Miguel de Manuel y Rodríguez (1741-1798), 'el malogrado'

AutorEsteban Conde Naranjo
Páginas101-168

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Mil setecientos setenta y uno

Apenas empieza el año y Manuel Martínez Pingarrón escribe desde Madrid a Gregorio Mayans tratando de satisfacer la curiosidad de éste acerca de un joven residente en la capital, "el aragonés que escribe de el derecho", con quien Martínez Pingarrón parece haber coincidido alguna noche en casa de un amigo común. Ante todo quiere aclararle a Mayans con su carta que no se trata de una persona... ¡sino de dos!, "Dn. Ignacio de Asso y Dn. Miguel de Manuel, aragoneses, mozos, legistas y de mucha lección, unidos. Están ia imprimiendo las Instituciones de el derecho de España. Tienen remitido a la censura el Fuero de Sobrarbe, con muchas notas e ilustraciones que le han puesto, y le imprimirán luego que se le censuren. Y están trabajando las Antigüedades de Aragón".

Ya en ese momento el 'espía' de Mayans ha podido averiguar "con maña" que Asso es "cliente del Sr. conde de Aranda, porque es hijo de un administrador que tubo su Exa. en sus estados, al qual ha sucedido otro hijo en el encargo; no vive en casa de su Exa. y se mantiene por sí, con un bínculo fuerte de mil pesos fuertes al año que le dejó su padre y ha corrido barias cortes; es sobrino de el difunto Dn. Josef de Cabo Reluz, o de su mujer".

Absolutamente nada, en cambio, parece saber de la otra mitad del tándem, del aparecido por sorpresa, "el Don Miguel", de quien por tanto apenas puede sino elucubrar, "no sé qué brazos tenga, aunque se los discurro fuertes y mucho más unido con el otro"1.

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A punto de terminar 1771 Martínez Pingarrón transmite a Mayans el deseo de aquel dúo de principiantes de dejarse guiar por el maestro2 y se inicia entonces una correspondencia que llegará prácticamente hasta la muerte del valenciano3.

No es uno, que son dos

Aquella carta enviada a Mayans en enero de 1771 supone en cierto modo el 'acta de ingreso en sociedad' de Asso y De Manuel, en referencia, ante todo, al restringido círculo de intelectuales españoles, cuyo centro inevitablemente se halla en Madrid -coágulo de academias y tertulias, de censores e imprentas-, pero que no desconoce periferias, puntos excéntricos asociados a nombres propios, generalmente solitarios, como puede serlo la Valencia de Mayans o lo había sido el Oviedo de Feijoo.

Esos dos "compañeros" son también periféricos llegados recientemente a Madrid y pertenecen a una generación crecida en el ecuador del siglo, que incluye a otros 'provincianos' como el mejicano Manuel de Lar-dizábal, el alicantino Francisco Cerdá y Rico, el barcelonés Antonio de Capmany, el cántabro Rafael de Floranes o el gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos. Con alguna generosidad, todos ellos pueden ser considerados todavía "mozos" en 1771, rondan los treinta años.

La carta de Martínez Pingarrón representa el 'debut' de nuevos 'personajes' también para el espectador actual, y parece anunciar ya el destino que esperaba a uno de ellos, al tal Don Miguel que, desde su entrada en escena, aparece subordinado a Asso y a la tarea editorial iniciada entonces

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a cuatro manos y dos cabezas... hasta el punto de poder afirmar que De Manuel habría "ayudado" a Asso, "célebre jurista"4.

Efectivamente, nace Miguel de Manuel a su tiempo y a la posteridad en incómoda hermandad, casi siamesa, forzado a no existir sin su mitad, a la que parece literalmente unido desde el estreno: de hecho parece condenado a aparecer en segundo lugar, tal vez por simples motivos eufónicos que han llegado a convertir la fórmula "Asso y (de) Manuel" en opción prácticamente obligada en la historiografía. O puede que la mera prelación alfabética de Asso sobre Manuel baste para explicar su prelación -también excluyente- en catálogos e índices. Y con cada reaparición, a mayor divulgación... más opciones para la (con)fusión5.

La biografía del segundo se construye a partir de la de Asso, a la que se remite, de la que se deduce, con la que a menudo parece bastar6. Queda claro que mientras que Asso es crucial para escribir sobre De Manuel, no puede decirse en absoluto lo contrario.

Incluso la atribución a ambos de una patria común7 se repetiría durante décadas y hasta hoy; se trata, realmente, de la atribución del lugar de nacimiento de Asso a De Manuel, pues este no había nacido en Aragón... por desgracia.

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Me explicaré. Sobre Asso se escribe y se indaga8, y tal vez otra de las causas para ello sea precisamente su 'verdadera' condición de aragonés. Es fácilmente constatable: gran parte de la amplia bibliografía acerca de Asso se ha visto claramente estimulada por ese origen, mientras que el 'falso aragonés' (o el 'apátrida') no ha encontrado patriota alguno interesado en su persona.

