Álvaro Muñoz López: integridad y excelencia en la empresa pública

AutorAlberto Moreno de Tejada Clemente de Diego
Páginas183-204

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1. Rasgos biográficos

Álvaro Muñoz nació en 1934 en Socuéllamos, provincia de Ciudad Real. Aunque sus padres vivían en Madrid, su madre prefirió trasladarse a su lugar de origen para tener a su primer hijo varón junto a su familia. La familia materna vivía de la agricultura explotando pequeñas tierras de labor. Su abuela materna se casó en segundas nupcias con un empresario de Levante dueño de una fábrica de alcoholes en Socuéllamos. Los padres se conocieron en Socuéllamos. La familia paterna fue una de las fundadoras de Ciudad Real, formando parte de la oligarquía local durante veinte generaciones, como grandes propietarios de fincas rústicas. Durante el siglo XIX, participaron en la política como diputados y senadores y acabaron arruinándose, lo que provocó disensiones en el seno familiar. El padre estudió Derecho en el Real Colegio María Cristina en San Lorenzo del Escorial1. Ingresó en el cuerpo de funcionarios civiles del entonces Ministerio de la Guerra. Vivían en la calle Ibiza 5, junto al Parque del Retiro de Madrid.

La relación con sus padres era muy buena. Su padre era una persona muy sociable y cariñosa2, hombre tranquilo, tenía muchas amistades. Mantenía muy buena comunicación con él, abierta y de cercanía. Pasaban muchos ratos juntos. Era un hombre religioso, practicante pero no de misa diaria. Le recuerda más abierto y liberal que la media, anglófilo, había recibido una buena educación, practicó deportes en su juventud, y vivió el cambio de estatus familiar y las desavenencias que provocó. Hizo el servicio militar en África. Su madre era muy inteligente y voluntariosa, gran ama de casa, cocinaba muy bien, en su

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casa había mucho orden y limpieza. Era muy suave y tranquila, dejaba hacer, pero al mismo tiempo estaba muy pendiente de sus dos hijos: «Yo la quería mucho, tanto o más que a mi padre, con nosotros se dejó la vida» (Muñoz, Ibidem, 2009).

Los padres se preocuparon por dar una buena educación a sus hijos. Al hijo le enviaron al colegio de la Orden Marianista Nuestra Señora del Pilar y a su hermana al de la Orden francesa de las Ursulinas. Nuestra Señora del Pilar es un colegio centenario (2005) de gran prestigio, situado en el barrio de Salamanca, al que era muy difícil acceder3. Él percibió el esfuerzo que había realizado su padre para lograr su admisión y para sufragar los gastos de su escolarización. El Pilar daba una educación abierta, que te permitía desarrollar tu propia personalidad, tu manera de ver las cosas (Muñoz, 2009). Comparativamente con los colegios de otras órdenes religiosas de la época, el Pilar era mucho menos estricto, no vestían hábitos religiosos ni existía la obligación de asistir a misa todos los días. De la excelencia del colegio da fe el elevado número de personalidades, de las distintas profesiones, que han estudiado en el Pilar4. Álvaro Muñoz fue un buen estudiante. Su madre le tomaba las lecciones todos los días. Los últimos tres años del colegio marcaron mucho su formación y su visión del mundo de la cultura. Los profesores eran, en su mayoría, marianistas universitarios, que despertaban la curiosidad intelectual y cultural de sus alumnos y sus inquietudes, incorporando lecturas de varios autores no circunscritos al canon oficial. Acabó el último curso con sobresaliente y, sin embargo, suspendió en junio y septiembre el examen de Estado que daba acceso a la universidad. Finalmente, aprobó el examen de Estado en la siguiente convocatoria con premio extraordinario, matriculándose en la carrera de Derecho.

La vida familiar transcurrió en la calle Ibiza, fundamentalmente de clase media, aunque en los números superiores de la calle vivían familias de estrato social más bajo. Los chicos jugaban en el bulevar de la calle. Tenían mucha convivencia familiar, dedicaban los fines de semana a ir juntos al Retiro o al cine. Viajaban ocasionalmente y pasaban temporadas en la casa de sus abuelos en Socuéllamos. Con su abuelo materno se llevaba muy bien, le tenía gran afecto y le prodigaba frecuentes regalos. A los abuelos paternos no llegó a conocerlos.

Se licenció en Derecho con muy buen expediente académico, muchos sobresalientes y matrículas. La mayoría de los catedráticos eran grandes maestros, admiraba especialmente a Antonio Hernández-Gil (Muñoz, 2009). Guarda un gran recuerdo de la vida universitaria. Entabló una estrecha relación con Fede-

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rico Sopeña5, sacerdote y musicólogo, que le marcó espiritual e intelectualmente. Participó asiduamente en las diversas actividades que se desarrollaban en las dependencias de la iglesia de la ciudad universitaria donde ejercía su ministerio. Gracias a su influencia y a la presencia del Conservatorio en la calle San Bernardo, al lado de la facultad de Derecho, surgió su gran afición por la música. Le gustó el derecho, le interesaba y le divertía su estudio.

