«Una lección viva en el museo del orden»: el caso del museo real para áfrica central, Bruselas

AutorWayne Morrison
Páginas174-208

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Mucho antes de ser concebido como un objeto de ciencia, se sueña al criminal como elemento de instrucción... ahora se ha soñado en esas visitas de niños que acuden a aprender cómo el beneficio de la ley viene a aplicarse al crimen: una lección viva en el museo del orden [Foucault 1977: 112].

[La cárcel moderna] no está sola, sino ligada a toda una serie de otros dispositivos «carcelarios», que son en apariencia muy distintos... pero que tienden todos como ella... a ejercer un poder de normalización... Que estos dispositivos se aplican no sobre las trasgresiones respecto de una ley «central», sino en torno del aparato de producción —el «comercio» y la «industria»—... finalmente, lo que rige todos estos mecanismos no es el funcionamiento unitario de un aparato o de una institución, sino la necesidad de un combate y las reglas de una estrategia...

En esta humanidad central y centralizada, efecto e instrumento de relaciones de poder complejas, cuerpos y fuerzas sometidos por dispositivos de «encarcelamiento» múltiples, objetos para discursos que son ellos mismos elementos de esta estrategia, hay que oír el estruendo de la batalla [Foucault 1977: 308].

Los museos son una de las principales entidades de la sociedad para definir la cultura, en gran medida a través de su determinación de qué elementos del pasado son valiosos, memorables y dignos de conservación. Esta actividad define el presente tanto como lo hace el pasado. El significado de esta tarea, no menor para la estabilidad social, podría ser en sí mismo suficiente para explicar por qué los gobiernos han jugado papeles de liderazgo para establecerlos y mantenerlos [MacDonald y Alsford 1995: 15].

El golpe más serio sufrido por los colonizados se está quitando de la historia y de la comunidad. La colonización usurpa cualquier papel libre, ya sea de guerra o de paz, cada decisión contribuye a su destino y al del mundo, y a la de toda responsabilidad cultural y social [Memmi 1991: 91].

Introducción: el espacio civilizado contemporáneo, ejerciendo y expurgando el poder de normalización

Lleva menos de tres horas viajar por Eurostar de Londres a Bruselas, sede del Parlamento Europeo y capital administrativa de la Unión Europea (UE).* El Channel

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Tunnel es un testamento de la modernidad tardía para disminuir los temores de la contaminación y las esperanzas de una integración europea. También puede aparecer como un conducto del delito:

Un hombre del Congo, que viviendo en Bruselas viajaba regularmente a Londres en Eurostar para recoger su subsidio de vivienda, oyó hoy un jurado en Old Bailey.

Ngolompati Moka, de 33 años, que es de nacionalidad belga, utilizó contratos de arrendamiento falsos para persuadir a los municipios de Hounslow y Haringey de que le pagaran un total de 4.653,36 libras, dijo la parte acusadora. La Corte dijo que Moka, que había nacido en el Congo, utilizó diversas identidades para reclamar el dinero. Después de ser arrestado en un centro laboral en Hounslow, en agosto pasado, la policía encontró varios documentos que lo incriminaban. Éstos incluían los contratos de arrendamiento fraudulentos, una credencial de identidad belga falsa y billetes de los trenes Eurostar. «Esto demuestra que él estaba haciendo viajes desde Bruselas a reclamar beneficios en este país», dijo el abogado [Evening Standard, 28 de enero de 1999].

Para los medios masivos de información, esto fue un delito cotidiano, uno que aportó mayor evidencia sobre la necesidad de reforzar el control de inmigración y la vigilancia de la frontera. Hacer justicia significaba castigar a un individuo. Esto no invita a un análisis con respecto a la compleja intervención del Congo y Bruselas, ni de la explotación pasada, la justicia y las reparaciones. En este ejercicio de la justicia —con respecto a «un hombre del Congo, que vive en Bruselas»—, estamos tratando con la política de lo visible y de lo invisible.

