La crisis mundial de alimentos y los derechos humanos

AutorGarcía Neumann, Jaime
Páginas305-325

Page 306

1. La nueva crisis alimentaria

Mil millones de personas padecen hambre, es decir, una de cada seis personas en el mundo, 105 millones más que en 2008, y cinco niños mueren cada 30 segundos. Aparte de las cifras, significa el sufrimiento de cada uno de estos seres humanos, que es un querido niño, o madre, o padre, o hermano, o hermana, o pariente, o amigo, o vecino

. Así comenzaba el director General de la la organización de naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (Fao), el senegalés jacques diouf, su comunicación de apertura de la cumbre Mun-dial sobre la seguridad alimentaria, celebrado en roma del 16 al 18 de noviembre de 20091. «Hoy van a morir 17.000 niños en el mundo», señalaba a continuación Ban Ki Moon, secretario General de naciones Unidas. Luego el Papa Benedicto XVI también concluía de mane-ra contundente: «Basta de opulencia y despilfarros, basta con la explotación de los países más pobres».

Cuatro días antes de la cumbre, la cúpula de la Fao se reunió también en Milán con representantes de los principales agrocarteles (car-gill, Unilever, Bunge, Monsanto, Pioneer-DUPONT, Yara Fertilizer) en el foro titulado «acciones del sector privado para reducir la inseguridad alimentaria». La conclusión, sin embargo, no fue otra que profundizar en la política de liberalización de los mercados2.

A pesar de la crisis alimentaria que atraviesa el mundo, los resultados de la cumbre, según los analistas, también fueron decepcionan-

Page 307

tes3. De los 60 representantes de naciones, incluyendo varios jefes de estado, no participó ninguno de los del G-8, con capacidad para cambiar las cosas. Tampoco se concretaron nuevas ayudas de emergencia o montos y plazos de financiamiento y de inversión, ni se mencionó el papel de los carteles de alimentos, semillas y plaguicidas. Al igual que en cumbres anteriores como las de 1996 y 2002, se ratificó la meta del Milenio de reducir a la mitad para el año 2015 el número de personas que padecen hambre (en ese tiempo, alrededor de 800 millones). Pero las cifras revelan un acelerado proceso contrario y las ayudas internacionales además han disminuido debido a la crisis financiera y económica global.

Este salto hacia atrás es resultado de la crisis de alimentos iniciada en 2007, que fue abordada con más detenimiento en la III reunión cumbre de alto nivel de la Fao, celebrada también en roma en junio de 2008, con participación de más de cincuenta jefes de estado y de Gobierno. Allí se hizo un llamado urgente para un fondo de 22.000 millones de dólares a fin de revertir el proceso de hambruna del último año y promover sistemas de seguridad alimentaria en los países más vulnerables, administrados por el Fondo internacional de desarrollo agrícola (Fida) y el Programa Mundial de alimentos (PMA). Sin embargo, al terminar el año, tan sólo se había conseguido un 10 % de lo prometido4.

La cumbre 2009 de seguridad alimentaria añade más cifras: «es preciso que la producción de alimentos aumente un 70 % en el mundo y el doble en los países en desarrollo, para satisfacer las necesidades alimentarias de una población mundial que alcanzará 9.100 millones de personas en 2050. (...) Para eliminar el hambre de la faz de la Tierra se requieren 44.000 millones de Usd anuales de asistencia oficial al desarrollo que habrán de invertirse en infraestructura, tecnología e insumos modernos. Se trata de una cantidad reducida si tenemos en cuenta los 365.000 millones de Usd destinados para ayuda a los productores agrícolas de los países de la ocde en 2007 y si consideramos los 1,34 billones de Usd de gastos militares realizados en el mundo en el mismo año»5.

La Fao elude comparar sus cálculos para alimentos con los billones (millones de millones) de dólares puestos por los estados a disposición de las grandes corporaciones financieras y bancarias privadas

Page 308

en el último año para solventar el estallido de la burbuja financiera creada por esas mismas instituciones. El presidente del Banco central europeo, jean-claude Trichet, en la reunión de Presidentes de Bancos centrales en Basilea el pasado 9 de noviembre, se congratulaba de que las medidas globales anticrisis comenzaban a dar sus frutos y revelaba las cifras de las ayudas públicas: «10 billones de euros en apoyo a la banca, tipos de interés al mínimo y estímulos fiscales equivalentes al 2 % del PIB en los países del G-20»6.

Nos detenemos en estos hechos no tanto para reiterar la falta de voluntad política general, sino para apuntar a causas más estructurales, a las que el derecho humano universal a la alimentación debe enfrentarse si queremos que se convierta en una realidad efectiva en el mundo. Desde esta perspectiva es importante revisar también las características de la actual crisis alimentaria.

