En los límites de la realidad liberal

AutorJosé A. Estévez Araújo
CargoUniversidad de Barcelona
Páginas16-33

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1. Introducción

Este texto parte de la percepción de que el pensamiento liberal es incapaz en la actualidad de hacer aportaciones a la transformación emancipadora de la sociedad, a pesar de las buenas intenciones de algunos de sus representantes. Esta percepción se basa en el hecho de que los movimientos sociales realmente existentes no parecen tener en cuenta los trabajos de los teóricos liberales, como no sea para criticarlos.

La cuestión que se plantea el trabajo es la del por qué de esta esterilidad emancipadora del pensamiento liberal que históricamente ha sido tan fértil y en otros ámbitos lo sigue siendo. De hecho, una de las corrientes de la familia liberal (el llamado «neoliberalismo» ) sí que ha sido capaz de contribuir eficazmente a una profunda transformación social, aunque en un sentido claramente contrario al de la emancipación humana.

La respuesta se busca aquí en los presupuestos del liberalismo que imposibilitan que los autores liberales comprendan adecuadamente el funcionamiento de la realidad social. Esos presupuestos provocan distorsiones en la percepción y análisis de los problemas sociales y, por tanto, impiden la elaboración de diagnósticos o terapias adecuadas para los mismos. Incluso en el caso de los autores con mejores intenciones.

Ésa es la explicación del título del trabajo: por un lado se quieren explorar los límites que una perspectiva liberal impone a la construcción de la realidad social. Pues la realidad social no es sólo algo que está ahí, objetivamente, sino algo que nosotros construimos desde nuestro punto de vista, a partir del material objetivo en bruto. Por otro lado, se hace una referencia irónica a una vieja serie de televisión titulada «en los límites de la realidad», que narraba extraños sucesos aparentemente inexplicables. Pues los pensadores liberales cuentan historias sobre la realidad social que son, a veces, tan inverosímiles y fantásticas como las de la vieja serie televisiva.

El análisis de esos presupuestos que distorsionan la construcción liberal de la realidad social se divide en tres grandes apartados: persona, política y mundo.

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2. Persona

La tradición de pensamiento liberal ha concebido a los seres humanos fundamentalmente como individuos racionales, autónomos y egoístas. Esa noción es cuestionable y ha sido cuestionada en muchos sentidos.

Aquí se va a poner de manifiesto, en primer lugar, que la representación de una razón separada de las emociones y sentimientos (es decir, como una facultad que puede funcionar independientemente del aparato emocional) no es congruente con los descubrimientos de la neuropsiquiatría contemporánea. También se defenderá la tesis de que, cuando toma decisiones acerca de sus propios fines, el ser humano individualmente considerado no es tan autónomo, como el liberalismo parece creer.

2. 1 Racionalidad

Uno de los neuropsiquiatras de referencia actualmente en el tema de la racionalidad es Antonio Damasio, un científico de origen portugués (aunque afincado en Estados Unidos), que recibió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación en 2005. Damasio escribió en 1994 un libro titulado El error de Descartes (Damasio, 2001). Posteriormente ha seguido abordando el tema de la relación entre razón y emociones en otros trabajos, como el que lleva por título En busca de Spinoza (Damasio, 2005). Los dos títulos ponen de manifiesto el interés que este científico tiene por la filosofía. Se trata de un autor que explicita y replantea los presupuestos acerca de la psique humana a partir de sus propios descubrimientos, haciendo filosofía en el sentido en que Manuel sacristán (sacristán, 1984) concebía la actividad de filosofar.

La tesis de Damasio es que las personas que no pueden utilizar su memoria emocional a la hora de decidir algo (por haber sufrido lesiones que impiden la conexión entre la corteza cerebral y el «cerebro emocional»), son incapaces de tomar decisiones. No pueden ni siquiera adoptar esas decisiones que son el paradigma de la racionalidad instrumental y que consisten en la elección del curso de acción más efectivo para alcanzar los propios objetivos.

El hecho de que las emociones sean «intrínsecamente racionales» o «razonables» (Damasio, 2005: 146) y que la desconexión entre el lóbulo frontal y el cerebro emocional nos provoque esa «miopía de futuro» (Damasio, 2005: 148) suscita la necesidad de replantear todos los problemas que tengan que ver con la decisión racional llegando hasta sus presupuestos más básicos

Esta revisión debería realizarse de forma interdisciplinar como el propio Damasio sugiere (Damasio, 2005: 155). Es decir, debería ser Page 18 una tarea que involucrara tanto a psicólogos y neurofisiólogos como a antropólogos o filósofos jurídicos, morales y políticos.

