En la crisis de la modernidad: cuestión social y ciencia jurídica laboral

AutorMaría José María e Izquierdo
Páginas481-494

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Introducción

Este artículo fue pensado y elaborado para presentarlo en el congreso internacional «Historia y Ciencia: la modernización del siglo XIX», celebrado en la universidad carlos iii de Madrid (2008), de ahí el título y el contexto que se le ha dado, que no es otro que las consecuencias que la modernidad del citado siglo tuvieron en el derecho.

Durante la primera mitad del siglo XX surge, en los países occidentales, una nueva ciencia jurídica: el derecho del trabajo. aunque su nacimiento hay que situarlo en el siglo pasado, su gestación es anterior. si atendemos a una definición general y ampliamente aceptada por los laboralistas, este nuevo derecho sería «la ordenación jurídica del trabajo por cuenta ajena». pero, como dice palomeque lópez, se trata, no obstante, de una definición incompleta porque nos muestra el sujeto o sujetos, trabajador y empresario y también nos habla del objeto, la relación laboral o relación de trabajo asalariado, pero nada nos dice del fundamento o base de esta disciplina jurídica 1. Sintéticamente hablando, el fundamento del derecho laboral es la llamada «cuestión social» que se dio en un momento determinado y por unas causas determinadas. de ahí que se diga que la historicidad es uno de los rasgos que definen el derecho de

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los trabajadores. en efecto, el trabajo, manual o también el intelectual, ha existido siempre, en todas las épocas de la historia, pero el derecho laboral como conjunto de normas que ordenan las relaciones de trabajo es un producto de los siglos XIX y XX.

Pues bien, hemos dicho que surge para dar respuesta a la cuestión social, pero ¿qué fue la cuestión social? a mi parecer, en esencia, la cuestión social fue el conjunto de consecuencias que la desincronización entre la realidad social y el derecho se produjo a lo largo del siglo XIX. Se trataba de un conflicto entre el capital ostentado por la clase dominante y garantizado por el derecho y el trabajo ejecutado por el proletariado y desprotegido por aquél. o como opinaban los hammond «entre tradición e iniciativa, entre los prejuicios de los pobres, que entorpecían la actividad industrial, y el espíritu adquisitivo y aventurero de los ricos, que la fomentaba» 2. Capital y trabajo, dos factores de producción que cobraron importancia o cambiaron su papel tras la caída del antiguo régimen. cambio o transformación que fue producido por dos grandes revoluciones con mayúsculas: la revolución industrial y la revolución Burguesa.

A finales del siglo XVIII se produjeron una serie de cambios; descubrimientos científicos, técnicos, ideológicos, etc., que transformaron el mundo occidental en todos los órdenes sociales, en otras palabras fueron los cimientos de la modernización del siguiente siglo. Pero esta modernización, que abrió horizontes impensables para el antiguo régimen, y aunque a la larga fue extremadamente positiva, tuvo también durante el citado siglo XIX sus puntos negros que delataron la crisis de algunas premisas liberales. Y fue precisamente la quiebra de esos ideales o mitos decimonónicos la que alumbró la nueva ciencia jurídica de la que se va a hablar.

1. La revolución industrial y la revolución burguesa

En el origen del conflicto hay que situar a finales del siglo XVIII y principios del xix las dos revoluciones mencionadas: la industrial y la burguesa, dos fenómenos que se alimentaron mutuamente y que son, por lo tanto, difíciles de separar al realizar un análisis de sus consecuencias. revolución industrial y revolución burguesa son las dos caras de una misma moneda 3. En efecto, la industrialización, que se originó en inglaterra y luego se extendió por toda europa, no sólo tuvo un gran impacto económico sino que además generó enormes transformaciones sociales 4. Por su parte, la filosofía del liberalismo,

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propia de la revolución burguesa, aportó las premisas teóricas, políticas y jurídicas acordes o apropiadas para la consolidación de la sociedad industrial resultante de la industrialización. imposibles de escindir, una y otra realidad se complementaban, aportando la segunda la ideología propiciatoria o justificativa de la primera, y/o a la inversa. sin embargo, esa complementariedad no significa que fuera total o perfecta, se produjeron crujidos económicos y jurídicos de vital trascendencia que fueron, en cierta medida, las causas de las desastrosas consecuencias de ambas revoluciones. desastres sociales que demostraron, de alguna manera, la obsolescencia o la crisis de la modernidad.

