La investigación y el mercado laboral

AutorGerd Schienstock
CargoUniversidad de Tampere

Introducción

Las altas tasas de desempleo en muchos países industrializados han hecho que el problema de la creación de empleo se convierta en un asunto del mayor interés social y político. Se ha propuesto aumentar la I+D pública y privada, como parte de las estrategias para abordar el problema del paro. A continuación, intentaremos esclarecer algunos de los problemas que surgen en las, con frecuencia, complejas relaciones entre estas dos variables a nivel macro y a nivel micro. En primer lugar, trataremos la cuestión de hasta qué punto el aumento del gasto público en I+D contribuirá a la creación de nuevos puestos de trabajo y al crecimiento del empleo. Como las variables agregadas no aportan mucha información sobre los mecanismos por los cuales se aplica el conocimiento y se crea empleo, nos concentraremos en el nivel micro en la segunda parte del artículo. Basándonos en los datos obtenidos en una encuesta entre empresas, analizaremos cómo está ligado el gasto en I+D de éstas con sus actividades de innovación y con sus prácticas de empleo.

En el contexto de los niveles relativamente altos de desempleo que afectan a muchas partes de Europa, existe un interés considerable en las posibilidades de creación de empleo de la I+D

El análisis macro-económico

La cuestión de hasta qué punto la inversión pública en I+D se traduce en creación de empleo, ha sido planteada en muchas ocasiones. (Fabergerg, 2002). Se han realizado muchos intentos para investigar la contribución del gasto público en I+D al crecimiento económico y a la competitividad. Pero aunque se cree que existe una relación positiva entre la I+D, el crecimiento y la productividad en general, los resultados cuantitativos varían. Basándose en estos contradictorios resultados, es difícil aconsejar a los responsables políticos sobre cómo obtener resultados óptimos (Tsipouri, 2000). Además, resulta incluso más difícil llegar a una conclusión clara sobre el impacto preciso del gasto público en I+D sobre el empleo. Existe un creciente reconocimiento entre los economistas de que el conocimiento es primordial para el proceso de creación de empleo. Sin embargo, parte del problema empírico refleja la ausencia de una teoría sencilla que relacione directamente la I+D pública con la creación de nuevos puestos de trabajo.

Aunque los economistas generalmente coinciden en que el conocimiento es vital para el proceso de creación de empleo, la relación entre el gasto en I+D y el empleo en general no es lineal

Puesto que las relaciones entre el gasto en I+D y el empleo no son lineales, tenemos que construir un modelo más complejo que incluya la innovación como una variable intermedia. Pero incluso aplicando un modelo más complejo, nos enfrentamos con diversos problemas. Para empezar, el grado en que el aumento del gasto público en I+D contribuirá a la producción de nuevo conocimiento científico, que se pueda transformar en nuevas innovaciones, depende de los campos científicos concretos en los que se invierte en un momento dado. Actualmente, la inversión en I+D, en biotecnología y en tecnologías de la información por ejemplo, tiene más probabilidades de producir nuevos conocimientos científicos que en otros campos más consolidados. Que la inversión en I+D conduzca al descubrimiento de nuevos conocimientos científicos dependerá también de cómo se organice la investigación y la búsqueda y de que se disponga de personal científico cualificado.

El modelo lineal o `en cascada¿ de la relación entre conocimiento científico e innovación, según el cual la investigación básica se halla al principio de la cadena causal que termina en el crecimiento de la productividad, se considera hoy en día como demasiado mecanicista

La relación entre conocimiento científico e innovación es también muy compleja. El modelo llamado `lineal¿ o `en cascada¿ del progreso tecnológico partió de la hipótesis de que la investigación básica y el nuevo conocimiento científico se encuentran al comienzo de una cadena causal que termina en el crecimiento de la productividad, a través de la innovación y su difusión. Según este punto de vista, la investigación básica produce nuevas teorías y descubrimientos que son redefinidos en la investigación aplicada, luego sometidos a prueba en el proceso de desarrollo, y a continuación comercializados como innovaciones industriales y utilizados. El pensamiento actual, sin embargo, considera que este modelo es demasiado mecanicista, arguyendo que la relación entre conocimiento científico e innovación está basada en un modelo mucho más complejo (Kline y Rosenberg, 1986; Jorde y Teece, 1990). Las innovaciones importantes en general, derivan de la interacción entre varias corrientes de actividades científicas y tecnológicas que previamente no habían estado conectadas (Meyer-Kramer, 1997). El problema consiste en saber si es posible conectar estas actividades para que contribuyan a la creación de nuevas innovaciones. La organización eficiente del conocimiento fluye entre los productores y los usuarios del conocimiento e impulsa en gran medida el impacto de las inversiones en investigación científica y otras investigaciones sobre las actividades innovadoras.

Cuando se considera la relación entre innovación y empleo es necesario distinguir entre las innovaciones de procesos y las innovaciones de productos.

Las innovaciones de procesos permiten que los productos ya existentes se produzcan de manera más eficiente y a menudo con menos mano de obra; mientras que las innovaciones de productos permiten que se comercialicen nuevos productos y de ese modo posibilitan la expansión de las empresas y la creación de más puestos de trabajo

La relación entre innovación y empleo es también muy compleja. Aquí tenemos que diferenciar entre varios tipos de innovación. Las innovaciones de procesos, por ejemplo, aumentan la productividad, pero al mismo tiempo tienden a reducir el número de puestos de trabajo por unidad de producción. El hecho de que muchas empresas europeas se concentren en las innovaciones de procesos más que en las de productos, se aduce como una posible causa de la tasa de paro, relativamente alta, en algunas partes de Europa. Dejar de centrarse en las innovaciones de productos puede conllevar la pérdida de capacidad de creación de empleo en una economía cada vez más globalizada, donde la competitividad depende de la capacidad de un sistema económico para desarrollar nuevos productos que satisfagan la demanda de los consumidores.

Análogamente, se puede argumentar que si las empresas dejasen de introducir innovaciones de procesos, también perderían su competitividad y esto tendría un efecto aún más negativo sobre la situación del empleo en un sistema económico. Además, se puede asumir que, mediante un aumento en la productividad, las empresas pueden reducir los precios y conquistar una mayor cuota de mercado, lo que al final tendrá un efecto positivo en el empleo. Los precios más bajos y otras mejoras pueden también conllevar una mayor demanda, contribuyendo así a la creación de empleo. Lo que resulta decisivo es saber si la nueva demanda llevará a la aplicación de nuevas formas organizativas y nuevas prácticas de gestión que refuercen el empleo.

Se puede argumentar, sin embargo, que si las empresas dejasen de llevar a cabo innovaciones de procesos, perderían competitividad y posiblemente serían también desplazadas del mercado, con el consiguiente impacto negativo sobre el empleo

Por otra parte, las innovaciones de productos pueden considerarse como un importante factor de creación de nuevos puestos de trabajo, ya que a menudo conllevan la creación de nueva capacidad de producción. Por supuesto, si los nuevos productos sólo sustituyen a los que ya existen, el efecto neto probablemente será sólo un cambio en el empleo de un proceso de producción a otro, en vez de un aumento general del empleo. El grado de creación de nuevos empleos depende también del tipo de proceso de producción. La producción de nuevos productos, intensiva en capital, genera menos empleo directo que la producción intensiva en capital humano. Además, el grado de creación de nuevos puestos de trabajo también depende de las estructuras organizativas y de las prácticas de gestión. También hay que tener en cuenta que las innovaciones de productos y las de procesos con frecuencia ocurren simultáneamente, lo que significa que los efectos positivos de las innovaciones de productos sobre el empleo serán en parte atenuados por el efecto que tengan los nuevos procesos, y viceversa.

Podemos concluir, por lo tanto, que es muy difícil estimar con precisión los posibles efectos de la inversión en I+D sobre el empleo. Esto ocurre, en primer lugar, debido a la compleja relación entre la I+D y el nuevo conocimiento científico y, en segundo lugar, debido a la complejidad de las conexiones entre la innovación y sus fuentes. Que la inversión en investigación científica y de otro tipo estimule la innovación dependerá en gran medida de la organización eficaz de los flujos de conocimiento en el campo de la ciencia y la tecnología. Finalmente, existe una relación compleja entre innovación y empleo. Por ejemplo, las innovaciones de productos y de procesos pueden tener efectos sobre el empleo parcialmente contradictorios. Los efectos de las nuevas innovaciones sobre el empleo dependen en gran medida de la manera en que las empresas desarrollan y organizan sus nuevas actividades. Cuando las empresas obtienen competitividad a partir de un círculo virtuoso que se fundamenta más explícitamente en explotar la flexibilidad y la creatividad de su mano de obra, entonces las actividades de innovación de las empresas conducen a un crecimiento en el empleo.

Sin duda, es extremadamente difícil estimar los posibles efectos de la inversión en I+D sobre el empleo, ya que las relaciones que existen entre la investigación, la innovación y el empleo son muy complejas

También hemos de analizar la posible retroalimentación. Sin duda, las innovaciones pueden socavar las condiciones necesarias para su propia implementación si destruyesen puestos de trabajo en lugar de crearlos (Lundvall y Archibugi, 2001). Es difícil imaginar que el capital social - que es la base clave para el funcionamiento eficaz de las redes de innovación- pueda acumularse en una sociedad con un alto nivel de desempleo (OCDE, 2000). Si las innovaciones provocan grandes pérdidas de puestos de trabajo en regiones e industrias determinadas, la gente puede mostrarse cada vez más escéptica sobre los beneficios sociales del progreso tecnológico y puede exigir que se modere la dinámica de la innovación.

El análisis a nivel micro

Es evidente que la empresa individual es el nexo de unión de los procesos de innovación, ya que es en ella donde tiene lugar la conversión final de conocimiento en innovación industrial (Haukness, 2000). También es al nivel de la empresa donde se toman las decisiones referentes al empleo. Por ello, nos centraremos en el análisis a nivel micro, en la relación entre la inversión en I+D de las empresas, sus actividades innovadoras y sus estrategias de empleo. El siguiente análisis a nivel micro se basa en una encuesta entre empresas, realizada en ocho regiones europeas.1 En primer lugar, analizaremos las relaciones directas entre las inversiones en I+D de las empresas y la evolución de su cifra de ventas y de su empleo. Introduciendo la capacidad de innovación como variable que interviene en el proceso, analizaremos cómo afecta la intensidad en I+D a las actividades de innovación de las empresas y si la capacidad de innovación de éstas influye sobre sus cifras de ventas y sobre su empleo.

Debido al potente efecto que tiene el ciclo económico en el periodo en cuestión, no esperamos que se hallen relaciones estadísticamente significativas entre el gasto en I+D de las empresas y la evolución del empleo. En 1990, Europa se hallaba cerca del máximo en el ciclo económico, mientras que en 1995 todavía estaba recuperándose de la caída de 1992-94. Teniendo en cuenta el efecto de destrucción de empleo producido por la recesión económica de principios de los años noventa, y el tipo de crecimiento económico con bajo crecimiento del empleo, característico de 1994-95, no cabe esperar que un factor como el gasto en I+D tenga impacto alguno sobre el empleo. Nuestros resultados empíricos confirman esto y, por tanto, no podemos comprobar de manera directa y significativa esta relación. La tabla I muestra que una alta intensidad en personal de I+D está, sin embargo, positivamente asociada con un fuerte aumento del empleo, resistiendo los efectos del ciclo económico, posiblemente debido al tipo de actividades más en alza durante 1994-95 (por ejemplo utilizando personal de I+D interno).

Tabla 1. Crecimiento de la cifra de ventas y el empleo en 1990-1995 en función de la intensidad en I+ D (%)2

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Los datos empíricos obtenidos en la encuesta muestran que la intensidad en I+D influye positivamente sobre la capacidad de innovación de las empresas

A continuación, analizaremos si la intensidad de I+D de las empresas tiene un efecto sobre sus actividades de innovación. Como muestra la tabla II, la intensidad de I+D influye positivamente sobre la capacidad de innovación de las empresas. El porcentaje de empresas que no han introducido nuevos productos o procesos es más alto entre las que tienen un presupuesto bajo de I+D (32%), si se compara con sólo el 10 por ciento en el grupo de empresas con mayor intensidad en I+D. Por otra parte, una de cada dos empresas con presupuesto alto en I+D ha introducido nuevos productos y procesos a la vez; la cifra comparativa para las empresas con presupuesto bajo en I+D es de un 30 por ciento. Además, el 56 por ciento de todas las empresas con presupuesto bajo de I+D ha introducido innovaciones de productos, pero esa cifra supera el 80 por ciento en el grupo de empresas con gran intensidad en I+D.

Podemos identificar tendencias similares si utilizamos como indicador la intensidad en personal de I+D: una baja intensidad en personal de I+D se asocia con una menor actividad innovadora, mientras que las empresas con intensidad media y alta en personal de I+D son más activas en lo que se refiere a innovaciones de productos y de procesos. Las diferencias se hacen más obvias cuando se trata de innovaciones que son nuevas en el mercado. Aquí la proporción de empresas no innovadoras entre las menos intensivas en I+D es aproximadamente el doble que entre las empresas con mayor intensidad en I+D. Tan sólo alrededor del 30 por ciento de las empresas con baja intensidad en I+D introdujo nuevos productos en el mercado, mientras que la proporción entre las empresas con alta intensidad en I+D fue alrededor del 60 por ciento. De nuevo, obtenemos resultados similares si utilizamos como indicador la intensidad en personal de I+D. En resumen, podemos sostener que el comportamiento de las empresas en cuanto a actividades de innovación está muy influido por sus inversiones en I+D y por la proporción de personal dedicado a la I+D en su plantilla.

Tabla 2. Introducción de innovaciones en funciónde la intensidad en I +D (%)

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A menudo se sostiene que las empresas no instalan capacidad de I+D con el objetivo de crear su propio conocimiento, sino para ser capaces de utilizar el conocimiento externo. Sin esta capacidad de absorción, las empresas no serían capaces de beneficiarse del conocimiento externo (Cohen y Levinthal, 1990). Según este punto de vista, las actividades de innovación de las empresas dependen mucho de si tienen acceso al conocimiento externo y de si se hallan integradas en los flujos de conocimiento entre los diferentes tipos de productores de conocimiento: empresas y organizaciones de apoyo, incluidas las universidades.

Se ha sostenido que las empresas no instalan capacidad de I+D con el objetivo de crear su propio conocimiento, sino para ser capaces de utilizar el conocimiento externo. Así, las inversiones en innovación de las empresas dependen mucho de si tienen acceso al conocimiento externo

De las empresas que prácticamente no cooperan en absoluto con otras empresas, alrededor de una de cada tres no introdujo ningún tipo de innovación - ni un nuevo producto ni un nuevo proceso - durante el trienio (1993-1996). En el grupo de empresas que cooperan intensamente con otras, sólo un 12 por ciento no innovó durante ese periodo, mientras que una de cada dos empresas en ese grupo se puede describir como muy innovadora, con innovaciones de productos y de procesos a la vez. Si examinamos solamente las innovaciones que son nuevas para el mercado, la tendencia persiste pero, por supuesto, la proporción de las empresas que no son innovadoras se incrementa en ambos grupos. Estas cifras también nos muestran que la cooperación entre empresas es más importante cuando se trata de mejoras graduales, que son nuevas para las empresas, que cuando se trata de innovaciones que son nuevas para el mercado.

Nuestros resultados muestran que la cooperación intensa con organizaciones de apoyo produce un alto nivel de innovación. Incluso si empleamos un concepto de innovación más restrictivo, incluyendo sólo las innovaciones que son nuevas para el mercado, aún se puede identificar la misma tendencia

La tendencia general de que la cooperación apoya las actividades de innovación también es cierta cuando examinamos la cooperación que mantienen las empresas con las organizaciones de apoyo. La proporción de empresas que no han introducido nuevos productos ni nuevos procesos es mayor entre las empresas con escasa cooperación (28%). Por otra parte, la cooperación intensiva con organizaciones de apoyo produce un alto nivel de innovación (56%), caracterizado por la introducción simultánea de nuevos productos y nuevos procesos. Si empleamos un concepto de innovación más restringido, considerando sólo las innovaciones que son nuevas para el mercado, podemos identificar la misma tendencia.

No es sorprendente que el argumento que sostiene que la cooperación conduce a una mayor capacidad de innovación, también sea válido cuando nos referimos a la cooperación con las universidades. Sólo el 6 por ciento de las empresas que cooperan intensamente con las universidades no ha introducido ninguna innovación durante los tres últimos años. Por otra parte, entre las empresas que no cooperan, se encuentra la mayor proporción de empresas no innovadoras (26%). Las empresas que han introducido al mismo tiempo nuevos productos y nuevos procesos generalmente mantienen contacto o incluso una cooperación muy estrecha con las universidades. De nuevo podemos observar esta misma tendencia cuando examinamos los procesos y los productos que son nuevos para el mercado.

Tabla 3. Intensidad de cooperación en función de las innovaciones nuevas para la empresa y nuevas para el mercado (%)

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A continuación, examinaremos la relación entre la capacidad innovadora de las empresas y la evolución de su cifra de negocios y de su empleo. En general, nuestros resultados sugieren que las empresas más innovadoras son también las más dinámicas. La proporción de empresas que crecen con más rapidez es mayor entre aquéllas que han introducido innovaciones de productos y de procesos (43%), mientras que entre las empresas no innovadoras este porcentaje es sólo del 21 por ciento. Por otra parte, el 50 por ciento de todas las empresas que no han introducido ningún tipo de innovación, ha reducido su empleo; esta proporción es del 30 por ciento entre las empresas muy dinámicas que han introducido innovaciones tanto de productos como de procesos.

Tabla 4. Aumento de la cifra de ventas y del empleo 1990-1995, como consecuencia de la introducciónde innovaciones (%)

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Nuestros resultados empíricos sugieren que las empresas que consiguen transformar sus propios conocimientos así como los externos en nuevas innovaciones, también logran mejorar su cifra de ventas y aumentar el empleo

Según lo arriba expuesto, debido al potente efecto del ciclo económico en el periodo en cuestión, podemos esperar que no haya relaciones estadísticamente significativas entre el gasto en I+D de las empresas y el desarrollo del empleo. Nuestros resultados empíricos confirman esto y, por tanto, no podemos comprobar esta relación de un modo directo y significativo. Sin embargo, podemos asumir que las empresas que consiguen transformar sus propios conocimientos, así como los externos, en nuevas innovaciones, también logran mejorar su cifra de ventas y aumentar el empleo.

Conclusión

En lo referente a nuestra principal pregunta de si el aumento de la financiación pública de la I+D logrará elevar la competitividad y el empleo, la clave se halla en orientar el gasto en I+D: si los fondos se asignan mal, la contribución de la I+D al crecimiento y al empleo será probablemente despreciable. Por lo tanto, los responsables políticos han de averiguar dónde es más eficiente colocar las inversiones en I+D y cómo mejorar las condiciones para obtener calidad en la investigación financiada con dinero público.

Nuestros resultados a nivel micro sugieren que la política de innovación debería facilitar la incorporación de los resultados de la I+D financiada con fondos públicos a los procesos de innovación de las empresas. Sin duda, las empresas rara vez innovan en un aislamiento total; las empresas que están conectadas con los flujos de conocimiento entre organizaciones tienen más probabilidad de innovar que las que no cooperan con otros productores de conocimiento. Además, las empresas que cooperan tienen que invertir en I+D para desarrollar su capacidad de absorción. Podemos concluir que una función de la política de innovación consiste en facilitar la creación de redes (Schienstock y Hämäläinen 2001), a fin de reunir a las empresas que posean conocimientos complementarios con otros productores de conocimiento, incluyendo en especial a las universidades. La innovación organizativa y la estimulación de redes innovadoras pueden reforzar el impacto de las políticas de fortalecimiento del empleo.

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