Los mitos y la exclusión del sujeto femenino en el espacio social y carcelario

AutorIrma Cavazos Ortiz
Páginas211-240

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1. Los inicios de exclusión femenina en México

El objeto de la siguiente reflexión son las «típicas mujeres mexicanas», consideras desde varios aspectos como sujetos sociales con determinadas características que no son atribuidas a otros sujetos femeninos en el resto del mundo, además, se les denota como una masa homogénea con cualidades determinadas e inamovibles.

Desde esta óptica, se han analizado diversas ideas, mitos y costumbres del imaginario social, por medio del cual se ha consolidado y articulado el discurso hegemónico que describe a las mujeres de este país. Los mitos fundadores se integran en diversos hitos históricos que permearon a la cultura y a la definición de los sujetos femeninos. Por supuesto, este discurso no se corresponde a ninguna verdad histórica, sino que son seleccionados ciertos elementos históricos que se sobreponen para crear el imaginario colectivo social sobre ellas. Por otro lado, se ha definido a los sujetos femeninos como dóciles y cuando llegan a quebrantar la norma social o jurídica son etiquetadas, descalificadas y más severamente condenadas, ya que rompen el esquema construido de apacibilidad que se les ha atribuido.

Los mitos encontraron su inicio desde la visión del sujeto femenino en el mundo prehispanico donde se desenvolvió un ámbito amplio y en cierta medida desconocido, principalmente porque data de hace miles de años y además, porque dentro de éste existía un mosaico cultural complejo, pues se conjugaban varios elementos: religiosos, políticos, sociales, culturales, etc., influenciado por las diferentes culturas antecesoras.Page 212

Las ideas originarias parten desde la cultura mexica 1 ya que esta constituyó el imperio que creó la última hegemonía del altiplano central de mesoamérica, implementado por medio de la dominación sobre otros pueblos que pagaban tributo; porque sirvió como modelo debido a la influencia de dominación sobre otras culturas, y posteriormente, porque es la última cultura prehispánica que floreció a causa de la irrupción occidental en esta zona; y finalmente, porque fue el pueblo que enfrentó directamente y en forma violenta a los españoles durante la conquista, creando con ello un encuentro que derivó en un sincretismo cultural que accedió a la combinación de ambos mundos, que paulatinamente permitió el ingreso de las diferentes visiones occidentales en nuestro continente, compenetrándose así una simbiosis cultural, social, religiosa, etc., misma que no podría excluir ningún ámbito, pues ya que gracias a este encuentro se conformó la nación que constituye a México.

Así desde la concepción del pueblo tenochca no se aceptaba la posibilidad de contar con seres impuros. Este pensamiento mesoamericano concebía todo lo existente, aun los dioses, como el resultado de una mezcla de las esencias de la dualidad; estas combinaciones podían ser inagotables dentro de esta tradición, principalmente en el sentido de lo masculino y lo femenino. El predominio de una de ellas era lo que determinaba la clasificación y el grado de pertenencia de cada ser, a uno de los dos géneros; de tal modo que lo femenino se vinculaba a la tierra y a la fertilidad, mientras que lo masculino estaba ligado al cielo y a la fuerza. «La interpretación de los elementos naturales que los hombres de Anáhuac (sic) desarrollaron fue la raíz de su visión del mundo y de la vida, bases sobre las que construyeron su organización social» (Leyva 1991, p. 4).

Esta cosmovisión conceptualizada por los pueblos mesoamericanos a través de los mitos cosmogónicos, era la que nombraba a los dioses en su papel de creadores; «Algunos hombres deberían de salir de las bocas de los propios dioses, otros dioses saldrían de las bocas de los hombres» (Tenorio 1991, p. 71).

De tal manera que la creación del mundo se relata así: «el señor de la dualidad que habitaba en la cima del mundo, en el decimotercer cielo, llamado Omeyocan (el lugar de los dos) que tenían gran fuerza gracias a la combinación de Ometecuhtli y Ometecihualt (parte masculina yPage 213 femenina respectivamente), también llamados Tonacateuccli y Tonacacihuatl» (Cosío 1981, p. 242). El dios Ometéotl con su dualidad procreó cuatro hijos Tlatlauhqui Tezcatlipoca, Yayauhqui Tezcatlipoca, el príncipe Quetzalcóatl y el más pequeño Huitzilopochtli (Cfr. Cosío 1981, p. 242). La creación de todo el mundo y de los demás dioses fue obra de los cuatro hijos, los dos últimos son también conocidos como la pareja suprema, pues crearon los cielos y el inframundo.

Los cuatro dieron vida a sus dioses y a todo ser animado e inanimado, pero con algunas particularidades dentro de los seres divinos, por ejemplo la madre tierra con su diosa Tlalteuctli, incluso existía la diosa del acto carnal y así sucesivamente, hasta conformar el mundo.

