Justicia y mal absoluto

AutorGarcía Pascual, Cristina
CargoUniversitat de València
Páginas55-77

Este trabajo se inscribe en el marco del Proyecto consolider-ingenio 2010 «el tiempo de los derechos» (csd2008-0007) y en el proyecto Prometeo (GVPROMETEO2010-099).

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1. Introducción

¿Cómo podemos vivir con el mal? ¿Cómo podemos hacerle frente? estas preguntas inician el libro de carlos nino que se publicó en 1996 bajo el título Radical Evil On Trial. en él, el jurista argentino retomaba una antigua tradición filosófica: la complejísima reflexión sobre el mal -para algunos nuestro primer problema teórico- y la sometía a las exigencias del razonamiento jurídico. Nino no pensaba, obviamente, en cualquier mal sino en ese que, tras la historia de sangre del siglo xx, ha sido denominado mal absoluto: «ofensas contra la dignidad humana tan extendidas, persistentes y organizadas que el sentido moral normal resulta inapropiado» 1. Siguiendo los pasos de nino quiero plantear aquí de nuevo estas preguntas: cómo enfrentarnos al mal, cómo responder a las violaciones masivas

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De derechos humanos. Cómo hacerlo cuando son cometidas desde el estado o por quienes cuentan con el consentimiento y la tolerancia de sus gobiernos, consciente desde el inicio que difícilmente hallaremos respuestas.

Pasan los años y los campos de extermino nazis, los campos de violación en la antigua Yugoslavia, las purgas estalinistas, la matanza de srebrenica, los crímenes del franquismo o el genocidio de ruanda no dejan de interpelarnos moralmente, a la vez que cuestionan nuestras más asentadas categorías jurídicas y políticas.

Cuando planteamos la pregunta de cómo podemos o debemos enfrentarnos a los hechos citados, estamos reconociendo que en buena parte de ellos existe un elemento nuevo que nos hace dudar de los mecanismos con los que tradicionalmente el estado se ha enfrentado a la ilegalidad. Tal vez sea la magnitud del mal, el número de víctimas o el número de ejecutores de ese mal, tal vez sea la intensidad del mismo o la intenciones de sus actores, pero su horror se nos presenta a menu-do como algo inédito en la historia.

Si las categorías tradicionales del pensamiento no sirven para hacer frente a esas realidades, podemos decir que ante el mal absoluto nos encontramos atrapados en un problema irresoluble, en una aporía entre la in-apropiación de las categorías morales, jurídicas y políticas tradicionales para aprehender la realidad del mal y la necesidad apremiante de conseguir entenderlo.

En palabras de richard Bernstein, en «el mal hay algo, [...] que desafía y que se resiste a cualquier comprensión final» 2 y, no obstante, queremos y necesitamos comprender. Necesitamos, como dice H. Arendt, «examinar y cargar conscientemente con el peso que nuestro siglo nos impuso sin negar la existencia de ese mal y sin someternos mansamente a la carga» 3. Esta es entonces la aporía del mal absoluto: su naturaleza insondable ante nuestra necesidad imperativa de llegar hasta el fondo, de conocer los hechos, de condenar a los actores, de aliviar a las víctimas y de evitar en el tiempo la repetición de esos horrores. No responder al mal sería tanto como sucumbir al mismo.

En pos de esta compresión, nos enfrentamos a un camino lleno de obstáculos, que lleva, en primer lugar, a un intento de aproximación a la realidad del mal absoluto para, en segundo lugar, valorar los retos que el mal plantea al pensamiento moral, político y jurídico contemporáneo.

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2. ¿Qué es el mal absoluto?
2. 1 La conceptualización

Los filósofos, los politólogos y especialmente los juristas se sienten incómodos ante el uso del término «mal». Parece más adecuado hablar de injusticia, de violación de derechos humanos, de lo que es inmoral y no ético que de maldad 4. La maldad no parece una expresión jurídica. Nos gusta repetir que en el proceso no se juzga a las personas sino a sus acciones en la medida en que son violaciones de normas jurídicas.

La palabra «mal» sin calificativos ya nos crea incomodidad e inquietud, las categorías del mal o las declinaciones del mismo no nos ofrece mayor tranquilidad.

Es sabido que fue Kant quien, en su obra La religión dentro de los límites de la mera razón, utilizó la expresión «mal radical» para referirse a una propensión de la voluntad a desatender los imperativos morales de la razón o para designar una innata propensión humana a la maldad 5.

Este concepto de mal, radical en cuanto que tiene sus raíces en la naturaleza del hombre, resulta, sin embargo, insuficiente para dar cuenta de los horrores de los hechos acontecidos a lo largo del siglo xx. Ante las atrocidades de los regímenes totalitarios, el mal obtiene nuevos y terribles significados. Filósofos y pensadores hablan ahora del mal absoluto, o de mal radical en el sentido de mal extremo y también, como sabemos, de mal banal. La novedad de esta realidad del mal es difícil de concretar 6.

