Mujer y derecho: protagonistas de la historia (I): La Juez Débora

AutorSilvia Valmaña Ochaita
CargoUniversidad de Castilla-La Mancha
Páginas3-25

Quiero dedicar este trabajo a mis hermanas, las Dras. Alicia Valmaña y María Valmaña, auténticos referentes de rigor intelectual, trabajo serio y generosidad académica. Con mi agradecimiento por ser mis más exigentes "editoras".

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1. Introducción

El Antiguo Testamento (Tanaj para los judíos) es un entramado de textos de diverso valor histórico, jurídico y literario que conforman una visión del mundo hebreo en la Antigüedad. El papel de la mujer en el mundo antiguo ha sido objeto de numerosos estudios; éste pretende ser una mera aproximación a una figura que despierta mi interés por ser la primera mujer juez de la que se tiene referencia histórica. No es por lo tanto un acercamiento erudito de una conocedora de las escrituras, o de una especialista en Derecho hebreo. Es solamente el afán de profundizar en algunos aspectos que normalmente no estudiamos quienes tenemos como línea preferente de investigación el papel de las mujeres en el Derecho.

Sin embargo el papel que la mujer ha desempeñado en la sociedad hebrea en la antigüedad es bien conocido por el número y la facilidad de acceder a las fuentes, muchas de ellas constitutivas de la ley hebrea. Y como suele suceder cuando dichas fuentes se consideran tanto desde la perspectiva de la Historia como la de la Religión, la interpretación que se haga de las mismas dará análisis no sólo diferentes, sino, en ocasiones, absolutamente divergentes. De esta manera, no es infrecuente observar conclusiones reduccionistas en el sentido de que el Antiguo Testamento es una evidente manifestación de la represión femenina en su época (Bright-Parales, 1998; Catalá, 2000), mientras que por otra parte nos encontramos con la valoración de unos textos como profundamente feministas, que muestran una mujer liberada, dueña de su propio destino, basada en la visión idealizada de algunas heroínas descritas en los mismos (Nowel, 1997), o incluso vestigios de una cultura matriarcal (Graves y Patay, 2003), . Ambas posiciones son, probablemente, erróneas por excesivas.

Como señala Fishelov (2005), la cuestión estriba en cómo la Biblia describe esos caracteres, y el juicio de valor que tal descripción lleva aparejada, y que, en opinión de este autor, no difiere mucho del que se hace en relación con los personajes masculinos. E incluso una somera lectura del Antiguo Testamento plantea "serias dudas sobre la teoría de que la mujer no puede asumir el liderazgo, por imperativo divino. En las Escrituras no encontramos la desaprobación de Dios, ni su condena, a la actuación de mujeres que ejercieron posiciones de liderazgo, ya fuera en la familia, en la vida civil o en la esfera religiosa" (Muñiz, 2005) . Y la conclusión a que podemos llegar es que muchas veces el conocimiento de los personajes bíblicos, mujeres y hombres, nos llega

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contaminado por la reescritura que doctrina, literatura y arte, fundamentalmente, han hecho de los mismos.

Así, Eva se presenta como el instrumento del mal en la iconografía medieval, frente a la elevación de la cuestionable conducta moral de Judith, en la que el fin justifica los medios, a la categoría de heroica.

Frente a estos prejuicios derivados del conocimiento "cultural" de los textos bíblicos, los estudios de los eruditos, principalmente judíos, sobre la Ley arrojan otra importantísima fuente de información sobre el papel real de la mujer en la sociedad hebrea.

El Talmud, libro de la ley hebrea subordinado a la Torá y que consiste en una obra que recoge la interpretación rabínica de la Ley escrita, se ocupa en la Mishná, primera de las dos partes en que se divide, un orden o subdivisión llamado Nashim, que significa "mujeres", y se refiere, consecuentemente a todo lo relacionado con las mujeres. Así, Auerbarch (1945) selecciona del Talmud de Babilonia los textos agrupados de la manera siguiente: viudas sin hijos (Tratado Yebamoth), el contrato matrimonial (Tratado Kethuboth), adulterio (Tratado Sotah), divorcio (Tratado Gittin), y esponsales (Tratado Kiddushin).

Aunque estos Tratados no establecen de manera clara la posición femenina, de la interpretación y contextualización que en los mismos se hace del papel de la mujer, así como de la lectura de los libros del Antiguo Testamento, podemos extraer dos ideas fundamentales: el papel de la mujer y el del hombre se derivan directamente de las condiciones presentes en cada época, y la descripción de los personajes en el Antiguo Testamento, tanto de hombres como mujeres se hace, normalmente, desde cierta lejanía y desapasionamiento que sugieren ausencia de prejuicios por razón del sexo.

