Massimo LA TORRE, Nostra legge è la libertà. Anarchismo dei moderni

AutorEnrico Ferri
Páginas429-442

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En el reciente libro de Massimo La Torre, se encuentran una serie de artículos escritos en un lapso de tiempo que va desde 1983 hasta 2016, artículos en gran parte revisados y reelaborados, con un prólogo y un epílogo, escritos para la nueva edición.

En el curso del estudio se analiza el pensamiento de una serie de autores que a menudo se clasifican como “teóricos” del anarquismo, personajes como William Godwin, Max Stirner, Pierre Joseph Proudhon, Michail Bakunin y Pëtr Kropotkin, y también se establece una comparación –en manera más o menos profunda– entre la teoría anarquista y otras visiones que en la historia de los dos últimos siglos, por diferentes razones se han abordado, como las teorías que se refieren al liberalismo, a la democracia y al socialismo. En particular, la cuestión de la compatibilidad y la posible integración entre la democracia y el anarquismo se analiza principalmente a través de un momento importante en la historia moderna de los anarquistas y del movimiento socialista.

El libro también se fija un objetivo no insignificante, para definir los “principios irrenunciables” del anarquismo, lo que el autor llama “el canon”, objetivo audaz teniendo en cuenta que el anarquismo en sus articulaciones teóricas y políticas es comúnmente considerada como la negación de las reglas establecidas por una autoridad reconocida por todos, de una manera determinada y compartida, lo que es comúnmente considerado como “el canon”.

Quisiera volver al análisis de algunas de las cuestiones mencionadas anteriormente, que se refieren a la naturaleza misma del anarquismo, su rela-

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ción con la modernidad, los criterios para su definición y la posibilidad de identificar los “principios irrenunciables” reconocidos como tales al menos por los diferentes componentes teóricos y políticos del anarquismo moderno.

El objetivo principal de las páginas que siguen será esencialmente de tipo metodológico y ontológico –admitido que el anarquismo tenga una esencia–, poniendo de relieve los problemas que esta doble búsqueda conlleva.

Anarquía, anarquismo, pensamiento libertario

Una de las tesis fundamentales que asume Massimo La Torre es la que define el anarquismo en el interior de la modernidad, considerándolo en cierto modo un producto suyo, o si se prefiere, “la otra cara de la modernidad” (p.224). El mismo subtítulo del libro “El anarquismo de los modernos” parece indicar una sola posible lectura de anarquismo que, de hecho, es la que lo une a la modernidad. Esta tesis, por un lado parece obvia, por otro lado, es cualquier cosa menos que obvia, dependiendo de cómo se lea el “fenómeno” anárquico.

El anarquismo como movimiento político, social y obrero, tiene una fecha de nacimiento, que se identifica con la de la Internacional de los trabajadores (1864), con la corriente anarquista de esta realidad y con la figura de Michail Bakunin que fue el líder político y teórico del movimiento anarquista de esos años. Esta realidad es la base del movimiento anarquista que se desarrolló en las siguientes décadas y en la primera mitad del siglo XX, más allá del fracaso político y sindical de esta experiencia, en países como Italia, Suiza, España, Francia y Rusia, sino también en contextos muy diferentes, como los Estados Unidos y algunos países de América Latina1.

Por primera vez se afirma pertenecer a un movimiento político que se caracteriza por una ideología llamada “anarquía”, con el intento de definir las características de esta ideología, o si se prefiere, esta visión del hombre y del mundo, que el mismo Bakunin recoge en algunos escritos como La reación en Alemania2 y el famoso Estado y anarquía.

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Por otra parte, el anarquismo es el resultado político de un movimiento de pensamiento que va del Iluminismo francés al idealismo alemán y al positivismo inglés, todos fenómenos típicamente modernos y de ruptura con el mundo de la anterior tradición religiosa, cultural y política.

Por ejemplo, si tenemos en cuenta los que son comúnmente considerados como los principales exponentes del pensamiento anarquista, personajes como Godwin y Stirner, Proudhon, Bakunin y Kropotkin, nos damos cuenta de la verdad de lo que se acaba de decir y cómo estas diferentes almas de la modernidad se encuentran en las biografías intelectuales y en las tesis filosóficas y políticas de los personajes que acabamos de mencionar.

