La mitología vasca, hoy

AutorAndrés Ortiz-Osés
Páginas213-214

Page 213

La intrigante cultura vasca proyecta una cosmovisión matriarcal-naturalista, telúrica o terrácea, ya que diviniza la naturaleza material como tierra madre (Ama Lur). Ahora bien, este mater-materialismo queda contrapunteado por la diosa madre (Mari), la cual es el alma del universo, o sea, el alma del cuerpo material telúrico simbolizado por la tierra madre (puede consultarse al respecto la Mitología vasca de J.M. Barandiarán, así como mi librito Los mitos vascos).

Así que la tierra madre es el cuerpo del universo y la diosa madre es el alma de un tal universo. De esta guisa, el materialismo telúrico queda compensado por el alma danzante del mundo, el alma flotante del cosmos (animismo). En la mitología vasca el simbolismo de lo terráceo o telúrico es el simbolismo de lo pesante y de la fuerza patriarcal-masculina caracterizada como Indar, mientras que el simbolismo de lo anímico o flotante está representado por Adur (la magia simpatética matriarcalfemenina que todo lo traspasa místicamente).

A partir de la mitología vasca cabe hablar entonces de una «etnografía» que trata los aspectos materiales o pesantes de nuestra cultura tradicional, y de una «etnología» que trata los aspectos anímicos o espirituales de nuestra cultura. Mientras que la etnografía suele encerrarse en los datos empíricos o materiales, pesantes, la etnología trataría de auscultar el alma o espíritu cultural, flotante, abriendo los hechos dados (particulares) a su sentido universal. Como ejemplo de la etnografía tradicional podría traerse a colación la intrigante escultura de N. Basterretxea titulada Intxixu, una especie de daimon/demon vasco pesante que parece tirarnos hacia abajo (puede verse en mi Libro de símbolos).

Pienso que la labor cultural de los famosos Ballets Olaeta, a la vez vascos e internacionales, ha consistido precisamente en pasar de la etnografía vasca tradicional a una especie de etnología estética abierta al universo mundo. Podríamos hablar con el colega K. Barañano de una «liberación de la etnografía», que yo interpretaría como una liberación de los hechos brutos tratando de buscar el alma o sentido antropológico. Para ello se precisa toda una labor estética de elevación y sublimación de lo material o pesante, una sutilización o estilización del cuerpo en flotación, en fin, un traspaso de la materia y lo material rudo a la forma y lo formal típicamente balletístico (al modo de la conocida Coreografía de un sueño). Ello significaría urbanizar...

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