El mito de los 70

AutorManuel Cobo del Rosal
Páginas149-155

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La ascendente longevidad ha hecho que vivamos en una sociedad adulta bastante metida en años. Que a mediados del siglo pasado, como he podido comprobar en una hemeroteca, el atropello por un tranvía en la Puerta del Sol de un hombre con 50 años, se titulaba "Un anciano (sic) de 50 años es atropellado y muerto por un tranvía en la Puerta del Sol de Madrid." En la actualidad, la lectura de semejante cabecera, pensaríamos que el periodista había tomado alguna copa de más o se trataba de un lapsus calami, en suma, no tendría sentido semejante título.

No obstante, tener hoy en día 70 años, se ha constituido en una especie de auténtico mito, y digo mito pues concretamente en Derecho Penal y sobre todo en la conciencia popular que se tiene del asunto, se afirma, como ahora es habitual, esto es, con verdadera osadía y cuando no con supina ignorancia, a veces muy indebida por de más, que a partir de los 70 años, ya se puede hacer lo que se haga que no se ingresa en prisión.

Popularmente, pues, se tiene como una especie de causa de exclusión de la pena, al menos privativa de libertad tener 70 o mas años. No es verdad, ni nunca lo ha sido. Así de claro y así de simple.

Resulta, desde luego, inexplicable, como más inexplicable me resultó a mí que, asistiendo como letrado a

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un conocido y septuagenario penalista en un delito de orden económico, me comentó en el ascensor de la sede de Plaza Castilla, "Que bueno, como el año que viene cumplo 70 años, pues menos mal que la Magistrado instructora por un par de meses no va a acordar mi prisión incondicional." Cuando finalizó nuestra levi-tación en la sede de los Juzgados, hice un aparte con mi cliente y compañero y le dije: "Estás equivocado, a la cárcel no vas a ir, pero no por que te falte poco para cumplir 70 años, eso es un mito o mas precisamente un cuento chino", "Pues yo lo he visto en el Código penal" me replicó, un tanto altanero. "Pues tú no lo has podido ver en el Código penal, sencillamente por que no está". Mi cliente y compañero se puso verde y le entraron tales nervios que hube de sujetarlo por los brazos para que pudiéramos entrar medianamente erguidos a presencia de la Magistrado juez de instrucción que, por cierto, muy amablemente, le recibió declaración e hizo suyas todas las preguntas exoneratorias que tuve a bien formular y cuando ya llevábamos cerca de un par de horas pues finalizó el interrogatorio y de nuevo amable y cordialmente, nos despidió a ambos.

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