A modo de conclusión

AutorJosé Ángel López Jiménez
Páginas275-288

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La participación de Rusia en los conflictos congelados se produce como manifestación lógica de un arrastre, de una inercia inicial, consecuencia de la necesaria adaptación a un escenario nuevo en lo que había constituido territorio de la Unión Soviética. Moscú se sentía legitimado, impelido y -sobre todo- interesado en tener un papel protagonista en las numerosas controversias étnico-nacionales, territoriales, e inter-republicanos y civiles. Desde este enfoque, llegar a conclusiones de este cariz parece ser precipitado e incluso algo impreciso:

“En relación con la situación geopolítica del espacio postsoviético, y en particular de los conflictos congelados, cabe destacar que Rusia se vio obligada a inter-venir en solitario en los mismos, dada la falta de capacidad y/o interés en la época de los restantes actores de la región euroasiática. Además, el objetivo principal fue detener la violencia, por lo que Moscú priorizó el alcanzar acuerdos de alto el fuego, aunque fueran frágiles, y garantizó su cumplimiento mediante el despliegue de sus tropas”.694 Si bien parece evidente, con la actual perspectiva histórica, que a la comunidad internacional -grandes potencias y organizaciones internacionales como Naciones Unidas, y como la entonces Comunidad Europea incluidas- la disolución de la Unión Soviética les sobrepasó, no hay disensiones en torno al papel jugado, desde el inicio, por Rusia y sus fuerzas armadas en los conflictos en su vecindario próximo y, en ningún caso, eran una presencia que fuese bien acogida por las repúblicas recién independizadas. De hecho en algunos casos, como el de Transnistria, fueron consideradas fuerzas de ocupación en un territorio extranjero, en clara violación de los principios de no injerencia y de la soberanía territorial, desde el momento de la declaración de independencia de Moldova y su reconocimiento internacional. República en la que,

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además, el XIV Ejército ruso y su comandante en jefe, el general Lebed, no ejercían misiones de paz en ningún conflicto interétnico, sino en uno de carácter puramente político-ideológico sustentado por Moscú.695 Las operaciones de mantenimiento de paz, con mandatos poco precisos o inexistentes, pocas veces auspiciadas por Naciones Unidas y parcialmente por la OSCE, apoyadas en una difusa organización como la CEI -instrumento al servicio de Rusia- y sin el consentimiento de los Estados implicados -explicitado cuando consiguen sacudirse las medidas de presión de Rusia- son instrumentos evidentes de ejecución de los intereses rusos en una amplia región considerada como su indiscutible esfera de influencia.696 Un elemento compartido por todos los movimientos secesionistas ha sido la consolidación de liderazgos políticos de corte autocrático. En una clasificación establecida por Obydenkova y Libman sobre el apoyo ruso a los secesionismos con autogobiernos autocráticos en el antiguo espacio soviético entre 1991 y 2014, en todos los casos Rusia ha facilitado la ruptura -excepto en Gagauzia y Donbass- y en todos excepto en estos dos, además de Nagorno-Karabaj ha ayudado a consolidarse a líderes autoritarios (los casos recogidos son Crimea y Donbas en Ucrania; Transnistria y Gagauzia en Moldova; Osetia del Sur, Abjasia y Adjaria en Georgia y Nagono-Karabaj en Azerbaiyán) De tal forma que:

“Si las campañas secesionistas tenían éxito y se materializaba la ruptura el “patrocinador” externo podía solidificar el nuevo liderazgo autoritario y reforzarlo contra los desafíos externos e internos”.697 La política de aislamiento de las sociedades en las que se produce un conflicto congelado crea resentimientos hacia sus gobiernos centrales, acentuando las actitudes separatistas ante la ausencia de incentivos para la reintegración. Esta situación se está produciendo en cinco de los seis Estados que están integrados en la Asociación Oriental de la Unión Europea.698 Desde la disolución de la Unión Soviética se inició un proceso de construcciones estatales que confirmaron -como en el caso de la extinta Yugoslavia- que las fronteras que habían delimitado a Estados multinacionales no podían ajustarse a partir de ese momento a las nuevas realidades de los procesos estatalistas en curso.