Sin embargo, las mujeres en el Antiguo Testamento, presentan, como señala Hunt (2002), algunas características comunes: en primer lugar, su inquebrantable fe en Dios, lo que es consecuente con el Libro Sagrado por excelencia de las religiones Judía y Cristiana; en segundo lugar, una sorprendente libertad de acción para lo que a priori cabría esperar en su contexto; finalmente, que se trata de personas corrientes que en un determinado momento hacen cosas extraordinarias precisamente por dejarse utilizar por Dios, y una vez han prestado el servicio al pueblo, desaparecen en silencio (Mesters, C.

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y Storniolo, I., 1996). Incluso las mujeres pacíficas y virtuosas, las que desempeñan un papel "tradicional", son capaces de lograr justicia, como Rut (Mesters, C. Y Storniolo, I., 1996) o Susana (Oliver-Sola, M.C., Soria-Oliver, M., 2009), ante un Tribunal, si bien en ese caso a través de la intervención masculina de Boaz y Daniel, respectivamente.

El personaje del que me voy a ocupar en el presente trabajo, Débora, no está exento de un proceso de mitificación que nos hace llegar una información que se sitúa entre la crónica histórica y la leyenda. A ello ha contribuido de forma muy eficaz la reescritura de la Biblia (Exum, 2007) desde la literatura, la música o la pintura.

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La Profetisa Débora. Gustave Doré

Así vemos con frecuencia a Débora representada como la mano de Dios, frente a la humanidad de quienes le rodean. Desde los dibujos de Gustave Doré hasta los oratorios de Haendel y las óperas de Giacondo Fino o Pizzetti, en Débora no aparecen los claroscuros que desdibujan el sencillo contorno que las Escrituras trazan de los demás. En el caso de Pizzetti, en el libreto de su ópera se permite unas licencias que van más allá del texto bíblico (Leneman, 2007), creando perfiles propios para sus personajes, imaginando las situaciones que hacen que sus caminos se entrecrucen; pero Débora se mantiene incólume, representa, dentro de la influencia de D´Annuncio que encontramos en Pizzetti, a "una humanidad que busca la afirmación del amor. El dannunzianesimo3 es por lo tanto un medio que transforma la humanidad en "la humanidad sobrehumana", que busca una religión en los eventos de la vida y que

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rubrica los valores del espíritu en el héroe: aquel que combina en sí mismo todas las experiencias humanas, nuestras experiencias" (Dizzionario dell´opera).

Más allá de esta imagen idealizada, mi pretensión es ahondar en una figura pionera, la primera juez de quien se tiene una referencia histórica. Para ello, las fuentes históricas y literarias, y los estudios sobre la Biblia y el Antiguo Testamento son las herramientas fundamentales para tratar de trazar un perfil objetivo de una mujer que, entre otras cosas, impartía justicia.

2. El libro de los jueces

El libro de los Jueces es el 7º Libro del Antiguo Testamento, el último del Heptateuco y segundo de los llamados Libros Históricos. Se sitúa tras el Pentateuco (Torá, la Ley), formado por los libros Génesis (Bereshit), Éxodo (Shemot), Números (Bemidbar ), y entre los Libros de Josué y de Rut, constituye uno de los libros del grupo de Nevi'im o los Profetas. La ubicación sistemática del Libro de los Jueces tiene gran importancia desde el momento que nos permite entender mejor la esencia del mismo.

Mucho se ha discutido acerca de la cronología de la Biblia, y de si el orden de los Textos Sagrados se corresponde perfectamente con el orden cronológico. Algunos (Pounds, 2002) sitúan el periodo desde la toma de Jericó por Josué (circa 1400 A.C.) hasta el final del mandato de Samuel, último de los jueces (1015 A.C.). Otros (Rand, 2007) aventuran una cronología más detallada:

"Quince Jueces se mencionan en la Biblia, comenzando con Otoniel, como veinte años después de Josué, y continuando hasta la coronación de Saúl. La sucesión que se ha registrado de los Jueces, y de los períodos intermedios de opresión, es como sigue:

Años

Otoniel por el año 1405 A.C.----------- 40

Bajo Eglón------------------------------ 18

Ehud. Etc ---------------------------------- 80

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Bajo los filisteos----------------- no se sabe

Samgar ------------------------------ no se sabe

Bajo Jabín ------------------------------- 20

Débora y Barac --------------------------- 40

Bajo Madián ---------------------------- 7

Gedeón ------------------------------------- 40

Abimelec ----------------------------------- 3

Tola ----------------------------------------- 23

Jair ------------------------------------------ 22

Bajo los amonitas ----------------------- 18

Jefté ---------------------------------------- 6

Ibzán ---------------------------------------- 7

Elón ----------------------------------------- 10

Abdón --------------------------------------- 8

Bajo los filisteos ------------------------ 40

Sansón -------------------------------------- 20

Elí ------------------------------------------- 40

Bajo los filisteos ----------------------- 30

Samuel como Saúl, ------------------------ 12

el primer rey, 1095 A.C.

El tiempo transcurrido desde Otoniel hasta Saúl, según la tabla anterior, sería de cosa de 450 años, (...); en tanto que según la cronología recibida es como de 310 años, de los cuales solamente 111 fueron de ocupación extranjera. Se supone que...

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