No puede negarse la importancia del género de la biografía 'patriótica' (o del 'patriotismo biográfico'), que en el caso que ahora rastreamos habría tenido un primer hito en Latassa y su entusiasta "biblioteca de aragoneses"9. Antes ya se había publicado algún otro "ensayo de una biblioteca", el de SempereyGuarinos, pero éste dejaba bien clara su aversión a la prolijidad en "la vida, y aventuras de los escritores" y, sobre todo, al peligroso "espíritu de paisanaje", mostrándose descaradamente dispuesto a "sepultar en el olvido las patrias" para huir de rivalidades y prejuicios10.

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Félix Latassa, por el contrario, ejerce de propagandista del "paisanaje" y consagra a su contemporáneo Asso como exponente de un linaje de "antiguo lustre en este Reyno" y modelo de "justo, y sincero promovedor de las glorias literarias de Aragon"11.

Sería de todos modos injusto -y claramente estéril- tratar de reducir el atractivo de Asso a su condición de aragonés: versátil y viajero, cercano al prototipo de ilustrado cuyo abanico de intereses cubría el derecho, lenguas antiguas y modernas, la botánica o la economía política, resulta relevante para cualquier línea historiográfica y suficientemente rico para múltiples biografías12. Pero esta constatación no es incompatible con la anterior: Sempere atiende inmediatamente a ese dilatado campo de saberes que coincidían en la persona de Asso13, quien es en definitiva el pretexto para divulgar inquietudes y virtudes 'generales' que lo hermanan, ante todo, con "los mejores escritores del reynado de Carlos III"; en otros muchos casos, sin embargo, se llega a Asso por su lugar de nacimiento, sea en el Círculo aragonés de Madrid14 en 1884, sea en 1998 en la Institución

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Fernando el Católico15, dedicada "al estudio y promoción de la cultura y la ciencia aragonesas". A aquel arranque de Latassa corresponde hoy una Gran Enciclopedia aragonesa online16 y una estatua en la Universidad de Zaragoza.

No se trata evidentemente de cuestionar la legitimidad de esos enfoques (¿por qué habría de ser más 'aceptable' el programa "español" de Sempere que el 'aragonesismo' historiográfico de Latassa o del Círculo aragonés?), a los que en todo caso cabría enjuiciar sólo en función de sus resultados. Me interesa constatar el abrumador predominio de Asso (tiene página web, amplia voz en Wikipedia e incluso perfil en Facebook) e intentar sondear sus causas, sin muchas esperanzas de hallar respuestas satisfactorias, con la sospecha de tener que tropezar a cada paso con la intervención de la fatalidad, de la trivialidad, del capricho17...

Asso se había graduado de bachiller en Cervera, donde pudo conocer a De Manuel, sólo un año mayor que él que, sin embargo, había permanecido en la universidad catalana mientras Asso se trasladaba a Zaragoza para estudiar jurisprudencia y doctorarse en 1764. Es probable entonces que se reencontraran en Madrid donde, como decía Martínez Pingarrón, se dan a conocer como 'escritores públicos' en 1771, con las Instituciones del Derecho Civil de Castilla salidas de la imprenta de Francisco Javier

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García18. Hay un par de escritos de 1770 que presentaban ya esa edición como un "Nuevo Metodo de estudiar la Jurisprudencia original"19 o, con mayor extensión, como un plan para "refundir en un solo cuerpo las leyes de España"20. En este segundo texto, que de hecho sería reproducido casi literalmente en el preámbulo de las Instituciones, se afirma un lema recurrente de la ilustración jurídica europea, esto es, que "el fin principal de la obra es presentar solo las verdades, y principios del Derecho Español, ajustados á sus Leyes, y no á los abusos, que tal vez ha introducido la práctica"21.

Probablemente la innegable relevancia de las Instituciones se debe más a su excepcionalidad en el panorama literario que a sus méritos intrínsecos, más a las carencias del contexto que al propio texto, más a sus intenciones que a sus logros. En definitiva, constituye el primer impreso sobre derecho patrio con vocación didáctica y, en particular, universitaria. En sintonía, por tanto, con un (tímido) programa 'legalista', su aparición es aplaudida y pronto se hace inevitable una segunda impresión, "que por instancia de muchos y penuria de los ejemplares de la primera, nos veremos obligados a hacer en breve"22. Efectivamente esa nueva edición tiene

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lugar en 1775, en la imprenta de Joaquín Ibarra23, y a ella le seguirían rápidamente otras: una tercera en 1780 por la Imprenta de la Gaceta, la cuarta en 1786, "corregida notablemente y aumentada la parte historica", impresa por Andrés de Sotos "a costa de la Real Compañía de Impresores" y elogiada en el Memorial literario24.

Se plantean además los primeros inconvenientes de tener que ir mejorando una obra imperfecta por definición, por su esencia programática... en contra a menudo de los intereses puramente económicos de impresores y libreros, que aconsejan vender toda la tirada antes de proceder a una nueva edición25 o abaratar costes de impresión aun a riesgo de...

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