Bruselas ofrece un ritmo más tranquilo que el de la posmoderna y cosmopolita ciudad de Londres. El rugir de la batalla, por cierto, parece lejano desde las idílicas escenas del urbano y majestuoso Parc du Cinquantenaire de Bruselas, con su imponente Arc de Triomphe y su Monumento al Congo, aunque ellos estén conmemorados en el Musée Royal de l’Armée et d’Histoire Militaire (Museo Real del Ejército y la Historia Militar) cuyo edificio en expansión toma la mayor parte del lado norte. Pero la imagen de las campañas militares que se celebran allí, como la librada contra los traficantes árabes de esclavos de África Central en la década de 1890, no fueron lo que Foucault quiso decir con el rugir de la batalla. De hecho, la disciplina, la dominación, la vigilancia y el espectáculo no vienen a la mente cuando uno viaja por el tramo tranquilo a unos 10 km del centro de Bruselas hacia los impresionantes edificios neo-clásicos y parques del Museo Real para África Central en Tervuren. Tampoco estos espacios urbanos parecen tener relación alguna con la historia de la prisión moderna; por cierto, no se inmiscuye ningún otro imaginario de prisiones u otros lugares de castigo, sino complejos juegos de poder que enlazan a estas instituciones aparentemente separadas con las prácticas que constituyen el espacio civilizado de la Europa contemporánea.

La normalidad de la Bruselas contemporánea

El Parlamento Europeo y su mezcla siempre creciente de edificios administrativos comprenden un área que ahora se denomina el barrio de la UE.* En un costado de dicho barrio se encuentra el Parc du Cinquantenaire. Aquí encontramos esa combinación de espacio civilizado y esplendor edificado por varias empresas bajo la dirección del rey de Bélgica Leopoldo II como tardía celebración del 50 aniversario del Estado de Bélgica.

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En Heart of Darknesss, Conrad hizo que su narrador describiera la ciudad como «un sepulcro blanqueado», en referencia a Mateo 23: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque vosotros sois como sepulcros blanqueados que de hecho pare-cen hermosos por fuera, pero por dentro están llenos de huesos de muertos...». Éste no es el mensaje que se exhibe. El Arco del Triunfo es más grande que su similar en París, los paseos que lo atraviesan están bien organizados, hay árboles altos que refrescan, y el parque aloja un buen número de monumentos y pabellones.

Uno de éstos está ahora bastante desmoronado y se encuentra dedicado a los pioneros belgas en el Congo, «quienes llevaron la civilización al Congo». Cerca de él, una leyenda explicativa dice:

El Monumento al Congo (1911-1921) es típico del espíritu colonial de la época, que desde entonces ha sido cuestionado por la Historia. En la sección de abajo, un joven negro representa al río Congo. Él está rodeado por dos grupos: a la derecha, un soldado belga se sacrifica por su capitán fatalmente herido; a la izquierda, otro soldado belga somete a un traficante de esclavos. En la franja central, el continente africano, ahora abierto a la civilización, avanza hacia el grupo de soldados que rodean a Leopoldo II. Arriba, Bélgica recibiendo a la raza negra se describe como una orgullosa jovencita.

La literatura popular belga conmemoró el destino de los oficiales belgas caídos (no los soldados mercenarios que sirvieron en el Congo) y trajeron la idea de sacrificio por una causa grande. Un caso fue Charles-Eugene de le Court, joven teniente que murió con valor mientras cubría la retirada de una columna de la Force Publique (ver Figura 6.1).

La situación era desesperada. Todo parecía perdido. Pero el valiente De le Court saltó a la brecha. Junto con otros dos oficiales belgas y el remanente de sus pelotones, inmovilizó a los demonios negros que se habían abalanzado en persecución de la columna. Siniestras cabezas negras surgían de los cuatro costados, rechinando sus blancos dientes... Era una pesadilla negra, demoníaca, fantástica... Un oficial belga ya había fracasado. Y De le Court comprendió que había llegado el supremo momento de la muerte... Sonriente, desdeñoso, sublime, pensando en su rey, en su bandera... buscó su último instante en el aullido de la horda de demonios negros... y se derrumbó. De este modo, Charles de le Court murió en la plenitud de su juventud enfrentándose al enemigo [citado por Gann y Duignan 1979: 62-63].

Como para aplacar los sentimientos contemporáneos de cualquiera que esté familiarizado con la «realidad» del Congo, para quien esto pueda parecer propaganda, el texto sugiere que es típico del espíritu colonial de la época, que la Historia ha cuestionado. Sin embargo, se debe recordar que el trabajo de dicho monumento comenzó nueve años después de que se publicara Heart of Darkness, siete años después del informe de Casement, y seis años después de que el Parlamento Belga había forzado a Leopoldo a instituir una comisión de investigación independiente que, a pesar de los grandes esfuerzos del rey, había confirmado el informe de Casement. La historia ya era conocida en 1911, al menos para quienes la querían conocer. Más aún, la finalización del monumento, en 1921, tras los sufrimientos de Bélgica debidos a la ocupación alemana durante la Primera Guerra Mundial, puede ofrecer un testamento adicional para la normalización de un espíritu que impulsaba tal conocimiento hacia fuera del espacio civilizado.

Se puede aportar evidencia adicional con...

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