Es incuestionable que la invención tecnológica de la maquina de vapor revolucionó los procesos de producción del momento. el maquinismo, al relegar a segundo plano la intervención material del hombre en la producción, le desplazó de su puesto en la economía. en realidad, ya lo vio así engels en 1845 cuando al referirse al nuevo trabajador del que se está hablando escribió: «la historia de la clase obrera inglesa comienza en la segunda mitad del siglo pasado con el descubrimiento de la maquina de vapor y de las máquinas de los textiles de algodón» 5. Ciertamente, la maquinaria suponía el progreso y una nueva civilización que controlaba o permitía por primera vez controlar, en parte, a la naturaleza, pero paradójicamente también supuso una nueva forma de servidumbre humana. el trabajo no necesitaba como antaño de la fuerza física del hombre, las máquinas, fáciles de manejar, podían ser utilizadas no sólo por varones adultos sino también por mujeres y niños carentes de pericia. en otras palabras, multiplicó el número de cabezas y brazos idóneos dedicados a la producción, haciendo posible el empleo de las «medias fuerzas», como se decía entonces, y consecuentemente el abaratamiento de la mano de obra. pero, al mismo tiempo que redujo el número de brazos necesarios, la maquina, al hacer el trabajo de varios hombres y ser manejada por uno solo, incrementó el rendimiento humano. estas consecuencias cuantitativas del maquinismo fueron verdaderamente las primeras y más aparentes, pero con ellas se produjeron otras más profundas, como la división del trabajo o la especialización del operario, que rompieron con el concepto de trabajo, inherente a «los profesionales de oficio» conocedores de aquel en su conjunto, vigente en el periodo anterior. de alguna forma, la industrialización rompió el ritmo de trabajo tradicional retribuido en algunos oficios por los resultados y, por tanto, libre de horarios. imponiéndose, en su lugar, una nueva remuneración con arreglo al número de horas trabajadas. era lo que se llamaba el trabajo a destajo, en el que la rentabilidad del tiempo era vital para el trabajador. para entender el alcance de esta nueva forma de trabajar basta la descripción que hace denise, la niña obrera de Maxence van der Meersch: «el ritmo actual de los gestos no conviene a los que trabajan a destajo. es necesario alcanzar una marcha apresurada, insistente y que parece singular para quien no la ha visto nunca. se llega a medir el golpe que coloca la achicoria dentro de la bolsa, el golpe del pulgar que lo cierra, la pincelada que lo pega y hasta el breve soplo que abre las bolsas plegadas.

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Y todo este apresuramiento del cuerpo en una perfecta quietud del espíritu, con la inteligencia libre y desocupada, como si el organismo fuese solamente una maquina» 6. Lamentablemente para el hombre, éste no fue el único efecto pernicioso que produjo la revolución industrial; no se sabía qué era más peligroso, si el accidente súbito que sesgaba brazos y piernas, o la respiración de polvos o gases que ocasionaban graves enfermedades respiratorias. en suma, la maquinaria, el progreso, habían emancipado al hombre de su impotencia material, de su insuficiencia muscular, pero a cambio de un alto precio 7. Dicho de otra forma, ese progreso tuvo su lado oscuro también desde el punto de vista cualitativo, porque ¿quién podría negar basándose en datos cuantitativos que la revolución industrial creó el mundo más feo en que el hombre jamás ha vivido? 8. Como ya he dicho, la revolución burguesa, por su parte, aportó la ideología que sustentaba esos cambios, rompiendo las relaciones de servidumbre del antiguo régimen y convirtiendo al campesino en asalariado. en otras palabras, si la revolución industrial transformó el armazón, la parte externa o física del trabajo y por ende del trabajador, la revolución burguesa cambió su concepto, su fondo o esencia al vincularlo a un salario en lugar de a una servidumbre. ciertamente, y como mantiene Baldó lacomba, ya durante el antiguo régimen y aún trabajando la tierra muchos campesinos enfiteutas empobrecidos se convirtieron en asalariados, fenómeno difícil de acotar al depender en cada nación europea no sólo de su propia historia, sino también de las distintas visiones historiográficas 9. Pero fue tras la aniquilación del antiguo régimen cuando apareció una nueva concepción de trabajador y trabajo, libres de las cargas feudales del pasado y susceptibles de cuantificar frente a un empleador también libre y distinto del señor feudal. sin embargo, y como en el caso anterior, esta transformación no fue ni ingenua, ni bondadosa para los nuevos asalariados, que también pasaron a ser los desarraigados o desposeídos de la tierra, términos muy utilizados en la época y que nos hablan por sí solos de las maldades de esta realidad. la creación de las fábricas en las grandes ciudades produjo inevitablemente un éxodo masivo del campo a la ciudad y con ello comenzó a formarse lo que se ha llamado el proletariado urbano, que aglutinaba en las ciudades miles de familias sin viviendas ni medios fijos de subsistencia. la carencia de «habitaciones» fue el primer problema que sufrió esta población que debía vivir en espacios muy reducidos sin las mínimas comodidades y condiciones de higiene...

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