Lema Añón, Carlos: Salud, Justicia, Derechos. El derecho a la salud como derecho social, Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de las Casas, de la Universidad Carlos III, Editorial Madrid, Dykinson, 2010, 296 pp.

AutorEusebio Fernández García
CargoUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas387-389

Page 387

A cualquier lector interesado en el estudio de los derechos humanos, lo mismo que a cualquier persona comprometida en su reconocimiento y adecuado ejercicio, no se le suele escapar la situación paradójica, y triste en definitiva, con la que nos vemos obligados a convivir. Así, por un lado podemos estar mínimamente satisfechos de que la preocupación por los derechos humanos haya logrado convertirse en una cuestión prioritaria y generalizada. La frecuencia con que aparecen reivindicaciones, denuncias y condenas en nombre de la defensa de la dignidad humana puede darnos la impresión de que algo hemos avanzado desde el punto de vista moral y político. Y probablemente esa sensación esté justificada y pueda ser comprobada.

Sin embargo, esa reiteración en la referencia a los derechos humanos no siempre cuenta con buenas razones que sirvan para determinar y consolidar una buena causa, puesto que en este tema, lo mismo que en otros especialmente sensibles a la condición humana, también se da un uso fraudulento, manipulador y, en definitiva, capaz de desnaturalizar y arruinar las más honestas pretensiones. Válganos un ejemplo de este fenómeno: la utilización política, es decir, la utilización por parte de los partidos políticos de pretensiones legítimas de los ciudadanos con fines electorales. Difícilmente podemos salir de este círculo vicioso creado entre, por un lado, las demandas del electorado, o de un sector de él (lo que aún es más peligroso porque entonces la ley no recoge el interés general, sino el particular) y las ofertas de los partidos políticos deseosos de llegar al poder o mantenerse en él, aunque sea con el riesgo de arruinar los fondos públicos. Creo que, con un pequeño esfuerzo, no resulta de esta utilización perniciosa e irresponsable de ese conjunto de necesidades básicas y urgentes que llamamos derechos fundamentales y sobre las que los ciudadanos y políticos deberíamos tener muy claro que se trata de un ámbito intocable que debe estar ajeno a los vaivenes políticos y a cualquier tipo de regateo. Los derechos humanos adquieren, de esta manera, un estatus o condición o condición de la máxima categoría política, objeto de política estatal o interestatal y amparado por la norma jurídica superior en jerarquía. Ese es el lugar que debe corresponder a los verdaderos derechos humanos (y con la inclusión del calificativo «verdaderos», doy por supuesto que algún derecho puede ser tomado por un derecho humano fundamental y ser...

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