Cruzado el umbral. Mujeres en el prceso de paso del espacio privado al público

AutorMaría Jesús Fuente
Páginas105 - 133

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    “Mujeres, madres, profesionales: la trinidad de la superwoman entra en crisis a juzgar por el 30% de ejecutivas que llegan a renunciar a su cargo ante la imposibilidad de hacer compatibles trabajo y casa, profesión y crianza de los hijos”

(El País, 10-XI-2007)

    Nora: Quiero marcharme enseguida

Helmer: ¡Has perdido el juicio!. No tienes derecho a marcharte.

Nora: Mañana salgo para mí país.

Helmer: ¡Abandonar tu hogar, tu esposo, tus hijos!

(Casa de Muñecas, H. Ibsen, 1879)

Las altas ejecutivas que renuncian a sus puestos y se retiran a casa para atender mejor a sus hijos a comienzos del siglo XXI, andan el camino inverso que recorrió la Nora de Casa de Muñecas, al abandonar su hogar, a su esposo y a sus tres hijos, a finales del siglo XIX. Ibsen reflejaba en su obra teatral los anhelos pioneros de algunas mujeres de su tiempo que abrían el camino que durante los últimos siglos ha venido recorriendo la mujer: la senda de salida del espacio doméstico para hacerse un sitio en el espacio público. En efecto, estas ejecutivas van por el camino contrario al de sus congéneres en el pasado,Page 106abandonan la esfera pública de la economía, en la que pueden ocupar papeles importantes, y se internan en el espacio doméstico para hacerse cargo de la tarea asignada a la mujer a lo largo de la historia: la crianza y educación de los hijos.

La sublimación de la maternidad como tarea femenina por excelencia persigue recluir de nuevo a la mujer en el espacio privado de la casa, del que había procurado ir saliendo poco a poco. Superada la percepción de que los hijos eran una carga que envía Dios o un beneficio necesario para el mantenimiento de la economía familiar, la maternidad se convierte en un privilegio o una bendición que lleva a algunas mujeres a abandonar el trabajo y ocuparse del hogar. La postura de las ejecutivas recuerda tiempos pasados en que las mujeres de los grupos elevados de la sociedad tenían a gala el permanecer en casa. Responden al modelo, rechazado por Nora, de esposa económicamente dependiente que desde mediados del siglo XIX “se ha presentando como el ideal para todas las clases respetables de la sociedad”1.

En efecto, solo las mujeres de grupos no privilegiados o marginales, necesitadas de sustentar la economía familiar, se veían avocadas a salir del espacio doméstico. Un viajero holandés de mediados del siglo XVII, Antonio de Brunel, describía en su Diario del viaje de España el panorama femenino de las calles de Madrid, donde las mujeres “infames” (las prostitutas): “se han apoderado por entero de toda la libertad de Madrid, porque las grandes señoras y las mujeres de bien apenas salen y no van ni de paseo ni al Prado”2. Si nos retrotraemosPage 107otros cuatro siglos y miramos al siglo XIII, podemos encontrar el privilegio concedido por el rey Jaime I de Aragón a Bonafilia, la viuda de Escapat Malet de Barcelona, a la que permitía prestar juramento en casa, para no tener que salir a la calle3.

Durante siglos la presencia de las mujeres en los espacios públicos se ha considerado inapropiada. Lo que desde la perspectiva actual se considera el privilegio de la libertad, en otros tiempos se consideraba la esclavitud de la necesidad. Los cambios en la concepción de lo que es apropiado o no para las mujeres, la salida del espacio doméstico y el logro de derechos considerados como públicos, ha sido consecuencia de un proceso de trabajo, de lucha, de convencimiento que ha durado siglos, y al que se han hecho contribuciones desde diversos campos. La primera, o una de las primeras, fue Cristina de Pisan, que tuvo el mérito de iniciar una querella que puso sobre la mesa la cuestión femenina. Ella fue la creadora de la “ciudad de las damas”, un espacio particular y separado para mujeres, teóricamente público, pero quizás no muy diferente de otros espacios exclusivamente femeninos como eran los conventos de monjas. En cualquier caso su papel de llamar la atención sobre la reclusión de las mujeres en los espacios privados fue decisivo para iniciar la toma de conciencia acerca de esta cuestión. ¿Fue a partir de ella cuándo se inició el proceso de salida del espacio privado al público? ¿Cómo o por qué se produjo ese proceso? ¿Quiénes contribuyeron a él?

Antes de responder a esas cuestiones hay que plantear una pregunta previa, ¿qué se ha entendido por espacio público a lo largo de la historia? La respuesta a esta cuestión y a las ante-Page 108riores se hará a partir del estudio de la dicotomía público-privado y su relación con la delimitación de espacios femeninos, para después contemplar los espacios considerados especialmente femeninos y ver qué papel tuvieron esos espacios a la hora de permitir a las mujeres desarrollar una actividad pública. Dos espacios han de ser especialmente considerados, la casa y el convento, ámbitos siempre aceptables para las mujeres, y en los que no siempre resulta fácil definir la línea entre lo privado y lo público.

