Lección 2. La realidad social de nuestro tiempo. Problemas que plantea

AutorEmilio Durán Corsanego
Cargo del AutorNotario. Registrador de la Propiedad - Doctor en Derecho
Páginas5-38
1. Las expectativas de vida en el umbral del siglo XXI
1.1. Seis mil millones de habitantes en el planeta

Dos minutos después de la medianoche del 12 de octubre de 1999, venía al mundo en una clínica de Sarajevo un niño bosnio, en quien se simboliza el habitante número seis mil millones de los que actualmente poblamos el planeta Tierra. Era el Día de los 6.000 millones. La verdad es que tal señalado nacimiento era esperado en un país africano o asiático, ya que el noventa y cinco por ciento de los alumbramientos tienen lugar en países en vías de desarrollo, concretamente en el África subsahariana, donde las mujeres tienen una media de 5,5 hijos, y en la parte meridional y occidental de Asia7.

1.2. Informe de las NN UU. sobre el estado de la población mundial

Un Informe sobre el estado de la población mundial, de las Naciones Unidas, destaca que, pese a haberse cuadruplicado la población mundial en nuestro siglo, en las últimas décadas se ha ido modificando el ritmo de crecimiento de la misma.Page 6

En efecto, a principios de siglo, la población de la Tierra llegaba a los mil quinientos millones. En 1960 se alcanzaban los tres mil millones; en 1974, ya había cuatro mil millones; y en 1987, la cifra estaba en cinco mil millones. Aunque el crecimiento se hizo más lento en las últimas décadas, pasando del 2,4 al 1,3 por ciento, no por ello desaparece, más bien se acre- cienta, la normal preocupación por los problemas derivados de la superpoblación sobre los recursos naturales, del deterioro del ambiente y de la mejora en la calidad de vida de las personas. Frente a lo que preconizaba Gustavo Flaubert ('el futuro nos tortura y el pasado nos encadena: he ahí por dónde se nos escapa el presente') se impone la visión optimista de que 'los grandes cambios que han hecho posible que el mundo tenga seis mil millones de habitantes son un triunfo de la humanidad y no una tragedia.8

Según las predicciones de la propia ONU, la población mundial se incrementará hasta llegar a los ocho mil novecientos millones en el año 2050: casi tres mil millones más en los próximos cincuenta años. En unos sesenta países, las tasas de fecundidad están a nivel de reemplazo, es decir, a un 2,1 alumbramiento por mujer. Por otra parte, en esos mismo años aumentarán las tasas por defunción, a medida que la población vaya envejeciendo, lo que ya es comprobable en los países que llamamos industrializados.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), creada el 7 de abril de 1948, ha jugado un papel fundamental y decisivo en la lucha contra la viruela y las enfermedades de transmisión sexual, entre otras. Desde entonces, la esperanza de vida ha pasado de los 46 años hasta casi los 65; y el ser humano es hoy un cuarenta por ciento más longevo que hace 50 años.

Ante este panorama no es de extrañar que surjan algunas opiniones que llaman más bien al pesimismo. Solzhenitsyn escribió que el don de prolongar la expectativa de vida ha hecho, como una de sus consecuencias, que la generación de ancianos se convierta en una carga para sus hijos, al mismo tiempo que condena a los ancianos a una prolongada sole- dad, al abandono por parte de sus seres queridos en la ancianidad, y a una brecha irreparable que impide la alegría de transmitir su experiencia a losPage 7jóvenes9. La terrible pregunta que se hace a sí mismo una persona mayor es: ¿quién me cuidará cuándo sea viejo?

1.3. Expectativas de vida para los españoles

Este cambio demográfico que ha permitido duplicar la población mun- dial desde 1960 hasta nuestros días se debe, fundamentalmente, a estos dos factores: la menor mortalidad infantil, y el aumento de la esperanza de vida. Ciertamente, el aumento de la población mundial es espectacular, pero no es debido a que la gente nazca, sino porque no se muere. Y así se entiende que, por primera vez en la Historia, conviven cinco generaciones de españoles, según José Manuel Romay Beccaría, que fue Ministro de Sanidad y Consumo, con ocasión del Día Mundial del Consumidor, el día 15 de marzo de 1999.

