Im memoriam de Tirso Carretero García

AutorIgnacio Martínez de Bedoya
Páginas769-780

Tirso Carretero García (+)

La tarde del 23 de agosto de 1983 inesperadamente falleció en Madrid, Tirso Carretero García. Un fallo cardíaco arrebató, de pronto, la ejemplar vida de nuestro compañero y amigo. La ciencia jurídica española, esta REVISTA -de la que era uno de sus más preciados y destacados colaboradores-, todos sus compañeros, sus muchos amigos y su querida familia estamos con el corazón de luto. No obstante, a los muchos que fuimos a despedirle de esta vida terrena, con lágrimas y oraciones, al madrileño cementerio de la Almudena, nos consolaba saber que era un alma buena querida por Dios y que, además, siempre seguiría con todos nosotros en el recuerdo y en el magisterio.

Tirso Carretero era -¡y qué duro es emplear el pasado!- el amigo entrañable, el ejemplo de compañeros, el maestro indiscutible, el hombre bueno y caballeroso, el corazón noble y sensible. La rica personalidad de Tirso, llena de todos los saberes humanísticos, dotada de un profundo sentido del humor, era cordial y sencilla, humilde y sabia; por todo esto podemos decir que -no hubo príncipe en Sevilla que comparársele pueda-. A vuelapluma, como el más cálido homenaje de alguien que se precia de haber sido uno de sus amigos, contaremos algo de su vida y de sus enseñanzas.

Había nacido en Madrid, un 24 de septiembre de 1917. Ya en sus brillantes estudios de bachillerato había demostrado gran interés por todas las ramas de la ciencia y la original visión que tenía de muchos aspectos de la misma. En el curso 1934-35 ingresa en la Facultad de Derecho de Madrid, de la que entonces se llamaba Universidad Central. En el edificio --viejo caserón-- de la calle de San Bernardo, pronto destaca como alumno aventajado por sus conocimientos jurídicos y lingüísticos, no por sus actividades deportivas o sociales. Fernando Agustina, el inolvidable estudiante perpetuo, que comercializaba la distribución de los -apuntes-Page 770

multicopiados de las explicaciones orales de cátedra, le integra en su grupo para que las taquigrafíe, ordene y sintetice. Muchos de los estudiantes madrileños de aquella época son, en alguna parte, deudores del trabajo e ideas de Tirso, el cual consiguió así financiarse en alguna medida los estudios universitarios. La primitiva vocación de Tirso por la justicia y el Derecho, se va concretando en el campo del Derecho privado, y por ello al terminar la carrera universitaria se inclina a preparar las oposiciones al cuerpo de Registradores de la Propiedad, ingresando en la promoción correspondiente al año 1946.

Tirso Carretero desarrolla su actividad profesional, con eficacia y competencia, a lo largo de todos estos años en una docena de Registros. En todos ellos dejó una estela de bien hacer, de bondad, de buen humor. Los ocho compañeros que sucesivamente tuvimos la suerte de compartir con él la titularidad de oficinas en división personal, nos admirábamos de su entrega, su vocación, su concepto de lo justo. Era una delicia ver su manera de actuar en la calificación: leía atentamente el documento y luego, rápidamente, con criterio generoso y flexible, redactaba un proyecto de nota calificatoria. Después elegía los documentos más complejos, se los llevaba a su casa y al día siguiente los devolvía con varios folios en los que, con deficiente mecanografía, justificaba en profundidad dichas notas previas y señalaba el camino más acertado y sencillo para superar los obstáculos. Veía Tirso más allá que nadie y sus originales planteamientos solían ser los más profundos y equitativos. Todos aprendíamos de él, que con gracia, sin engolamientos, iba abriendo nuevos caminos en nuestro más limitado saber. En sus notas de calificación, se conjugaban tan perfectamente el conocimiento y la ponderación, que, paradójicamente, ni una sola vez le interpusieron un recurso gubernativo.

Aceptando el consejo de Gracián, escribió breve y bueno. Al final de esta nota insertamos una lista de sus publicaciones -que probablemente no es exhaustiva-, y aunque son numerosas, pudieran parecer insuficientes para haber originado en el Derecho hipotecario el fuerte impacto que han causado las doctrinas de Tirso Carretero. Y es que sabía exponer sus teorías, corta y sencillamente, sin barroquismos. A pesar de todo, escribió mucho y publicó menos. Era más amigo de escribir que de hablar: siempre daba desinteresadamente sus opiniones y consejos jurídicos -y éramos numerosísimas las personas que acudíamos a él pidiendo orientación- por escrito. Que recuerde, solamente dio en público una conferencia: fue en el curso 1957-58, en el Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, sobre el tema -La propiedad de las aguas-, que la expuso conjuntamente, cada uno en el campo de su especialidad, con el Ingeniero Agrónomo Manuel Gutiérrez del Arroyo. Creo que aún no se ha publicado.Page 771

El Ministerio de la Vivienda requirió sus servicios como asesor jurídico cualificado, prestándolos en comisión durante una década en la Dirección General de Regiones Devastadas. En esta época y en las que siguieron, Tirso Carretero desarrolló un quehacer incesante: preparó con acierto a muchos licenciados en Derecho para ingresar en Notarías y Registros; actuó incansablemente en los Centros de Estudios Hipotecarios; fue vocal de un Tribunal de Notarías...

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