Mujeres y maternidad

AutorJuana Gil Ruiz
Páginas77-130

    "¿No es una forma de razonar muy sólida ofrecer por respuesta excepciones a leyes generales tan bien fundadas? Las mujeres, decís, no siempre tienen niños. Cierto, pero su destino propio es tenerlos. ¡Cómo! Porque haya en el universo un centenar de grandes ciudades en que las mujeres, viviendo en medio de la licencia, tienen pocos niños, ¿pretendéis que el estado de la mujer es tener pocos?".

    ROUSSEAU, J.J., Emile ou De l'éducation, Classiques Garnier, Paris, 1961; o en Oeuvres Complètes, vol. III, Seuil, 1971. Traducción al español, Emilio o De la educación, Alianza Editorial, Madrid, 1990.

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I La maternidad: entre el bien jurídico y la enfermedad

Arrancábamos nuestro capítulo I con las palabras de James Mill, palabras con las que yo pretendía visibilizar uno de los secretos mejor guardados por la Modernidad: el individuo no es un Yo autónomo, sino un varón-padre de familia que representa simbólicamente a una colectividad formada por las mujeres, los sirvientes y los niños. Este hecho, hace del Estado y de la institución de la Maternidad, un binomio indisoluble; pero que, como otro binomios relevantes, debe ser ocultado para que la Modernidad pueda ofrecer su imagen de superación de las relaciones de privilegio y de dominio. Nadie así podría presu-Page 78mir que los personajes que intervienen en el cuento de la vida no eligen su destino, su misión y su querer ser. Es así como lo epistemológico termina construyendo lo ontológico.

Y es que, como diría Rousseau, en su Emilio o De la educación: "La misma rigidez de los deberes relativos a los dos sexos ni es ni puede ser la misma. Cuando la mujer se queja de la injusta desigualdad que en este punto han puesto los hombres, se equivoca; esa desigualdad no es una institución humana, o al menos no es obra del prejuicio sino de la razón: aquel al que la naturaleza ha encargado es quien debe responder al otro de ese depósito de los niños"105.

Sin embargo, la Maternidad no es puramente "natural ni exclusivamente cultural; compromete tanto a lo corporal como lo psíquico, consciente e inconscientemente; participa de los registros real, imaginario y simbólico. Tampoco se deja aprehender en términos de la dicotomía público-privado: el hijo nace en una relación intersubjetiva originada en la intimidad corporal pero es, o ha de ser, un miembro de la comunidad y, por ello, el vínculo con él está regido también por relaciones contractuales y códigos simbólicos"106.

Esta complejidad hace que el cuerpo materno no sea sólo un cuerpo natural, un referente biológico, sino un espacio cuya significación biológica se produce culturalmente, a través de su inscripción en los discursos sobre la Maternidad que desde las distintas disciplinas se elaboran, privando por consiguiente, a las mujeres-madres de su identidad como sujetos, como individualidades.

En lo que al ámbito jurídico se refiere la ambivalencia se presenta con total nitidez. Probaremos, al analizar la legislación laboral, cómo la Maternidad en el ámbito laboral, es despojada de su dimensión social para convertirla en una decisión y responsabilidad individual107. La mujer trabajadora ha de afrontar su maternidad como una irregularidad, y una enfermedad que el sistema pro-Page 79ductivo se ve obligado a corregir. Sin embargo, en otras esferas de la vida, la mujer se ve privada de la capacidad de decidir y controlar su propio cuerpo, al entenderse la maternidad, en su dimensión social, sobrevalorada. Esto justifica los controles prohibitivos del Ordenamiento jurídico en el derecho a abortar, y a decidir sobre la propia sexualidad.

En estos momentos, la nueva realidad económico-social está determinando cambios estructurales en el nivel jurídico-político. La necesidad de reducir gasto público, en las partidas destinadas a asistencia social; el alarmante descenso de la natalidad debido a la incorporación de la mujer al mercado laboral; y los problemas que ocasionaría el prescindir de una mano de obra barata y autoestimulada como la femenina, hacen que el Estado, desde su faz de Estado de bienestar, organice una serie de institutos jurídico-políticos, aparentemente tuitivos e igualitarios, que afectan fundamentalmente a la familia y a la maternidad, y que vienen a solucionar pero también a conformar la nueva realidad.

Pero, ¿cómo compatibilizar el imprescindible trabajo de la mujer en el mercado laboral, con la necesidad de reducir gasto público?, ¿cómo acabar con la crisis en el empleo que lo viene azotando despiadadamente? La política de los subsidios y subvenciones, sólo lo está endeudando, sin remisión alguna. ¿Qué hacer para acabar con esta ola de malbaratamiento y costes? ¿Cómo desmontar servicios sociales: subvenciones de guarderías, ampliación de horario de comedores..., gastos que él considera secundarios y superfluos, en un momento de crisis como el actual?