Para emmanuel Levinas, la novedad del mal radicaría en su desmesura, el mal de auschwitz, dirá (tomando auschwitz como representación del sufrimiento gratuito 7), es un exceso en su esencia misma y en este sentido escapa -como dice Bernstein- a la posibilidad de «síntesis» 8. La aporía del mal, sería para Levinas la base para afirmar

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Que la diferencia entre el bien y el mal precede a la diferencia ontológica. La trascendencia del mal nos lleva a reconocer que la primera pregunta metafísica no es por qué existe algo y no nada, sino por qué existe el mal y no el bien. Lo ético tiene prioridad sobre lo ontológico; lo ontológico presupone lo ético 9.

Para Hans jonas, la novedad del mal radicaría en su conexión con las nuevas tecnologías y sus potencialidades. Los horrores del totalitarismo exigen una nueva ética en la medida que hemos podido comprobar por primera vez en la historia que las nuevas tecnologías han transformado la naturaleza y los resultados de la acción humana, que es posible la destrucción del planeta y con él de la vida humana. La nuevas tecnologías hacen que las consecuencias de nuestros actos a menudo excedan lo que podemos preveer. Por ello, Hans jonas formula un nuevo imperativo categórico «obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra» 10.

Frente a un mal que desborda las categorías filosóficas, que sitúa la ética por delante de la ontología o que exige la formulación de un nuevo imperativo categórico, el concepto de responsabilidad también parece quedar desbordado. Levinas declara la responsabilidad infinita del hombre de cada uno de nosotros por el sufrimiento injustificable de los demás. Una responsabilidad que antepone a mi vida la vida del otro, que no espera reciprocidad alguna. Un exigente concepto de responsabilidad que tiene una dimensión claramente supererogatoria ¿?, es decir, que supera las categorías morales y, sobre todo, jurídicas. Pero ¿Es exigible la santidad? Levinas sólo nos dice que «no podemos dejar de admirar a la persona que en su ser está más ligada al ser del otro que al suyo propio. Creo -dirá- que lo humano comienza en la santidad; no en consumarla, sino en el valor que ésta tiene. Es el valor primero, un valor incuestionable» 11.

Un mal absoluto genera una responsabilidad infinita, según Levi-nas. De la misma manera, Hans jonas, y desde presupuestos distintos, nos sitúa frente a una responsabilidad del todo abrumadora. La dimensión del «silencio de dios» ante auschwitz es directamente proporcional a la dimensión de la responsabilidad del hombre. Estamos, pues, ante una responsabilidad ilimitada que se nos impone en virtud de nuestra propia condición humana. Si no podemos escapar del mal, tampoco podemos librarnos de nuestra responsabilidad 12.

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ciertamente, las reflexiones de emmanuel Levinas, de Hans jonas y de tantos otros pensadores que se enfrentan al problema del mal como el problema filosófico más relevante de nuestro época, nos llenan de perplejidades y si bien nos impulsan en nuestro inevitable esfuerzo hacia la comprensión de nuestra historia, también nos sitúan en una posición de impotencia. Necesitamos comprender lo incomprensible, pensar lo impensable, pero también necesitamos pautas para la acción, pautas para actuar después de la catástrofe. En Levinas y jonas el reclamo a una responsabilidad infinita aparece como un instrumento para evitar que determinadas acciones vuelvan a repetirse. Pero nosotros necesitamos, no solo comprender el Mal, no solo tratar de evitarlo, sino también enfrentarnos a las consecuencias del mismo: ¿Qué ocurre con las víctimas? ¿Qué merecen los verdugos? ¿Cómo la comunidad política debe enfrentarse a ese océano de sufrimiento presente en nuestra realidad? es aquí donde la obra de Hanna arendt resulta fundamental. Arendt, como otros pensadores, quiere entender la vinculación del mal con la condición humana, desciende así a los orígenes de totalitarismo. Pero arendt se enfrenta también al problema jurídico-político de tratar las consecuencias del horror. Frente a jonas o Levinas, arendt tendrá que pensar el mal en los límites de un proceso judicial y en el contexto de un estado de derecho. Su esfuerzo teorético sirve de puente para unir las exigencias filosóficas de la reflexión sobre el mal con la exigencias jurídicas.

2. 2 Un mal sin profundidad

Hanna arendt, como tantos otros, describe el mal que marca la historia del siglo xx como un mal sin precedentes. Un mal a veces denominado radical, en un sentido diferente al kantiano, otras extremo o banal. El mal radical del que habla arendt es el que nace de los totalitarismos y que se manifiesta en un plan sistemático de destrucción de lo humano. En el contexto del campo de concentración, los hombres sufren un proceso de deshumanización que hace...

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