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Los modelos de cooperación de entre Rusia y la Comunidad Internacional, especialmente su nuevo encaje como Estado independiente, fueron más estrechos en los momentos de mayor debilidad de la primera, durante la década de los 90. Una vez recuperada parcialmente, en el terreno económico, con un nuevo liderazgo político, Rusia inició un proceso de “resurrección nacional” que -tras la intervención militar en Georgia en el verano de 2008- quebró definitivamente:

“La capacidad de Rusia y de Occidente de encontrar un marco adecuado de carácter político-institucional para normalizar sus relaciones entró en declive”.699 Desde un punto de vista estrictamente legal hay bastante consenso a la hora de realizar valoraciones en torno a la legalidad de los ejercicios de autodeterminación/ secesionistas de los diversos territorios protagonistas de los conflictos congelados. El Derecho Internacional no avala a los movimientos separatistas que han acabado conformando una estatalidad independiente -de facto- en el extranjero próximo ruso. Por ello, adolecen del reconocimiento internacional imprescindible para convertirse -de iure- en Estados homologables al resto de los que conforman la comunidad internacional. La cuestión que activó a Rusia como un modelo a imitar en los casos de Osetia del Sur, Abjasia y Crimea -con diferentes itinerarios- fue el precedente kosovar. Por ello:

“la Comunidad Internacional no debería reconocer como Estados independientes ni a Kosovo ni a Osetia del Sur…las ambigüedades del derecho internacional pueden difuminar las distinciones de los casos, y se ha sugerido que la comunidad internacional debería clarificar el derecho de autodeterminación en contextos no coloniales para llegar a conclusiones menos propensas a lo político”.700 En cualquier caso, parece que la invocación por todas las partes en conflicto y por los mediadores en los diversos procesos de resolución de los mismos al respeto de los principios y normas del ordenamiento jurídico internacional no deja de tener un carácter testimonial dado el triunfo habitual de los intereses frente a los principios.

Los discursos oficiales lanzados desde el Kremlin en sucesivos períodos desde la independencia de Rusia que, además, se han traducido en unas prácticas específicas, han insistido en conectarse con la esfera de influencia del Estado más allá de sus fronteras con el objetivo de hacer prevalecer su seguridad. La conclusión ha sido la destrucción de unos Estados para, en algunos casos, construir otros nuevos. La consideración de Chechenia y del Cáucaso Norte como dos zonas idénticas demuestra que el discurso nacional apoyado en el permanente elemento de la seguridad ha acabado

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interiorizando la idea de pertenencia a Rusia de territorios como Osetia del Sur o Abjasia:

“El discurso oficial ruso y la política hacia Chechenia y el Cáucaso Norte han mostrado como esta política y discurso estaba configurado por una identidad macro-estatal y por los discursos sobre seguridad e, igualmente, conformó sus priori-dades en la política exterior”.701 Es destacable que, con toda probabilidad, la diferencia que existió entre la aproximación estratégica de Rusia durante la primera década de su independencia a los conflictos congelados y la que, con posterioridad al año 2000 realizó, no estuvo provocado por un cambio en sus orientaciones básicas de política exterior hacia los nuevos Estados de reciente independencia. Muchos análisis inciden en la situación económica como factor diferencial esencial:

“Durante la primera década post-soviética, mientras Rusia tuvo la habilidad de complicar significativamente la situación en sus Estados vecinos, no tuvo una capacidad real para imponer resultados. Su economía se hundió alrededor del 50%, mientras había un proceso de criminalización de los grupos que sacaban ventaja de los procesos de privatización de los bienes del Estado”.702 No obstante, siendo un elemento diferencial, la situación económica era un factor que, actuando de freno a determinados despliegues que requerían un esfuerzo importante, no significaba un desinterés regional ruso en su vecindario. Las motivaciones del intervencionismo ruso han quedado apuntadas y, desde luego, van más allá de la prevención de los procesos de occidentalización de las repúblicas y de la introducción de gobiernos pro-moscovitas con objetivos geoestratégicos utilizando el factor étnico y la situación de las diversas minorías -especialmente la rusa- en los territorios en cuestión.703 La evolución económica de Rusia a medio plazo es un factor que conviene tener presente para valorar el eventual impacto que pueda tener, tanto en su apoyo financiero como en el despliegue de fuerzas armadas que tiene en todo el espacio post-soviético. Este elemento es especialmente importante en un contexto en el que la situación económica en Abjasia, Osetia del Sur, Crimea, Nagorno Karabaj y Transnistria comienza a ser compleja.704

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Los procesos mediadores de Rusia en este tipo de conflictos también han sido objeto de múltiples análisis. El hecho de su participación como herramienta esencial de control de los diversos formatos para preservar sus intereses estratégicos no se traduce en un modelo inmovilista, sino en evolución permanente. Si se diferencian los procedimientos utilizados se puede concluir que no han sido idénticos en todos los casos, ni tampoco se han realizado de forma constante e igual en el mismo conflicto durante todo el tiempo en el que se ha desarrollado -o continúa haciéndose- este rol mediador.705 La cuestión del liderazgo personal está muy conectada con el cambio de estrategia hacia este tipo de conflictos. La línea dura y directa de actuación mostrada por Putin se ha visto...

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