El maltrato de hijos a padres. Algo más que un delito

AutorEmilio Fernández González
Cargo del AutorPsicólogo. Especialista en Justicia de Menores. Director del Centro de Internamiento «El Limonar», Fundación Diagrama. Alcalá de Guadaíra. Sevilla.
Páginas151-195

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1. Introducción

Los profesionales que trabajamos en los Centros de Internamiento de Menores Infractores14venimos constatando en los últimos años cómo a nuestros centros han llegado menores que manifiestan unas necesidades distintas a las que estábamos acostumbrados. Son los menores que han cometido un delito en el ámbito familiar, que han desplegado su conducta agresiva y violenta, sea a nivel físico o psicológico, dentro de su propia familia, fundamentalmente contra sus padres. Son éstos los menores que están planteando problemas en los centros y que requieren un reajuste de los programas de intervención porque necesitan otro tipo de tratamiento. Sus conductas y comportamientos, así como los procesos cognitivos que subyacen, son en gran parte distintos al de la población general de internos de los centros. Esto nos produce la sensación de que no «damos con la clave», es decir, que nos cuesta mucho más esfuerzo encontrar las herramientas de intervención idóneas dado que estos jóvenes rompen o quiebran el perfil de aquellos con los que veníamos trabajando.

El objetivo de este trabajo es arrojar algo de luz a las personas que realizan su práctica laboral diaria al lado estos menores, utilizando

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fundamentalmente la experiencia de mi trabajo con ellos. He recurrido igualmente a algunos datos que he podido manejar respecto de aquellos jóvenes ingresados en los CIMI de la provincia de Sevilla por la comisión de malos tratos en el ámbito familiar. Comenzaremos describiendo algunas características que distinguen a los menores infractores que han cometido algún delito de violencia intrafamiliar de aquellos otros que cumplen una medida judicial por la comisión de otros hechos delictivos. Estas diferencias nos ayudarán a entender mejor cuáles son las modificaciones que sería necesario llevar a cabo en los programas de tratamiento de estos menores para que nuestro trabajo con ellos sea más acorde a sus realidades, y por ende, más provechoso.

Vamos a intentar explicar cómo son las conductas agresivas que despliegan estos menores, así como las personas del sistema familiar contra las que preferentemente van dirigidas. Por supuesto será necesario trazar un perfil del hijo agresivo, para posteriormente entrar a analizar las posibles causas que se esconden detrás del maltrato familiar. Finalmente intentaremos apuntar algunas pautas de actuación para nuestro trabajo con estos menores que se comportan de manera violenta dentro de su ámbito familiar.

Además, a la hora de abordar un trabajo de este tipo, relacionado con menores que han llegado a cometer algún delito, siempre juega un papel muy importante la idea de que todos, en mayor o menor medida, seamos un poco responsables de la situación de estos menores, y que al fin y a la postre no dejan de ser más victimas que verdugos, y debemos sentirnos empujados a educar y reeducar a éstos jóvenes, ofreciéndoles una oportunidad que quizás antes no han tenido. Siguiendo a Javier Urra Portillo, Psicólogo Forense de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y de los Juzgados de Menores de Madrid, «los niños pueden no ser inofensivos, pero sí inocentes. Su culpabilidad, su responsabilidad, ha de ser compartida por quienes los educamos o maleducamos, los que olvidamos darles las instrucciones de uso para manejar la vida, y no les indicamos cómo respetarse a sí mismo y a los demás» (Urra Postillo, 2007:25)

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2. Algunos rasgos distintivos

En primer lugar, vamos a intentar explicar qué hace a este delito distinto de aquellos que hasta hace relativamente pocos años eran cometidos por los menores, o dicho con más exactitud, qué hay de distinto entre los menores infractores por delitos cometidos en el ámbito familiar, y aquellos que han participado en otro tipo de delitos.

Lo primero es que nos encontramos con un «delito incomprensible». Raramente nos alarmamos por los delitos cometidos, salvo por ser muy violentos o muy mediatizados. Entendemos que los comportamientos delictivos forman parte de nuestro vivir cotidiano. Sin embargo, cuando el delito ha consistido en una agresión y un maltrato continuo de los hijos a los padres, nos sentimos especialmente alar-mados y asombrados. Este tipo de comportamientos nos resulta muy difícil integrarlos en nuestros «esquemas mentales», rompen de alguna manera nuestra forma de entender las conductas delictivas. Estamos en presencia de unos hechos, agredir a los padres, que quiebran una de las normas más básicas de nuestra sociedad, algo que ataca uno de sus pilares fundamentales, al menos en nuestra concepción actual, como es la familia. Un menor que agrede a cualquier miembro de su familia, provoca una desestabilización en la misma que afecta de manera grave y rotunda a todo el sistema familiar.