A principios del año 2007, la expectativa de vida en España para los varones es de 74,84 años, y para las mujeres es de 83,51, según cálculos de la profesora Monserrat Guillén10. A finales del año 1999, se estimaba que para los españoles era la segunda más alta del mundo, solamente por detrás de Japón11: se sitúan en 73 años los varones, y 81 las mujeres, 40 años más para aquéllos y 45 más para éstas que a principios de siglo12. Hace cincuenta años, se situaba en 59 y 64 años, respectivamente. En Madrid lasPage 8mujeres alcanzan los 82,8 años de media. En comparación con Alemania, 73 años para varones, y 79,5 para mujeres13, salimos mejor parados. Para el año 2007, se espera que en Francia se llegue a los 76 y 83 años, respectivamente. Claro es que este progreso se predica en general de los países que llamamos desarrollados, pues en otros, por ejemplo, Zimbabwe, la esperanza de vida es de unos 25 años14, y en general, en África, la misma esperanza ha bajado en el último decenio de los 60 a los 50 años15. La diferencia Norte/Sur o, si se quiere, 'ricos/pobres', que en 1955 era de unos 25 años, para fin del siglo XX se calcula haberla reducido a 13,3 años.

Se observa claramente, como apunta Joaquín Leguina16, que España ha pasado de tener, en 1975, la fecundidad más elevada de Europa (sólo detrás de Irlanda) a ser, junto con Italia, uno de los países con más baja fecundidad del mundo; lo que constituye, sin duda alguna, una verdadera catástrofe democrática, y revela la existencia de una 'sociedad enferma'.

2. El envejecimiento de la población
2.1. 1999, Año internacional de los ancianos

La vejez: La ONU declara 1999 Año Internacional de los Ancianos.

Nunca fue agradable al hombre llegar a la vejez, aunque el no alcanzarla supone quedarse en el camino, lo que no parece más deseable. Decía Cicerón, a sus sesenta y tres años, que la vejez le 'parece detestable porquePage 9aparta de los negocios, hace enfermo al cuerpo, aleja de los placeres y no dista mucho de la muerte'17. De la Condesa de Castiglione se contaba que su pánico a la vejez (gerontofobia) era tal, que destruía todos sus retratos 'para que no se conservasen mejor que ella'. Sin embargo, pensaba Montaigne que la vejez nos deja más marcas en el alma que en el cuerpo18. Pero aún siendo inevitable, nunca deseable, no deja de sorprendernos el momento de su llegada, que siempre estamos dispuestos a demorarla lo más posible; así, Trotsky opinaba que la vejez es lo más inesperado que le pasa al hombre19.

  1. Las versiones pesimistas sobre la vejez tienen todavía vigencia. Azorín20 decía que 'el viejo es un enfermo sano'. Y Cándido21 afirma que 'los desvalidos de la vida tienen mucho más a qué agarrarse que los desvalidos de la muerte'.

    Pero no faltan posiciones francamente optimistas ante el mismo fenómeno, como la del Premio Nobel Hermann Hesse, que en su Elogio de la vejez declara aspirar a llegar a la vejez con elegancia y dignidad; o la del escritor Agustín Cerezales22, quien escribe: 'aunque mil casos penosos digan lo contrario, la vejez sigue pareciéndome de todas las edades, la más prometedora'. El viejo es alguien que todavía tiene mucho que dar: 'del viejo, el consejo', según reza un antiguo refrán castellano. Cumplidos sus 'primeros ochenta años', la escritora británica Ph. D. James23 escribió unaPage 10especie de autobiografía en la cual dice que la memoria es una estrategia tanto para recordar como para olvidar, y en base a ello, cree llegado el momento de reconocer la vejez, de aceptar los inevitables dolores, achaques e indignidades; y que no cambia de opinión cuando trata de 'aceptar las indignidades de la vejez con valentía'.

    Acaso la verdad se encuentre en la paradoja que exponen Alicia Mederos y Antonio Puente24: en la idéntica medida en que aumentan para los mayores las posibilidades de no sentirse viejo, aumentan también las condiciones para una mayor marginación de la vejez.

    El Papa Juan Pablo II, en su 'Carta a los ancianos' da este consejo, que cree que se puede aplicar a sí mismo: 'A pesar de los límites impuestos por la edad, conservo siempre el gusto por la vida'. En realidad, como escribe Monseñor Amigo25, 'la vejez es un regalo de Dios, como lo es toda la vida. Pero ese don de Dios no es solamente para la misma persona mayor, sino para la misma sociedad, que se enriquece con lo que representan, ofrecen y aportan los mayores'. Y la Conferencia Episcopal Española, por medio de la Comisión Episcopal del Apostolado Seglar, nos dice que la vejez no ha de causar trauma ni desesperación26.

    Para el año 2000 se calculaba que habría en España más de seis millones de personas que superen los sesenta y cinco años de edad; y cinco años después, se estará llegando a los siete millones. Así se explica que el Profesor García Cantero27 piense en la posibilidad de que se llegue a considerar la senectud -vocablo que prefiere a 'ancianidad' o 'vejez'- comoPage 11un estado civil. Y la considera como 'una etapa de la vida del mayor de edad...

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