Quetzalcóatl no fue conocido por el pueblo mexica, pues ya había partido rumbo al Este buscando el mundo rojo y negro en donde se encontraba la sabiduría, dejando la promesa de volver. Mientras tanto las madres deberían de tener a los hijos con regocijo, pues se les veía como una piedra preciosa o pluma de quetzal de su dios Quetzalcóatl, mismo que les había permitido traer al mundo terrenal a su representación humana. Por su parte Huitzilpochtli marcó el camino a seguir al pueblo Náhuatl, desde Aztlán hasta encontrar la tierra prometida, marcada con la señal del águila parada en un nopal, devorando una serpiente, que fue encontrada en el islote donde fue fundada la ciudad de México-Tenochtitlan.

Dentro de la concepción del mundo prehispánico y la construcción del mundo tenochca, basada en una óptica politeísta, se tomó en cuenta a las mujeres dentro de los seres divinos, ellas eran representaciones de la naturaleza, que proveían de vida y protección de las necesidades a sus descendientes, los humanos.

Los sectores sociales de esta cultura estaban regidos por dos preceptos fundamentales: la jerarquía y la especialización de funciones. Las categorías se distribuían horizontalmente vislumbrando desde entonces, lo que ahora se conoce como control social, «hemos de advertir que las jerarquías en Anáhuac (sic) no eran meramente verticales» (Yturbide 1978, p.72).

Las jerarquías se organizaban desde los nobles, que comprendían a la familia real y su descendencia, es decir, los soberanos. El segundo sitio lo ocupaban los sectores privilegiados: los mercaderes, los artesanos y los guerreros, esta última categoría fue de suma importancia, porque era la única forma de acceder a la nobleza, por méritos en la batalla.Page 214

Entre los grupos de menor jerarquía se encontraban a los macehuales o gente común, que era el grueso de la población; enseguida a los tamemes, ya que al no existir bestias de carga, ellos cumplieron con esta función; y posteriormente, los mayeques, trabajadores de tierras ajenas, y finalmente a los esclavos, los cuales efectuaban la función de servidores domésticos.

Acorde a lo anterior y respetando la tradición oral de esta cultura, se realizan una serie de ritos ante determinados eventos de la vida, como por ejemplo el nacimiento. En estas festividades se informaba al pueblo y se explicaba la grandeza de su ser y por qué les permitían llegar al mundo a los humanos; la partera al reconocer el sexo del infante, empezaba un rito festivo que duraba un mes. Si era niña la partera la levantaba en brazos y enumeraba sus obligaciones, y explicaba para que había venido al mundo, encareciendo los sufrimientos de la vida. Después de que el cordón umbilical se desprendía de su cuerpo se enterraba bajo el piso de la casa y se cubría con cenizas del fogón, dado que la función sería atender la casa y ella no podía traspasar ese ámbito. En el caso de los niños, también se levantaba en brazos, la partera decía para que su llegada a este mundo, sus obligaciones, las penas y sufrimientos que pasaría; al caer, su ombligo era enterrado en el campo de la guerra, indicando que ahí estaría su destino (Cf. Castellanos 1997, p. 27). Cuando la mujer moría en el parto se consideraba equivalente a cuando un hombre perecía en el campo de batalla, y era enterrada con honores.

Para la madre el cuidado y educación de sus pequeños era fundamental, por eso hasta que el hijo no cumpliera siete años, estaba totalmente ligado a la atención y los cuidados de su progenitora. Al séptimo año de vida, los hijos quedaban a cargo del cuidado y la educación del padre o madre según el sexo del menor, los instruían en las labores que por herencia les tocaba desarrollar. El ámbito familiar era el destinado a las mujeres, tenían que enseñarlas principalmente a administrar el hogar, porque al no existir el concepto del dinero, el intercambio de productos era indispensable, podía poseer tierras para trabajar cerca de su casa, pero no ostentar posesión sobre éstas.

En la adolescencia se instruía a los jóvenes para llegar a la armonía, los ancianos llamados huehuehtlahtolli que significa antigua palabra, a modo de consejos señalaban los atributos ideales para hombres y mujeres, los consejos dependían de la situación social y variaban según la actividad que desarrollaban. Era un Estado donde todas las actividades estaban reguladas y vinculadas a un orden universal, la falta a cualquierPage 215 norma era considerada grave, ya que el quebranto de las mismas ponía en peligro la estructura en la que se basaban, y el orden cósmico. Las penas corporales no se preveían como pena única, el daño al cuerpo venía aparejado a la pena de muerte, « a excepción del corte de labios por calumnia y falsedad de declaraciones y quema de cabellos» (Álvarez 1986, p.44), que estaban relacionados con la estigmatización y la retribución. «La más común y severa de las penas era la muerte. Lo que variaba la intensidad de esta pena, era la forma de...

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