Hoy como siempre, se es consciente del papel económico que la mujer ha cumplido y cumple no sólo en el ámbito público, sino en el privado. Su misión es imprescindible e insustituible. Necesita potenciar los contratos a tiempo parcial y flexibilizar los horarios de trabajo de las mujeres. Estas dos medidas son perfectas para combatir el déficit público. Si las mujeres lo hacen todo, cubren todas las esferas, sin soltar lastre al Estado; éste se liberará de responsabilidades prestadas, y destinará sus partidas presupuestarias a otros menesteres, ahora sí "importantes". Esconder esta información "top secret" en la recámara, articulando un discurso jurídico-político formalmente igualitario, hipnotiza a sus víctimas, convencidas de la objetividad y neutralidad del sistema. Al fin y al cabo, el Estado de bienestar sólo interviene para conseguir precisamente eso, bienestar. Pero, ¿bienestar para quién y a costa de quién?

Aparentemente, las medidas jurídico-políticas relativas a la Maternidad han pretendido y pretenden sencillamente beneficiar a la mujer, impidiendo que cualquier tipo de abuso se cierna sobre ella, y le dificulte su "sano", "ade-Page 80cuado" y "libre" desarrollo. Entrar a determinar lo que en cada momento resulta ser "lo sano", "lo adecuado" y "lo libre" para las mujeres, pone de manifiesto una constante que se reitera a lo largo de la historia: se toman medidas para las mujeres, pero sin las mujeres. Y esto lo hemos observado tanto en nuestro pasado más reciente108, como en el actual sistema democrático español y europeo. La, en parte modificada por la Ley de Igualdad, Ley 39/1999, de 5 de noviembre de conciliación de la vida familiar, y laboral de las personas trabajadoras, sin duda, es buen ejemplo de lo afirmado anteriormente.

Sin embargo, y pese a que el Estado Social decía intervenir para conseguir bienestar e igualdad de derechos, evitar los abusos y equiparar la balanza de las oportunidades, y aun cuando el legislador ha insistido en afirmar que trataba la maternidad por sentirse preocupado por un colectivo "perjudicado" -artículo 9.2 de la Constitución-, el hecho de que sólo tratara la maternidad en el ámbito laboral nos hizo sospechar. Pensamos que la maternidad resulta esencial no sólo desde el punto de vista personal, sino también desde el punto de vista global, puesto que afecta directamente a la economía, al Derecho, a la sociedad en general... Fundamental para todo ser humano que pretenda desarrollarse en todas las esferas; disponiendo -esta vez, sí libremente- de su tiempo.

Sin embargo, mucho nos tememos que en este caso, el Derecho no actuaba aquí como instrumento de Justicia, sino como mera técnica de organización social. Se le planteaba un problema, y tenía que resolverlo: se le ha embarazado una trabajadora, y la cadena de montaje -productiva- debía continuar.

No se plantea otras caras o vertientes de la vida de las mujeres -sean o no sean trabajadoras, en el sentido económico-productivo-. No se plantea la libre elección de la maternidad, o la necesidad de un tiempo libre; tiempo para formarse, para "enriquecerse", para cuidarse... No está pensando -mal que nos pese- en el TODOS, ni tan siquiera en las mujeres. Sólo piensa en el modelo Page 81 tradicional de trabajador que en esta ocasión se ha embarazado; pero que en otras ocasiones se ha enfermado con una gripe o catarro; y que mañana puede atrapar cualquier tipo de virus.

Y es que, efectivamente, la maternidad aparece como un desajuste, como una irregularidad, una enfermedad que en determinados momentos amenaza al sistema económico-productivo, y que hay que prever y resolver jurídicamente hablando.

Parchea, pues, con relativa astucia el Ordenamiento jurídico para que se siga funcionando, pero... los modelos continúan inalterados. Pero... ¿por qué se habla de trabajador-trabajadora, y no de ciudadanos-ciudadanas? ¿Por qué sólo aparece tratada la maternidad como "problema" que afecta a una determinada relación laboral, de manera autónoma, y no en relación con otras vertientes de la vida de las mujeres y de los hombres, que ya no sólo trabajadoras y trabajadores? ¿Acaso lo único que ocupa la vida de los hombres y de las mujeres es el aspecto laboral? ¿Y su formación? ¿Y su tiempo libre? ¿Y el tiempo para el amor? ¿Y para la privacidad109?...

Pero, los trabajos de trinchera para tomar o expugnar esta plaza requieren de una pluralidad. No se puede combatir -aunque sin ruido- al "engañado enemigo" sólo en el ámbito jurídico. Este servirá muy bien de manta térmica para guardar el calor que se estará gestando en su interior, desde otros frentes. Nos referimos, entre ellos, al socializador.

Y es que el Derecho continúa siendo una cortina "limpiamente" opaca que se...

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