El liberalismo español en América

AutorAlfredo Ávila
CargoDoctor en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Páginas305-316

    Alfredo Ávila: Doctor en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es investigador titular del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, en donde también es secretario académico. Ha impartido clases en diversas instituciones de educación superior, tanto en México como en España. Ha publicado varios artículos y colaboraciones en revistas y obras colectivas, además de los libros, En nombre de la nación. La formación del gobierno representativo en México, Taurus, 2002; y, Para la libertad. Los republicanos en tiempos del imperio, UNAM, 2004.

    Roberto Breña, El primer liberalismo español y los procesos de emancipación de América, 1808-1824. Una revisión historiográfica del liberalismo hispánico, México, El Colegio de México, Centro de Estudios Internacionales, 2006, 580 p.

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  1. Durante mucho tiempo, las historiografías hispanoamericanas que abordaban las revoluciones del primer tercio del siglo XIX (las "guerras de independencia") dedicaban la mayor parte de sus esfuerzos a entender los procesos nacionales sin apenas mirar lo que sucedía en los demás países de habla hispana. Algunos historiadores latinoamericanos comparaban los movimientos emancipadores propios con los de los demás "países hermanos" y tampoco faltaban estudiosos que ya mostraban la necesidad de recuperar el constitucionalismo español para conseguir explicaciones más satisfactorias de la formación de las naciones hispanoamericanas, como se puede apreciar en la obra de Nettie Lee Benson, verdadera pionera en ese sentido. Sin embargo, la tendencia era otra. Resultaba algo incómodo estudiar el liberalismo surgido en la península durante la segunda década decimonónica cuando las versiones tradicionales habían explicado los movimientos de independencia americanos como justas reacciones contra el despotismo de la vieja metrópoli. Parecía no sólo más aceptable sino que daba más lustre vincular las revoluciones hispanoamericanas con la francesa y la estadounidense. Desde la historiografía española, por motivos diferentes, el resultado era muy semejante. Los grandes estudios sobre la Guerra de Independencia y el nacimiento del constitucionalismo moderno descuidaban lo que sucedía en los dominios ultramarinos. De nuevo, pueden hallarse algunas notables excepciones, pero la regla era la que acabo de mencionar.

  2. Este panorama se modificó sustancialmente desde el inicio de la década de 1990. Algunos autores, como Brian Hamnett, Jaime E. Rodríguez O. y Joaquín Varela, por mencionar unos cuantos, habían preparado el camino1; pero quizá fue François-Xavier Guerra, en Modernidad e independencias, Page 306 quien de un modo más contundente llamó la atención sobre la necesidad de un estudio común de las revoluciones hispánicas. Guerra también sentó algunas de las interpretaciones más influyentes en la década reciente. Entre otras, destaca el volteo realizado a una de las versiones más apreciadas por las historiografías nacionales latinoamericanas, a saber, que las independencias habían sido movimientos libertarios opuestos al despotismo español. Los patriotas americanos no podían ser menos que liberales, contrarios a los conservadores europeos. Guerra, en cambio, aseguraba que el tradicionalismo se hallaba más arraigado en los dominios americanos que en la metrópoli y que, por el contrario, la modernidad venía siendo impulsada desde las políticas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII hasta el constitucionalismo liberal gaditano.2

  3. La trascendencia de la obra de Guerra es incuestionable. A partir de la publicación de Modernidad e independencias creció el número de trabajos historiográficos interesados en mostrar las continuidades de la cultura política tradicional americana en los regímenes constitucionales establecidos tras los procesos revolucionarios. Esto condujo, sin duda, a algunos excesos. No faltó, por ejemplo, quien considerara que la permanencia de personajes notables en los cargos de elección popular era muestra clara de un orden corporativo que se negaba a morir, sin importar que, en realidad, este fenómeno fuera de lo más común en todos los países que habían establecido sistemas representativos.3 Ante esta tendencia, ha tomado forma una historiografía "militante"4 que considera que ponderar las permanencias dificulta comprender el alcance de las transformaciones impulsadas por el liberalismo gaditano: "Françoise-Xavier [sic] Guerra al que ahora se le rinden merecidos homenajes en Europa y América, trazó una auténtica interpretación que también pesa como una losa en la historiografía mexicana y por extensión, iberoamericana: la independencia fue producto de un cambio cultural que provocó prácticas políticas del Antiguo Régimen que los liberales adaptaron, o viceversa".5