Las comparaciones apenas ofrecidas sobre la modernidad del anarquismo, parecen obvias y con connotaciones de modernidad, y sus características de novedad, innovación y separación con el pasado son totalmente reivindicadas por los mismos anarquistas, a partir de los padres fundadores ante-riormente mencionados. Tenemos una confirmación adicional, si tomamos en cuenta el sistema de las teorías anarquistas de los filósofos considerados como los padres fundadores del anarquismo filosófico, desde Godwin hasta Kropotkin, que más allá de las significativas diferencias en temas como el papel de la historia y de la ciencia en la construcción de un “hombre nuevo” en un “nuevo mundo”, se encuentran todos en un conjunto de principios que son una rama directa de las transformaciones ideológicas y políticas de la modernidad.

La perspectiva revolucionaria del anarquismo quiere promover una transformación radical de la existencia mediante coordenadas de espacio y tiempo que se consumen durante la existencia mundana. Es así como son modernos los postulados políticos en los que funda cada teoría anarquista: la libertad, la igualdad y la solidaridad. La libertad de anarquismo presupone un individuo capaz de gobernarse, después de haberse liberado de cualquier forma de restricción celestial y humana, es decir, de toda jerarquía divina y terrenal.

Esta visión, en muchos sentidos es una variante y una radicalización de la perspectiva democrática y socialista, en el sentido de la extensión del ámbito de la autonomía individual y de la participación de todas las personas, más allá de los límites establecidos como los de ciudadanía, sexo, clase social, etnia y otros más. El anarquismo, como el mismo La Torre recuerda, considera esencial la liberación completa y el desarrollo completo del individuo incluso en la esfera privada.

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Sin embargo, como el autor señala, no es raro que el anarquismo haya sido confundido con movimientos de resistencia a la modernidad, expresión del resentimiento de grupos sociales como los campesinos hostiles a una modernidad que les relega a los márgenes de la historia. Por otra parte, el anarquismo incluso se ha visto como una representación ideológica de las tan subversivas como poco realistas demandas de la clase baja urbana, del Lumpenproletariät que vivía en los suburbios miserables de las nuevas metrópolis creadas por la revolución industrial. Es la lectura marxiana, primero y después la marxista.

Cuando definimos el anarquismo como “la otra cara de la modernidad,” damos una definición correcta, pero parcial, en el sentido que el anarquismo es interno y una expresión de la modernidad: de sus caracteres teóricos (racionalismo, ateísmo, inmanentismo, positivismo, etc.) y de sus procesos socioeconómicos (industrialización, urbanización, desarrollo tecnológico, globalización, etc.), y va en contra de algunos de los caracteres dominantes de la vida, de la economía y de la cultura moderna. El anarquismo se opone a la religión, especialmente al monoteísmo judeocristiano, visto como el prototipo de la religión y de todas las formas de dominación humana y de sometimiento humano. Por otra parte, tanto el anarquismo como el socialismo y el comunismo, nacen como contraste y alternativa al mundo de la burguesía y del capitalismo, que se establecieron contra el Ancien régime, y también gracias a ideologías como la democrática y la liberal, que tienen rasgos libertarios y caracteres antagónicos en comparación al viejo mundo. Sin embargo, al mismo tiempo para utilizar el lenguaje de Stirner, la revolución burguesa no ha destruido las jerarquías políticas y sociales, sólo ha “reformado” el poder, creando nuevas formas de privilegio y servidumbre.

El principal antagonista de los anarquistas, desde sus orígenes, es el capitalismo, visto como una nueva forma de jerarquía y poder, representado por la forma del Estado-Leviatán, del que resume la naturaleza. Pero al mismo tiempo, los anarquistas nunca han prefigurado en un plan teórico o programático el retorno a formas de vida pre-moderna, a la servidumbre de la gleba medieval o a una economía pre-industrial.

Cuando se toman como modelo, como hizo Bakunin, formas de organización agrícola como la de Obvcina, se hace para poner en valor formas de vida comunitaria y solidaria, auto-organizada con reglas de tipo consuetudinario, ciertamente no para abogar por un retorno al pasado. Por el contrario, el programa de Kropotkin, que en sus objetivos es compartido por todos los

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anarquistas, para reducir a cuatro horas de trabajo diario para dar cabida al estudio y al ocio, se basa en la capacidad de aumentar exponencialmente la rentabilidad del trabajo humano, gracias al desarrollo científico y tecnológico; así como para mejorar las condiciones de vida.

Desde otro punto de vista, podemos definir al anarquismo como un fenómeno no necesariamente moderno, si tenemos en cuenta su versión soft, o tal vez se debería decir en sus caracteres fundamentales, básicos, es decir, como pensamiento libertario, que también encontramos en una serie de prácticas que son una...

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