La Moral universal y el Derecho escrito

AutorVíctor Navarro
CargoRegistrador jubilado
Páginas585-593

Page 585

No hace mucho leí en un periódico, sucintamente reseñada, una sentencia dando la razón en el siguiente pleito : un señor de arraigados sentimientos naturales, más poderosos en él que las preocupaciones de la sociedad, y más humano que la ley, quiso corregir la injusticia de ésta al desconocer que los vínculos de la sangre y los afectos que ellos engendran no distinguen los conceptos de legítimo e ilegítimo.

Tenía hijos de las dos especies : los nacidos del matrimonio estaban amparados por las disposiciones relativas a la sucesión directa, pero los otros, muerto él, habían de quedar privados de su cariño, de su protección y del bienestar que ésta les proporcionaba. Ignoro pormenores de aquella familia, mas no me hacen falta para el sostenimiento de mi tesis. Tampoco he querido ver in exteriso el fallo del Tribunal, porque no es mi ánimo impugnarlo analíticamente. Sólo trato de combatir el criterio a que ha obedecido, y que es, a mi parecer, docrrinalmente opuesto a la naturaleza y aun a los principios de la moral universal.

Este buen padre, queriendo asegurar el porvenir de su prole ilegítima, incapaz legalmente de heredarle, debió de pedir consejo, a algún letrado, el cual, entre los varios modos que se ofrecían en la misma ley, y en la práctica extralegal, eligió el de hacerles venta a los hijos de los bienes que hubiese pensado destinarles. Sus razones tendría para tal preferencia, no obstante los reparos que podían ponérsele.

Muere el padre, y al enterarse los vastagos legítimos de que ;habian de partir los bienes relictos con sus hermanos de sangre,Page 586 se rebelan y formulan demanda de nulidad de las ventas. La justicia judicial ha fallado en su favor, y no dudo de que lo habrá hecho con estricta aplicación de las disposiciones del Código, más o menos relacionadas con la cuestión. Acatemos su decisión.

Pero séanos permitido elevarnos a las esferas ideales, a las regiones donde impera la justicia inmanente y eterna, y apartemos el pensamiento y la contemplación de la impura y mudable realidad.

La esencia de la vida es el amor : él, con el nombre de atracción sideral, mantiene el maravilloso y espléndido concierto de los sistemas solares ; la cohesión de las moléculas mantiene la solidez de los cuerpos ; por el estímulo genésico, se perpetúan las especies en nuestro planeta ; en el amor está fundada la familia, célula de la sociedad política, y el amor más sublime tiene su asiento en el corazón de los padres, y especialísimamente de las madres.

En toda la escala zoológica se observa la solicitud con que las hembras crían y educan a sus retoños hasta que ellos pueden valerse por sí mismos en sus necesidades vitales ; y este cuidado se extiende en la raza humana hasta más allá de la pubertad, por impulso natural ; y hasta la mayor edad, por mandato de la ley. Durante la infancia, los cuidados maternos son análogos a los que observan los seres subántropos, pero en adelante, ya la educación por el ejemplo pasa a ser instrucción, y la provisión de un instrumento de lucha en el combate de la vida social, se traduce, o en la enseñanza de un oficio manual, o en el coste de una carrera, profesional, o en la formación de un patrimonio peculiar o hereditario. La primera forma es la propia de las clases humildes, y en los últimos rangos suele reducirse a inculcar el hábito del trabajo muscular ; las otras dos son las corrientes en la clase media, pudiente ; y los privilegiados de la fortuna suelen descansar en la confianza de que las rentas de los bienes que ha de heredar su prole la ponen a cubierto de toda eventualidad. Los plutócratas, sin embargo, habiendo hecho su fortuna en los negocios, es natural que propendan a encaminar a sus hijos por la misma vía ; y otro tanto, con mayor frecuencia, hacen los comerciantes, industriales y fabricantes, aun cuando sus operaciones no alcancen volúmenes extraordinarios.

Calculo yo que el señor de nuestra -historia no pasaría de serPage 587 un mediano propietario que de sus rentas viviera, y que quiso constituir en bienes raíces la congrua sustentación de su prole no legal. Pudo hacerlo por donación intervivos, o mortis causa, o en testamento con cargo al tercio de libre disposición, pero yo sospecho que la existencia de esa familia clandestina sería ignorada de la legítima, y que él pretendió que el secreto perdurase después de su muerte. El hecho fue que...

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