Las laboriosas abejas muestran el camino.
| Autor | Dimitris Kyriakou |
| Cargo | IPTS |
| Páginas | 3-4 |
Un reciente artículo del New York Times1 comentaba el aparente éxito de un experimento cuya mera idea es un testimonio del carácter ilimitado de la imaginación humana. Se informa de que los científicos han entrenado abejas para que busquen trazas mínimas de explosivos. Aunque las abejas tengan sus limitaciones (por ejemplo, en condiciones climáticas adversas), presentan ciertas características que hacen su "adiestramiento" muy prometedor. Primero, su sentido del olfato es espectacularmente sensible. Segundo, en su búsqueda no dejan rincón alguno por descubrir, a medida que recorren el área en cuestión. Tercero, pueden adiestrarse fácilmente: algunos científicos, utilizando como recompensa agua azucarada, han invertido menos de dos horas en enseñar a un enjambre de abejas a rehuir las flores y descubrir un residuo determinado (2,4-dinitrotolueno), que se encuentra en ciertos explosivos, en concentraciones ínfimas. Cuarto, cuando algunas abejas han recibido entrenamiento, transfieren sus nuevos conocimientos a todo el enjambre, sólo en unas pocas horas.
En el Instituto de Investigaciones del Sudoeste, de San Antonio, Texas, se realizaron experimentos con doce colonias de abejas entrenadas: sólo una o dos abejas por hora seleccionaron áreas no contaminadas, mientras que unas 1.200 abejas por hora seleccionaron correctamente los objetivos contaminados. En los ensayos efectuados en el Laboratorio de las Fuerzas Aéreas de EE.UU., las abejas entrenadas descubrieron los explosivos el 99 % de las veces. Además, se utilizaron, durante las semanas siguientes, transmisores del tamaño de un grano de sal para seguir el rastro de cada abeja que, a su vez, seguía la pista de los componentes de las bombas hasta su fuente.
Aunque cabría pensar que estas innovaciones no se podrían utilizar en zonas con fuerte presencia humana (por ejemplo, aeropuertos), también sería posible que las abejas entrenadas eligieran a los sospechosos en una multitud, incluso sin ser vistas por los presentes. Aunque no podamos profundizar en el tema aquí, pensemos por ejemplo en unas abejas colocadas bajo una superficie delgada y porosa, sobre la cual tienen que pasar los viajeros: su reacción al pasar un sospechoso unos pocos centímetros por encima de ellas puede indicar a los agentes de seguridad dónde y qué deben registrar con más cuidado.
La idea innovadora, aunque inicialmente subvencionada por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de la Defensa (DARPA) del Departamento de Defensa de EE.UU., puede tener importantes consecuencias y aplicaciones para la seguridad en sectores distintos de la defensa, como la aviación civil. Por tanto, su uso no debería limitarse a las fuerzas armadas estadounidenses.
Además de su interés científico y del ingenio que supone, quizás vale la pena tener en cuenta que el proyecto comenzó sólo en 1998, recibió una subvención de 25 millones de dólares del gobierno de EE.UU. (DARPA) y dio frutos en menos de cuatro años. La velocidad con que se obtuvieron resultados no es la única causa de asombro en este caso. La cuestión que viene inevitablemente a la mente es si una idea igualmente maravillosa (ejércitos de abejas entrenados para descubrir explosivos) podría despertar interés en otros sistemas de financiación de la investigación. Es fácil pensar en casos en que tales ideas innovadoras o incluso, al parecer, descabelladas, podrían haber sido desechadas desde un principio. E, indirectamente, esto puede servir para reivindicar el apoyo a una pequeña cantidad de investigación exploratoria, como ha estado haciendo el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea a lo largo de su historia porque, entre otras cosas, nunca se sabe cuál será la próxima innovación sorprendente... Al fin y al cabo, Colón fue rechazado la primera vez que pidió ayuda financiera para sus proyectos que, entonces, en verdad, parecían muy descabellados. Pero de nuevo ésta es la causa de que la investigación exploratoria reciba tal nombre.