  4. Por supuesto, no todos los historiadores que han reaccionado a las posiciones de Guerra lo han hecho con la misma vehemencia, pero sí se ha dejado en claro que la Constitución de 1812 tuvo repercusiones relevantes Page 307 en las naciones que surgieron en el siglo XIX sobre los restos de la monarquía hispana. Se arguye de modo convincente que el pensamiento liberal latinoamericano tiene sus orígenes en el español y se asegura que las nuevas instituciones, como los ayuntamientos constitucionales y las diputaciones provinciales, fueron decisivas en el rumbo que tomarían los nuevos Estados-nación. Por supuesto, no se subestima aspectos tan relevantes como la libertad de prensa, pero quizá sean los procesos electorales los que más han llamado la atención de los historiadores. Jaime E. Rodríguez O. considera que las instituciones electorales diseñadas por la Constitución de Cádiz modificaron la cultura política de millones de personas, desde Sudamérica hasta el septentrión novohispano y desde las costas del Pacífico americano hasta la península ibérica. Esto se debió, según el mismo autor, a que bajo el documento constitucional sancionado en 1812 "prácticamente todos los hombres adultos tenían derecho a votar", aserto algo exagerado si consideramos que la legislación gaditana negó el derecho al voto a los descendientes de africanos, población que en algunas regiones de América representaba un porcentaje de importancia.6 No obstante, es incuestionable que esas primeras experiencias electorales fueron aprovechadas por quienes estaban interesados en promover la autonomía de los territorios americanos y favorecieron un cambio trascendente en la cultura política. La importancia de la Constitución de Cádiz en los procesos revolucionarios de comienzos del siglo XIX y en la formación de las naciones independientes hispanoamericanas es enorme y se justifica que sus contemporáneos la calificaran de "divina".7

  5. El primer liberalismo español y los procesos de emancipación de América, 1808-1824. Una revisión historiográfica del liberalismo hispánico de Roberto Breña forma parte de la revisión historiográfica de las interpretaciones nacionalistas tradicionales a la que me he referido en las páginas anteriores, pero ofrece un balance crítico, un cierre de caja que permite mostrar lo hecho y señalar lo que falta por hacer, con miras a los Page 308 bicentenarios que se avecinan. No es, por lo mismo, un libro fácil y mucho me temo que la lectura de sus casi seiscientas páginas esté destinada sólo a los especialistas en el tema. Los temas abordados son varios y da la impresión de que el libro es muchas cosas. El autor reconoce al finalizar el preámbulo que el origen de su obra se halla en una tesis doctoral defendida en la Universidad Complutense en 2001, a la cual fue agregando investigaciones posteriores acerca de las ideas y la ideología en la crisis del orden colonial en Nueva España y sobre los debates historiográficos recientes en torno al liberalismo hispánico. Debo decir que si bien Roberto Breña trató de dar unidad a su obra, no lo consiguió por completo. Algunos apartados parecen poco relacionados con el resto del libro, no tanto por el tema que abordan sino por su tratamiento. Es el caso de "Los poderes locales y el liberalismo", subcapítulo en el que nuestro autor polemiza con la obra de Antonio Annino y Alicia Hernández Chávez, quienes proponen la existencia de un "liberalismo de los pueblos" surgido durante el proceso emancipador mexicano. En principio, pudiera ser muy pertinente dedicar varias páginas a quienes consideran que el liberalismo español generó una "revolución territorial de los pueblos mexicanos" (la frase es de Annino), pero muy pronto el lector se percata de que al autor le interesa menos llegar a conclusiones sobre este tema que mostrar las inconsistencias de los trabajos de Annino y de Hernández Chávez. Apoyado en la reciente obra de Eric Van Young, The Other Rebellion, Roberto Breña sostiene que los pueblos se resistieron culturalmente a las tendencias de cambio impulsadas, entre otros, por el liberalismo. No falta la razón en su crítica, pero se echa de menos una discusión con autores como Peter Guardino, Claudia Guarisco, Michael Ducey o José Antonio Serrano, quienes sostienen de manera más documentada que las transformaciones impulsadas por el constitucionalismo gaditano y la insurgencia consiguieron dar a los pueblos un grado de autonomía notable, que encontró argumentos en los nuevos lenguajes políticos liberales.8 Esto hubiera permitido, quizá, proponer algunas nuevas hipótesis en torno a tan interesante asunto.

  6. El subtítulo del libro de Roberto Breña ofrece una revisión historiográfica del liberalismo hispánico, pero lo hace a partir del ambicioso relato de las Page 309 relaciones intelectuales entre la península y América en las fechas consignadas y, no menos importante, de una propuesta de interpretación que aplica a algunos casos particulares. A diferencia de los historiadores empeñados en subrayar las continuidades del corporativismo sobre las instituciones modernas y de aquellos ocupados en mostrar las transformaciones liberales sobre las sociedades tradicionales hispanoamericanas, Breña propone...

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