Mujeres españolas en los siglos XIX Y XX: Asociacionismo y activismo político

AutorRocío Navarro
Páginas203 - 225

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La historia de las mujeres y la renovación historiográfica

En los últimos años los estudios sobre la historia de las mujeres han apoyado la recuperación de la memoria colectiva de las mujeres, a la vez que han buscado también su mayor visibilidad en los acontecimientos históricos1. En este sentido se ha avanzado en la comprensión de la contribución femenina en los procesos históricos, sociales y políticos, teniendo en cuenta que investigar en este campo es algo más que hacer un acopio de datos sobre la intervención de las mujeres en los acontecimientos pasados. En los primeros momentos del desarrollo de los estudios sobre las mujeres, tal y como señalan las historiadoras Mary Nash o Inmaculada Blasco, se partía de un planteamiento que interpretaba la presencia de las mujeres enPage 204la historia desde una posición de victimización2. Por lo tanto, al considerarse que las mujeres habían sido víctimas en el pasado, el interés de las investigaciones se centraba sobre todo aquellas que habían desafiado este papel y se habían rebelado contra la perpetua subordinación femenina. Asimismo, en la interpretación de la participación de las mujeres en los distintos momentos históricos, primaban los análisis basados en rígidas categorías enfrentadas, en las que a las mujeres les correspondía el espacio privado, las situaciones de subordinación y las actitudes pasivas, mientras que a los hombres se les reservaba el espacio público, las posiciones de poder y los escenarios y contextos de enfrentamiento y dinamismo3.

A este planteamiento se añade en el caso español la situación política que atravesaba el país y que incidía directamente en la producción historiográfica del momento. La reacción contra la adulteración de la historia llevada a cabo por el fran-Page 205quismo movió a los jóvenes investigadores e investigadoras de finales de la dictadura a interesarse por los movimientos sociales y políticos españoles desde una posición también políticamente comprometida, de enfrentamiento con el régimen. En lo que se refiere a la historia de las mujeres además, el punto de partida era un total desconocimiento sobre la experiencia histórica femenina en este país4. En un periodo, los años setenta y ochenta, en el que los estudios sobre las mujeres comenzaban a despuntar, la investigación sobre la presencia femenina en tales movimientos suponía un estímulo para el movimiento feminista español de la transición. Por este motivo, los primeros trabajos que se realizaron sobre la historia de las mujeres –centrados sobre todo en el periodo contemporáneo, en la experiencia de la República y de la Guerra Civil– incidían sobre todo en los aspectos políticos –sufragio y movimiento obrero– desde una óptica que contemplaba a las activistas como heroínas5.

A estas dos circunstancias anteriores puede añadirse otra variable que determinó en estos primeros años los análisis y los temas elegidos por las investigadoras preocupadas por las experiencias de las mujeres. Como señala la socióloga Celia Valiente, un buen número de estas estudiosas simpatizaron con el feminismo, un movimiento en el que en España durante mucho tiempo primó la influencia marxista, lo que resultó, en el periodo que estamos tratando, en una menor incidencia del feminismo liberal y radical en la historiografía feminista española. Esta preferencia se reflejó en las investigaciones que se realizaron, que se volcaron en cuestiones como el trabajo y laPage 206política, dejando de lado otros aspectos como la sexualidad, la maternidad o la reproducción6.

Actualmente, los análisis han superado aquellos primeros esquemas interpretativos y las nuevas cuestiones que se plantean en el tratamiento de las mujeres como agentes históricos tienen que ver con situar la experiencia colectiva femenina dentro de una dinámica histórica que hasta ahora sólo se había estudiado prestando atención al ámbito público y centrándose en el protagonismo de los hombres. Las propias feministas comenzaron a criticar la insistencia marxista en las relaciones económicas como explicación de toda relación de dominación, denunciando la limitación de este enfoque para proporcionar las claves de otro tipo de situaciones de poder –que se daban incluso dentro de las organizaciones de izquierdas– y buscando otras respuestas. Así, la introducción de nuevas categorías analíticas como el género, permitieron interpretar otras realidades y actuaciones colectivas7 dejadas de lado tradicionalmente por la historiografía.