Otro rasgo distintivo de estos delitos, es que son cometidos por menores no marginales, menores que no calificaríamos como desadaptados o conflictivos desde un punto de vista social. Esto es algo, que sin dejar de ser del todo cierto, requiere algunas matizaciones. Calificar a estos menores como «normales» o adaptados socialmente, es hablar muy a la ligera. Lo cierto, es que no dejan de ser menores desadaptados social-mente, lo que sucede, es que esas conductas desadaptadas, las mantienen en un ámbito privado como es la familia. Incluso en el caso de que estos menores puedan tener una trayectoria escolar inadecuada (bajo rendimiento escolar, abandono de estudios), la repercusión, al menos en un primer momento, no deja de tener lugar en esa esfera más privada que es la familia. Dicho en términos más bruscos, lo que sucede realmente

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es que este tipo de menores «molesta e incordia» menos a la sociedad. Pero de ahí a decir que una persona que causa en la familia el daño que estos menores llegan a producir son menores adaptados, hay un abismo.

Dicho lo anterior, lo que sí es cierto, es que estos menores provienen de familias más normalizadas, de ambientes familiares no marginales. A diferencia del resto de menores infractores, la clase social no es un factor determinante y que, así como en esos otros delitos la mayoría de las familias pertenecen a un nivel social muy bajo o a familias muy desestructuradas, en el caso de los delitos de maltrato pueden encontrarse familias de distinto nivel social. Así, la profesora y coordinadora del Área de Filosofía del Derecho de la Universidad de Zaragoza, Mª José Bernuz Beneítez (2005:54) nos dice que «otro rasgo característico es que no se aprecian diferencias por niveles sociales, económicos y culturales». Si tomamos como referente la población general de menores infractores de los centros nos damos cuenta de que la mayoría de sus familias tienen un alto grado de desestructuración, no siendo nada habitual que los jóvenes con delitos distintos al maltrato pertenezcan a familias de clase media ni alta. Las familias de los menores con violencia en el ámbito familiar pueden provenir de distintos niveles sociales, pero es raro encontrar a una familia que se caracterice por su bajo nivel socio-cultural o su alto grado de desestructuración familiar. La profesora de la Universidad del País Vasco Izaskun Ibabe, en un trabajo que realizó sobre el perfil de los hijos que agreden a sus padres, hizo un estudio comparativo entre el perfil que presentaba un grupo de menores que solo habían cometido delitos de violencia familiar (VF) frente a los que cometían otros delitos no relacionados con la violencia familiar (NoVF). La profesora Izaskun llego a la conclusión en su estudio, respecto al nivel socio-económico de los padres, que «el nivel económico familiar del grupo de VF es significativamente mayor que el del grupo NoVF. Asimismo, la figura paterna del grupo VF posee estudios de mayor nivel. No se trata, por lo tanto, de un fenómeno propio de familias que viven en situaciones precarias, sino más bien de familias con medios sociales y educativos suficientes» (Ibabe Erostarbe, 2007).

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En un trabajo que se realizó en 2007 sobre la violencia intra-familiar tomando como referencia los tres CIMI de la provincia de Sevilla se llevó a cabo igualmente, un estudio comparativo entre los menores infractores que solo habían cometido algún delito de maltrato familiar con aquellos cuyos delitos eran otros. Unas de las características que se comparó entre ambos grupos, por su relación con la posible marginalidad de la familia, fue la existencia de antecedentes delictivos en dichas familias, obteniéndose los siguientes resultados:

TABLA COMPARATIVA DE LA EXISTENCIA DE ANTECEDENTES DELICTIVOS

[VER PDF ADJUNTO]

GRÁFICO COMPARATIVO DE ANTECEDENTES DELICTIVOS (DATOS EN %)

[VER PDF ADJUNTO]

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Los datos se comentan por sí solos. Mientras que en la población de menores con delitos distintos al maltrato los antecedentes delictivos llegan al 60% de las familias, en el grupo de menores que nos ocupa esta existencia de antecedentes no llega al 20%. Es evidente que respecto a este factor la diferencia es lo suficientemente acusada para hacernos pensar que hablamos en muchas ocasiones de familias que pertenecen a diferentes realidades socio-culturales.

Una aclaración más sobre el origen social del menor en este tipo de delitos es que en la evaluación del problema por parte de la familia y en el acceso a recursos de índole privado, como puede ser una terapia de mediación familiar, juega un papel muy importante el nivel económico, social y cultural de las familias. Un buen nivel, sobre todo en lo cultural, aunque también es importante lo económico, posibilita poner medios antes de que la situación se «vaya de las...

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