activos desde la óptica económica y cultural.

Pero entre los años 713 (toma de Mérida) y 1246 (control cristiano de la fortaleza de Montemolín y de Reina, Monesterio, o Calera de León), las estructuras políticas y la articulación territorial extremeña fueron cambiantes.

El contacto peninsular con el Islam se debió al paso del contingente de 18.000 hombres al mando de M?sa Ibn Nusayr. Pero el vínculo de este ejército con Extremadura no tendría más importancia que el militar de la conquista de la antigua Emérita Augusta. Desde allí ascendió a Toledo y seguramente no volvió a tener más relación, al menos como colectivo, con nuestra región. La razón puede hallarse en la condición árabe de la expedición, que manifestó poco entusiasmo por unas tierras

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áridas y meseteñas, y optó por controlar los territorios desde capitales y centros de decisión.

Tras rebasar las elevaciones de Tentudía, la llanura de Tierra de Barros facilitó la llegada islámica al valle del Guadiana, donde Mérida era el principal objetivo de la incursión. La conquista de esta localidad supuso la claudicación de buena parte del territorio controlado administrativamente por ésta. Más tarde, fue asaltado el entorno del Tajo, y poco después cayó toda Hispania.

A partir de entonces, Extremadura formó parte de Garb Al-Ándalus, territorio que comprendía desde Talavera de la Reina hasta Lisboa, Santarém y Silves.

2.2. Adaptación del territorio

Después de la invasión llegó el asentamiento de los vencedores. Los primeros contingentes militares fueron pronto reforzados por sucesivas oleadas de inmigrantes, especialmente norteafricanos. A ellos les atraían las noticias de un botín inagotable y las oportunidades y el horizonte de prosperidad ofrecidos por la nueva tierra.

El proceso de adaptación, muy pausado en la fase emiral, pareció solo afectar a las élites locales, pues fue en las ciudades desde donde se extendió la nueva fe. Estos grupos encontraron en la asimilación a los conquistadores una magni?ca opción para seguir mantenido su status preeminente. En la etapa califal y las primeras taifas se aceleró y consolidó la islamización general de la población, que vio en la conversión a la fe mahometana un modo de eludir el pago de impuestos, entre otras razones. Pese a existir sectores no convertidos al credo de los invasores, éstos presentaron unos caracteres diferenciados respecto a los cristianos residentes en zonas no sometidas a la autoridad musulmana. Ello demuestra el proceso de aculturación gradual en el que estaban inmersos. Hasta el siglo XI su situación fue tolerable, pero las diversas guerras civiles, el progresivo acercamiento de las fronteras de los Reinos norteños al sur, o las invasiones de almorávides y almohades, terminaron por extinguir dicho sector, en unos casos por absorción religiosa, y en otros por deportación, persecución o emigración.

La última etapa de Al-Ándalus en Extremadura estuvo marcada por la islamización social. Ello se vincula a la larga trayectoria musulmana en la región, pero también a la difusión de fenómenos religiosos integristas

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(almohades, almorávides), que pretendieron la unidad religiosa. Con ello, la convivencia interreligiosa resultó utópica.

2.3. Zonas de poblamiento

En función del poblamiento, Víctor Gibello3establece una zoni?cación de Extremadura en el período de ocupación islámica. En este tiempo, la presión cristiana, el avance paulatino de la frontera, o la reorganización territorial en consonancia con los nuevos centros de poder, modi?caron su articulación espacial:

- Norte del Tajo.

Destacaron los asentamientos de escasa entidad demográ?ca, pues este territorio era fronterizo, más proclive a la existencia de nómadas bereberes que al surgimiento de poblaciones estables. Como excepción destacó Coria, que sobresalió por su consolidada vocación urbana, riqueza y desarrollo agrícola, o relevante cabaña ganadera. Junto a ella, un asentamiento importante debió de ser Plasencia.

- Entre el Tajo y el Guadiana.

Se identi?có por un poblamiento consolidado, donde destacó el carácter militar. Alconétar, el castillo de Monfragüe, Cáceres, Alcántara, Mirabel, Trujillo, Montánchez, Santa Cruz de la Sierra, Alburquerque, Villar del Pedroso, Peraleda de San Román, Valdelacasa de Tajo, Logrosán, Valdemorales, Zorita, Santiago de Alcántara, Casas de Miravete, Cañamero, o Salorino, fueron asentamientos forti?cados de primer orden.

- El Guadiana y su entorno.

Representó el espacio ocupado por el mayor número de ciudades andalusíes de Extremadura. En torno al Guadiana se asentaban, en posición de retaguardia, las medinas de Badajoz, Mérida, Villanueva de la Serena, Medellín, Talavera la Real, Lobón, Navalvillar de Pela, Peloche, o Helechosa de los Montes. Esta zona tenía vocación agrícola y artesanal, al tratarse de las tierras más densamente pobladas de la Extremadura musulmana.

- Sur del Guadiana-Sierra Morena.

Constituyó, junto al anterior, el verdadero corazón del Reino taifas de Badajoz, pese a carecer de un gran centro...

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