La escasez y los aumentos de precios generaron en los años 2007 y 2008 motines y revueltas en cerca de 40 países, de egipto a Filipinas y de México a camerún, sobre todo en aquellos cuya alimentación básica es el maíz, como en américa Latina; el trigo, como en los países árabes; o el arroz, como en el sudeste asiático y África; todo a pesar de que a nivel global la producción de cereales batió récords. Los disturbios en Haití, con el grito de «no más hambre», forzaron en abril de 2008 la caída del gobierno, lo cual es un anuncio de lo que puede pasar en otras partes. «Vamos hacia un periodo muy largo de motines, de conflictos, de oleadas de inestabilidad regional incontrolables, marcado a fuego vivo por la desesperación de las poblaciones más vulnerables», afirmaba jean ziegler, relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación7. Más aún, los estudios de la Fao y el Banco Mundial establecen que la crisis «puede extenderse diez años más», poniendo en peligro a 2.200 millones de personas de 82 naciones8.

Lo más grave, desde el punto de vista ético, es que la hambruna actual es perfectamente evitable. Según la Fao, el mundo tiene hoy la capacidad de producir alimentos para toda la población, pero los sectores más pobres no tienen la capacidad monetaria de acceder a los mercados globalizados ni de producirlos. Además, muchos gobiernos, a instancias del Fondo Monetario internacional, el Banco Mundial y más recientemente, la organización Mundial de comercio, han abandonado sus políticas de soberanía alimentaria y protección de sectores agrícolas, en aras del libre mercado global9.

Page 309

Por otra parte, de acuerdo los informes preparatorios presentados en la Fao10, entre las principales causas de la crisis alimentaria actual están la cartelización (diez grandes carteles de alimentos controlan el 80 % del comercio mundial), la especulación bursátil de derivados financieros y valores a futuro basados en los precios de alimentos, y la burbuja de los agrocombustibles, llamados «biocombustibles» en los países desarrollados, los cuales promueven y subvencionan su producción como medida contra el cambio climático.

Lo más determinante es que afectan directamente a productos básicos como maíz, sorgo, caña de azúcar, trigo (bioetanol) y aceites vege-tales (biodiésel); además, al incidir en el forraje y la alimentación animal, perjudican también a los productos cárnicos. Según el informe preparatorio de la Fao en 2008, citando un estudio del Banco Mun-dial, «el 65 % de las subidas de precios se debe a los biocombustibles y a factores relacionados con el rápido aumento de la demanda de biocombustibles para materias primas»11.

Aunque en estados Unidos y europa se ha minimizado el problema (la Unión europea mantiene la meta de utilizar un 10 % de biocombustibles para el transporte en el año 2020), los datos disponibles hablan por sí mismos12. Asbjorn eide, pionero del derecho alimentario, considera las dificultades de compatibilizar la producción de agrocombustibles con el derecho a la alimentación, señalando la «obvia prioridad» de los alimentos sobre la nueva producción energética13.

Por su parte el relator especial de las naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, jean ziegler, en su informe de 2007 a la asamblea General de la ONU, afirmaba:

Precipitarse en convertir los cultivos alimentarios -el maíz, el trigo, el azúcar, el aceite de palma- en combustible para automóviles, sin examinar antes los efectos sobre el hambre en el mundo, augura un desastre. Se calcula que para llenar un depósito de un automóvil con biocombustible (cerca de 50 litros), se necesitarían

Page 310

unos 200 kilogramos de maíz, lo cual es suficiente para alimentar a una persona durante un año

14.

El informe final de j. Ziegler, presentado a la asamblea General el 22 de agosto de 200715, recomienda una serie de medidas, cuya urgencia se acentúa con la recesión que está provocando el derrumbe financiero y económico:

  1. prohibición total de quemar la comida para fabricar biocombustible, o al menos, una moratoria de cinco años mientras se encuentra una alternativa que no afecte la alimentación;

  2. retirar de la Bolsa la fijación de los precios de los alimentos básicos, e instaurar un sistema en el que el país productor negocie directamente con el país consumidor para excluir la ganancia especulativa;

  3. que las instituciones internacionales concedan prioridad absoluta en los países más pobres a las inversiones en la agricultura alimentaria, familiar y de subsistencia.

D) y algo más: considerar a los que huyen de las zonas de hambruna hacia los países ricos, especialmente desde el África subsahariana, no como inmigrantes ilegales sino como «refugiados del hambre», que les amenaza mortalmente a ellos y sus familias tanto o más que una persecución política16.

Países como la india, indonesia y Tailandia han tomado ya medidas para limitar la salida de alimentos y aumentar las reservas...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR