JAÉN VALLEJO, MANUEL: Derechos fundamentales del proceso penal, Bogotá, Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, 2004, 257 páginas

AutorGloria Lucía Bernal Acevedo
CargoDirectora del Área de Derecho penal, Universidad Santo Tomás
Páginas277-280

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La obra académica es tan diáfana como la persona que la concibe. Eso, justamente, sucede con el expositor que ha escrito el texto objeto de reseña: se trata de un hombre que ha hecho de su tribuna de académico, un potente escudo para luchar sin pausa por la causa de los derechos fundamentales y que, como para que no quede ninguna duda, anuncia desde el portal del texto que el proceso penal es la realización del Derecho penal. Desde luego, debo confesarlo, sólo alcancé a entender a cabalidad los alcances de dicha expresión cuando me adentré en el libro y percibí la importancia que la exposición brinda a las garantías procesales que legitiman la aplicación de una sanción penal, desde la perspectiva del Derecho constitucional.

Naturalmente, no debe olvidarse que nuestras organizaciones políticas se erigen en torno al ideal modelo —verdadera carta de navegación— del Estado Constitucional basado en los principios fundamentales, cuya custodia se encomienda a altas cortes de Justicia; para ese patrón, pues, es la jurisprudencia y no la ley el punto obligado de referencia. La legalidad, en su estricto sentido —aquella que limi-tara el ius puniendi en épocas absolutistas—, se ha tornado permeable con el paso del tiempo y se ha tenido que amoldar a los cambios sociales después de delimitar sus estructuras. Ahora no se habla de una ley procesal rígida, densa, anquilosada, sembrada en la rigurosidad jurídica de lo inmutable e inamovible sino que, por el contrario, se alude a una ley dinámica, cambiante, humilde, que se deja impregnar de la luz constitucional. Con razón, entonces, el Dr. EDUARDO MONTEALEGRE LYNNET habla del efecto «radiador» de la

Constitución al prologar la obra del insigne Profesor español.

Acorde con tales directrices, el autor busca resaltar la labor jurisprudencial de los dos más altos Tribunales de su país —Constitucional y Supremo— y, a renglón seguido, propugna por un verdadero derecho penal del ciudadano —orientado por un «proceso debido» o «justo»— en oposición al llamado «derecho penal de enemigo» hoy de moda entre algunos sectores para los que el proceso penal, en su laberinto, no es el escenario donde habita el hombre —que puede o no ser delincuente— sino un desfile sistémico de seres amaestrados.

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Como ya lo mostraran plumas magistrales como la de FRANZ KAFKA, cuando se ingresa a la maraña oscura que es el proceso penal las manos se tornan en guía extraordinaria porque las paredes, por momentos, se...

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