Al terminar la milicia universitaria, quiso ejercer la profesión y empezó a trabajar de pasante en un despacho por recomendación de su padre. A los tres meses se dio cuenta de que ese camino iba a ser larguísimo y se planteó estudiar una oposición. Conocía ya a su futura mujer, María Teresa, aunque ese no fue el factor determinante. Albergaba ciertos prejuicios contra el concepto de opositar. Pero, finalmente, en una reunión en su casa con tres amigos del colegio, hijos todos de funcionarios, un inspector de servicios, un juez y un registrador de la propiedad, se decidió por el programa de abogado del Estado que fue el que le resultó más atractivo. La oposición la aprobó en febrero de 1961, en bastante poco tiempo para aquel momento en el que se convocaban muy pocas plazas.

Se casó en 1961 con María Teresa, a la que conoció a través de un amigo en 1958. Ha sido un apoyo fundamental en su vida. Le ha ayudado a mantener un equilibrio vital y personal. María Teresa, abandonó los estudios de ingeniería agrónoma para seguir a su marido en su carrera en la Administración. Mantienen una relación excelente con todos sus hijos. Con los cuatro que viven en Madrid tienen un trato frecuente. Tienen nueve nietos.

Cuando Álvaro Muñoz sacó la oposición, pasó dos años en Orense y cinco en Cuenca. De vuelta a Madrid, fue destinado primero a la Delegación de Hacienda y posteriormente a la Dirección de lo Contencioso como jefe del Gabinete de Estudios. Por las tardes acudía al entonces Ministerio de Obras Públicas, para completar sus ingresos. En 1970 empezó a trabajar en Acerinox como secretario general6compatibilizándolo con su trabajo en la Administración. En 1973 es nombrado secretario general del INI y en 1975 subsecretario del Minis-terio de Industria. Finalmente, en 1976 es designado presidente de Musini, permaneciendo en este cargo hasta su jubilación en 2003. También ha sido presidente de la Comisión Liquidadora de Entidades Aseguradoras (CLEA) desde 1984 a 1993 y de la Unión de Aseguradoras Española (UNESPA) desde 1995 a

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2003. Así mismo, ha pertenecido al Consejo Ejecutivo del Comité Europeo de Seguros, en representación del seguro español.

2. La economía y el sector público empresarial (1974-2003)

El INI nació en septiembre de 1941 con el mandato de «propulsar y financiar, en servicio de la nación, la creación y resurgimiento de nuestra industria (...) a través de la creación y participación en empresas» (Ley de Creación del Instituto Nacional de Industria, de 25 de septiembre de 1941). Los cuatro objetivos para su creación establecidos en su ley fundacional fueron: 1) la necesidad de reconstruir y vigorizar la economía española; 2) necesidad de inversión pública para la industrialización del país; 3) desarrollo de una industria militar independiente; 4) inexistencia de sociedades de crédito aptas para financiar grandes proyectos industriales. «El nuevo organismo recibió del Estado una dotación de 50 millones de pesetas y fue colocado bajo la tutela directa de la Presidencia del Gobierno» (Martín Aceña y Comín, INI 50 años de industrialización en España, Espasa Calpe, 1991, p. 25).

Al finalizar el año 1974, el grupo de empresas del INI constituye el principal conglomerado industrial del país y su peso relativo le da una influencia apreciable en la marcha de la economía (Boyer, 1981). En junio de 1974, su presidente, Francisco Fernández Ordóñez, realizó una presentación a la opinión pública sobre el papel del INI en la economía española: «La función de la empresa pública en la España de hoy no puede ser definida con criterios puramente tecnocráticos o con la simple referencia al principio de subsidiaridad. Lo que está en juego es un concepto de la sociedad española en la que la empresa pública puede ser una experiencia importantísima entre dos horizontes extremos: la pura economía de mercado o el colectivismo económico. Inserto en un marco de opciones esencialmente políticas, el INI, como holding industrial público, es el gran instrumento del Gobierno para ayudar a la configuración de una sociedad más equilibrada y más justa»7. El grupo tiene un carácter mixto, industrial y de servicios, alcanzando una influencia dominante en la construcción naval, la producción de hulla y de aluminio, y representa también una parte muy importante de la producción de acero, de vehículos de turismo e industriales, de refino de petróleos y del transporte aéreo de pasajeros (Boyer, 1981). En 1976, el Grupo INI se encuentra entre las veinte primeras corporaciones europeas. «La producción del Grupo representaba más del 10% del producto industrial bruto, y el empleo significaba aproximadamente el 6% de la población activa en la...

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