La dicotomía privado-público en la historia de las mujeres

“Vivir una vida privada por completo significa por encima de todo estar privado de cosas esenciales a una verdadera vida humana: estar privado de la realidad que proviene de ser visto y oído por los demás, estar privado de una “objetiva” relación con los otros que proviene de hallarse relacionado y separado de ellos a través del intermediario de un mundo común de cosas, estar privado de realizar algo más permanente que la propia vida”4.

Siguiendo esta idea de Hannah Arendt, se podría decir que la vinculación de las mujeres al espacio privado no era óbice para poseer una “verdadera vida humana”, pues, como ocurría con los griegos, la casa era el centro esencial desde el que se podía participar en los asuntos del mundo, aunque parte de esos asuntos solo fueran accesibles a los varones.

La difícil delimitación de lo público y lo privado, tal como apunta Arendt en La condición humana, se hace más evidentePage 109si se trata de aplicar esos conceptos en distintos momentos de la historia, y más en concreto de la historia de las mujeres. Aunque para algunas feministas la dicotomía público-privado “es una característica universal, transhistórica y transcultural de la existencia humana, la crítica feminista se refiere, básicamente, a la separación y a la oposición entre las esferas pública y privada en la teoría y la práctica liberal”5.

En la actualidad la concepción de lo público coincide fundamentalmente con lo político, con la idea de “ciudadanía cívica pública”6, y “abarca toda la vida social, a excepción de la vida doméstica”7. Sin embargo, ese concepto no es ni transhistórico ni transcultural, sino que ha cambiado a lo largo de los tiempos. El hecho de que lo privado y lo público se hayan discutido prescindiendo de su desarrollo histórico es un error. Hay que ser conscientes de la complejidad de este concepto cambiante, y arriesgarse a perfilarlo en el pasado, pues sin exponer qué se entiende por espacio público o privado se puede seguir incurriendo en el mal uso de los términos y en la descoordinación cuando se habla del espacio público en la historia.

Si el espacio público incluye todo lo que está fuera del espacio doméstico se entiende que es un amplio abanico de asuntos los que entran dentro de ese espacio, no solo la política, sino la economía, la cultura o la religión. Durante mucho tiempo lo político no se ocupaba de los asuntos que ocurrían dentro de la casa, hasta que las feministas americanas en la década de los setenta acuñaron la frase “lo personal es políti-Page 110co”. Lo personal se entiende que son las políticas en relación con la maternidad, la ayuda social, las leyes sobre el aborto, el divorcio, etc.

Lo personal no tiene por qué coincidir con lo doméstico o privado. Ni lo privado tiene que reducirse a lo estrictamente personal y doméstico. El espacio doméstico alberga lo privado, pero también puede albergar lo público. Este punto es especialmente importante en el estudio del pasado, cuando las actividades que se desarrollaban en la casa no eran solo las estrictamente privadas. Es evidente que en la mirada al pasado los valores actuales de espacio público, en el sentido de espacio de ejercicio de ciudadanía, no pueden aplicarse.

Para ver qué se puede entender por espacio público en el pasado, vamos a tomar como punto de partida algunos de los aspectos que podrían integrarse dentro de lo considerado como público en la actualidad, y examinar si esos puntos pueden tomarse como paradigma definitorio de lo público en etapas históricas pasadas, en concreto en las épocas en las que vemos el despegue de la conciencia femenina. Esos aspectos a considerar son la política, la economía y la cultura como puntos esenciales, y la religión como aspecto aparte, aunque fundamental en la medida que contribuyó de manera poderosa a modelar las ideas sobre las mujeres y a encerrarlas en el espacio doméstico.

Si se considera el espacio público como únicamente político, se trataría, en efecto, de un espacio vetado a las mujeres durante milenios, pero no solo a las mujeres, también a los hombres en ciertos espacios y tiempos. Ese veto tenía que ver más con la clase que con el género, ya que no solo hombres sino mujeres de los grupos poderosos tenían abierta la puerta de acceso al espacio público. Reinas, nobles damas, abadesas tuvieron gran poder en tiempos en que teóricamente las muje-Page 111res estaban excluidas del espacio público-político. La percepción de la presencia femenina en el espacio de poder se plantea a otros niveles en momentos excepcionales; buen ejemplo de ello es la imagen que ofreció de Sevilla el representante diplomático de Venecia ante el emperador Carlos, Andrea Navagero (1525-1528), quien ante la salida de tanta gente hacia las...

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