Modelos históricos y proyectos actuales en la formación de un futuro derecho europeo

AutorPaolo Grossi
Páginas63-69

    Traducción al español de Ana Matilde Kissler Fernández

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  1. No tengo la más mínima duda de que hoy el historiador desempeña una función -de gran envergadura- en la formación de un futuro orden jurídico europeo, y ello por dos motivos esenciales.

    En primer lugar, porque, como he escrito también recientemente, no es éste un tiempo de soledad para el jurista: el historiador del derecho no debe quedarse solo, encerrado en sí mismo, porque se arriesga a limitarse a representar el papel de un estéril erudito, pero tampoco debe quedarse solo el estudioso del derecho vigente. Para éste el riesgo es todavía mayor, pudiendo quedar reducido a ser un simple exégeta de un texto normativo, con la perversa tentación de querer inmovilizar dicho texto, llegando a considerar su contenido como el único derecho posible o incluso el mejor de los derechos posibles.

    Temo esta soledad: hoy es de hecho el momento idóneo para colaborar y contracambiar las aportaciones de las diferentes dimensiones culturales; nunca mejor que hoy el estudioso del derecho positivo, el historiador y el filósofo del derecho, el comparatista y el intemacionalista, deben trabajar unidos, en el respeto de la labor específica de cada uno, para poder obtener un recíproco beneficio; nunca mejor que hoy los ambiciosos objetivos que persigue concretamente la ciencia jurídica imponen el abandono de un insatisfactorio observatorio exegético, la conquista de un mayor respiro cultural y fundamentos especulativos más sólidos. Solamente en esta dirección se podrá edificar un derecho común europeo, que no resulte ser la inútil adición de las diversas experiencias nacionales.

    En segundo lugar, porque -de entre los participantes de la ciencia jurídica- el historiador del derecho, más que cualquier otro, es présago del futuro y en elPage 64 futuro proyecta su conocimiento. Puede parecer paradójico calificar de esta manera a un científico cuya mirada y cuyo análisis se dirigen al pasado, pero es una paradoja que contiene una verdad viva: el jurista que estudia la actualidad tiende -como apenas mencionado- a inmovilizar el propio presente, provisto de un fuerte e incisivo contenido efectivo; tiende inevitablemente a un enfoque visual limitado al presente, aislándolo del contexto donde se halla situado y de donde tiene su origen. De la línea perenne, de la cual el presente constituye sólo un fragmento, él percibe únicamente un punto que, una vez extraído y desarticulado de su contexto trans-temporal, pierde necesariamente su significado y sobre todo corre el riesgo de perder su natural proyección hacia el futuro. El punto y la línea: son dos observatorios de diversa índole.

    En el ámbito de la comparación entre presente y pasado es el historiador quien profesionalmente posee un agudo sentido de la línea, la cual sólo ficticiamente llega hasta nuestros días, pero tiene una prepotente vocación de volverse futuro. El depositario, si bien imperfecto, de este sentido es, en particular manera, el historiador, incapaz de limitarse a puntos aislados, e incluso siempre dispuesto -gracias a su natural inclinación hacia una dimensión trans-temporal- a entablar vínculos. Si en el ámbito de la sabiduría civil no es posible poder descubrir profetas, el único imperfectísimo, posible présago del futuro es el historiador como investigador y perceptor de itinerarios y no de pasos fragmentados y aislados, como estudioso de un camino que ha sido ya recorrido pero que se encuentra todavía inacabado y siempre en continua evolución.

  2. El sentido de la línea, hemos dicho, y es necesario hacer hincapié en ello, porque aquí es donde pueden anidar los errores más peligrosos. El historiador podría ceder ante dos tentaciones, ambas perversas porque constituyen el preámbulo -como dirían los moralistas- de graves pecados.

    La primera es el concebir la línea como un proceso en continua e incesante evolución: el ayer queda sepulto y condenado por un hoy mejor, y éste será a su vez -inevitablemente- enterrado y condenado por el mañana; es una concepción que aprisiona la historia en la espiral de un rígido y sofocante mecanismo evolutivo y que evidencia una valoración implícitamente negativa del pasado, de todo el pasado, sorprendido cual...

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