De esta forma, los estudios sobre las mujeres, realizados todavía en su mayor parte por investigadoras, abarcan ahora no sólo la actividad política y económica –tanto en las organizaciones estrictamente femeninas como en los sindicatos o partidos políticos– sino que se extienden también a otros ámbitos, entendiendo la necesidad de llevar a cabo una labor de reflexión sobre el papel que han desempeñado las mujeres en los acontecimientos históricos. Se busca así una visión integrado-Page 207ra de las experiencias colectivas de las mujeres, partiendo de la idea de la importancia de la comunidad para formar la identidad personal y de que el “movimiento de las mujeres” general, debe reflejar necesariamente la diversidad: como señala Martha Ackelsberg, “quizás no exista lo que llamamos “la mujer” y […] nuestras identidades como mujeres individuales están fundamentalmente unidas a los grupos étnicos, religiosos y culturales que también contribuyen a nuestra identidad”8.

El enfoque reside, por lo tanto, en colocar la experiencia de las mujeres –pero también de los hombres– en el lugar en que se cruzan lo privado y lo público, el ámbito doméstico y el mundo de la política y del trabajo, para llegar a una comprensión más amplia, más rica y más compleja del pasado. El desarrollo de la historia de las mujeres, que acompaña también al de la historia social, además de evidenciar la visión androcéntrica de los estudios anteriores, ha constituido también una renovación historiográfica con la introducción de la perspectiva de género, un patrón socio-cultural que alude a complejos conjuntos de procesos históricos y relaciones sociales9. Incidiendo en estos aspectos, Mary Nash resalta la revisión metodológica que han promovido los nuevos criterios interpretativos al recuperar el papel de las mujeres como “agentes dePage 208transformación social”. Cobra importancia entonces indagar en las expectativas, los roles, las representaciones y las situaciones de opresión, que traerán a su vez al primer plano nuevas fuentes como las orales e iconográficas, al tiempo que se tratarán desde una nueva perspectiva las tradicionales fuente escritas10.

Este trabajo pretende establecer un estado de la cuestión de las aportaciones de esta floreciente historiografía respecto al ámbito del asociacionismo y el activismo político de las mujeres españolas desde finales del siglo XIX hasta el fin del franquismo. Como se ha avanzado ya, los aspectos relativos al trabajo y sobre todo a la movilización política femenina en España fueron los primeros en ser tratados por las investigadoras, al representar un ámbito en el que las mujeres protagonizaban una lucha contra el esquema de género tradicional y dominante. Aún así, las investigaciones recientes han asumido los avances y la renovación en el tratamiento de las fuentes, al mismo tiempo que prestan especial atención al lenguaje, a las representaciones iconográficas y a la construcción de la identidad.

En definitiva, se trata de una producción historiográfica abundante que además se promueve a través de jornadas y seminarios, publicaciones de monografías, trabajos realizados en talleres y grupos de investigación surgidos de los institutos y centros que sobre los estudios de las mujeres se están creando desde hace casi dos décadas en las universidades españolas, aunque bien es cierto que a remolque y con cierto retrasoPage 209de los creados sobre todo en los países anglosajones. A la investigación histórica se han sumado además otras disciplinas, y se han realizado estudios en los campos del arte, la literatura, etc. Esta presencia de las investigaciones sobre las mujeres da fe de una progresiva institucionalización de estos temas, cada vez más instalados entre las asignaturas de los planes de estudio de las universidades, pero también con una implantación importante en los estudios de postgrado.

De esta forma, los últimos estudios sobre el activismo de las mujeres se hacen eco de esta diversidad en cuanto a temas, fuentes y disciplinas y no sólo recogen la movilización femenina en determinados momentos de la historia del siglo pasado, también profundizan en las contradicciones de esta movilización, sus expectativas y demandas. Y sobre todo inciden en la relación entre estas movilizaciones femeninas y las consideradas mixtas. Es importante tener en cuenta no obstante que éstas últimas, las movilizaciones pero también las organizaciones mixtas, no siempre actuaron como tales. Aunque el activismo de las mujeres y su participación en los sindicatos obreros comienza tempranamente, a menudo serán discriminadas en ellos por sus propios compañeros y su intervención en las protestas laborales y políticas estará mal vista y a veces incluso penalizada11. Por lo general, sobre todo en el periodo que nos interesa, el siglo XX, no existieron llamadas a la movilización específicamente masculina, al igual que las organizaciones de tipo político o sindical tampoco eran masculinas de forma excluyente. Y sin embargo, estas instancias pocas veces se dedicaron a defender las reclamaciones femeninas, y lasPage 210cuestiones relativas al papel de las mujeres en el mundo laboral eran discutidas a menudo desde el punto de vista del interés de los trabajadores masculinos.

Por lo tanto, mientras los hombres se movilizaban a través de los medios habituales de afiliación política y sindical, tradicional y...

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