2. 2 Autonomía

La razón práctica desligada de las emociones es uno de los fundamentos de la autonomía individual en el pensamiento liberal. Es decir la tradición liberal ha identificado al individuo libre como aquél que, entre otras cosas, es capaz de adoptar decisiones sin dejarse influir por sus sentimientos y emociones. El ideal de «imparcialidad» que Iris Young critica sería una manifestación de esa concepción de la razón como una facultad individual absolutamente autónoma. La imparcialidad supone que una persona puede abstraerse completamente de sus condicionantes emocionales, personales, históricos y situacionales. (Young, 2000: 178)

Factores limitadores de la autonomía individual

El liberalismo clásico consideró como límites a la libertad fundamentalmente las formas coactivas de condicionar conductas, es decir, la violencia y la amenaza de usarla. Los autores liberales prestaron también atención a la educación en relación con la libertad. Es decir, se ocuparon de las características que debe tener la educación para no impedir el ejercicio de la libertad. Pero no prestan en la actualidad suficiente atención a la inmensa capacidad de condicionar nuestras conductas que tiene lo que Enzensberger denominó hace mucho tiempo la «manipulación industrial de las conciencias» (Enzensberger, 1985: 7-17).

En este sentido, Kymlicka, un autor que quiere conciliar la ciudadanía multicultural con los postulados liberales, da una gran importancia a las raíces culturales, poniendo de manifiesto el enorme poder condicionante de la cultura en la que uno ha sido socializado. Kymlicka dice, siguiendo a Dworkin, que la cultura es lo que permite dar sentido a la realidad y significado a la experiencia. Por eso es muy difícil cambiar de cultura y eso es algo que a nadie se le puede exigir (Kymlicka, 1996: 122-133).

No obstante, a pesar de que la cultura en la que nacemos y nos educamos nos modela y nos condiciona, eso no impide totalmente que nos distanciemos de ella y que seamos capaces de criticarla, o incluso, rechazarla. Esa capacidad de distanciamiento crítico de la propia cultura es lo que Kymlicka entiende por autonomía. Es lo que permite cuestionarnos las tradiciones heredadas, los fines vitales que hemos interiorizado o las normas sociales. Para el ejercicio de esta autonomía es imprescindible el respeto de determinados derechos, como la libertad de pensamiento y conciencia, y una educación que permita comparar nuestra cultura con otras (Kymlicka, 1996: 214-226).

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De acuerdo con ello, Kymlicka señala que «(...) el «liberalismo comprehensivo» de John stuart Mill [insistía] en el derecho de las personas a cuestionar y revisar las prácticas sociales» (Kymlicka, 1996: 220). Y que «debemos rechazar la idea comunitarista según la cual los fines de las personas están fijados y trascienden la revisión racional. Debemos hacer valer la tradicional creencia liberal en la autonomía personal» (Kymlicka, 1996: 226). Pero estas dos citas ponen de manifiesto que aquí se está pensando sobre todo en prácticas tradicionales asimiladas en el proceso de educación, pero no en las pautas propagadas por la moderna industria de creación de «contenidos de conciencia».

Quizá este es el punto en el que la concepción liberal de la autonomía individual resulta más insuficiente. En un mundo como el de hoy, en el que la publicidad, la industria del entretenimiento y los medios de comunicación de masas tienen una enorme capacidad de colonizar nuestras conciencias y modelar nuestros deseos, la educación escolar y familiar y las libertades clásicas son necesarias pero no suficientes para poder combatir ese poder y decidir con autonomía.

Partiendo de un planteamiento radicalmente diferente al de la tradición liberal, Cornelius Castoriadis pone de manifiesto que «el contenido antropológico del individuo contemporáneo (...) es (...) la expresión o la realización concreta, en carne y hueso, del imaginario social central de la época, imaginario que modela los valores, aquello por lo que vale la pena vivir o morir (...) incluso sus afectos (...)» (Castoriadis, 2005: 141, curs mía). Y sin embargo, (...). De acuerdo con el liberalismo «(...) se ignora pura y simplemente el imaginario social dominante que estructura al individuo contemporáneo (...) como si este «individuo» estuviese completamente indeterminado.»

En ese sentido, Pasolini hablaba de «mutación antropológica» para referirse a la transformación experimentada en los valores, los deseos y las expectativas de los campesinos que emigraron a los suburbios de las ciudades italianas en los años cincuenta y sesenta. Esa expresión pretende poner de manifiesto la enorme profundidad del cambio cultural que es capaz de producir el imaginario capitalista en la sociedad tradicional. Este componente del pensamiento pasoliniano fue estudiado con especial profundidad en un libro de Antonio...

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