Introducción. Una reflexión ininterrumpida

AutorRosa María Rodríguez Magda
Páginas9-45
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Introducción.
Una reflexión ininterrumpida
ROSA MARÍA RODRÍGUEZ MAGDA
La publicación en 1979 del libro de Jean François Lyotard La condition postmo-
derne representó una verdadera inflexión terminológica, al poner en circulación
una denominación, que, si bien había sido utilizada con anterioridad en otros
contextos,1 se difundía ahora en un medio adecuado —el mundo cultural francés
exportable y exportado a EE.UU.—, y condensaba una percepción que venía ha-
ciéndose evidente desde tiempo atrás: la crisis de la Modernidad. Mucho se ha
hablado de tal debate, las posturas enfrentadas, su vigencia o superación, para que
no sea necesario repetirlos aquí.2 Al utilizar ahora el título La condición transmo-
derna,3 como guiño intertextual, quiero rendir homenaje a la lucidez de Lyotard,
a la vez que deseo, en ese constante reto que consiste en pergeñar una ontología
del presente, pensar a la altura de los tiempos, unos tiempos que ya no son los que
emergían al comienzo de los ochenta del pasado siglo, sino que han aportado
cambios relevantes en la epistemología, las tecnologías de la comunicación, la
sociología y la geopolítica. Cambios que nos exigen pensar desde un nuevo para-
digma: la Transmodernidad.
La Transmodernidad no es una meta, ni una utopía salvífica, sino la descrip-
ción de la situación en que nos hallamos, un punto de no retorno ante nuestras
antiguas certezas, pero también una asfixia que pugna por salir de la banalidad.
Tiene pues una dimensión descriptiva, cuya constatación no hemos elegido, de
análisis de los fenómenos sociales, gnoseológicos, vivenciales, una exigencia de
conocimiento, pero además: un anhelo de ir más allá en la superación de los lími-
tes que hoy nos atrapan.
El prefijo trans busca evidenciar no únicamente esa vertiente dinámica de
transformación, sino postular una transcendencia necesaria de la crisis de la Mo-
dernidad; recuperar, incorporando las críticas postmodernas, lo que constituye-
1. La primera constancia que se tiene del término es en 1934, empleado por Federico de Onís para caracterizar la
reacción frente al experimentalismo de la poesía modernista y vanguardista, en especial de Rubén Darío, el mayor
representante del modernismo literario.
2. Remito a mis libros La sonrisa de Saturno y Transm ode rn ida d, especialmente cap. I, y de forma más sintética a mi
artículo «Transmodernidad: un nuevo paradigma», que puede encontrarse reproducido páginas más adelante.
3. Quiero hacer mención a mi deuda con dicho título que en italiano La condizione transmoderna. Tecnologia,
sapere, arte, fue utilizado por Santi Bargallo en el libro colectivo editado por Aracne, Roma, 2010, y que partía de
mis trabajos sobre Transmodernidad.
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ron sus retos éticos y políticos inexcusables (racionalidad, emancipación, justicia,
libertad...), cuya deconstrucción y problematicidad asumida no los convierte en
modo alguno en material de desecho. La glo balización, com o nuevo Gran Hech o,
debería posibilitarnos una mirada transcultural que abandonara las ópticas hege-
mónicas excluyentes, lo cual no implica relativismo cultural ni revanchismo étni-
co, sino constatación de las hibridaciones heterogéneas, disonantes o confluyen-
tes, en un constante reto por transgredir las clausuras homogeneizadoras.
El modelo transmoderno busca superar las limitaciones y falta de perspectiva
del modernismo y postmodernismo como corrientes de una determinada cultu-
ra concreta que, no obstante, en su pretensión de universalidad, no reconocía este
carácter situado. La transmodernidad asume diversas modernidades, premoder-
nidades y postmodernidades, que coexisten, forzadas a una contemporaneidad
no historicista ni lineal, y ello no es la solución de pasadas carencias, sino un dato
constatable. Sin embargo hablamos, principalmente, de las transformaciones pun-
teras en el llamado primer mundo, no desde una legitimación moral ni gnoseoló-
gica, sino en la lúcida constatación de que éstas condicionan la vida de todos,
incluso las de los aparentemente excluidos. Debemos estar dispuestos a revisar
los conceptos normativos, supuestamente neutros, y sin embargo sesgados, en los
que se ha construido nuestra tradición, pero también a denunciar las engañifas
de nuevas pseudo-utopías retrógradas. Una no puede sino hablar desde el lugar
en el que está —primero debe asegurarse de que está donde cree estar y no es una
mera propagandista asimilada. La mía es una situación periférica dentro de la
cultura europea, que en cierta medida empieza a ser globalmente periférica. No
obstante me inscribo dentro de la tradición occidental, a pesar de ciertos desajus-
tes o lejanías con los actuales centros hegemónicos de producción del saber, in-
cluyendo una inadecuación más radical, el hecho de ser mujer y emitir discursos,
pues en la filosofía, nosotras las mujeres, aún estamos consolidando nuestra legi-
timidad. No reclamo a mi pensamiento situado más universalidad que la que mi
tradición me otorga, pero tampoco menos, ella ha conformado durante siglos el
sistema-mundo de referencia, y en cuanto que esa herencia sigue siendo un mar-
co global, configura los parámetros a partir de los cuales o contra los cuales defi-
nirnos. Queda mucho mundo fuera de mi experiencia y mi perspectiva, pero no
puedo pretender hablar por otros. Ojalá el futuro que nos espera otorgue medios
de difusión y legitimidad a los discursos hoy invisivilizados, sin embargo un vo-
luntarismo utópico no los hará más presentes. La transmodernidad como nuevo
paradigma es consciente, repito, de las limitaciones de una modernidad y una
postmodernidad fundamentalmente eurocéntricas y norteamericanocéntricas, no
obstante es a partir de esa misma constatación que podemos realizar una descrip-
ción de la globalidad. Observo y describo, como no puede ser de otra manera,
desde mi posición situada, pero ajustando la lente crítica de forma micro y ma-
croscópica, intentando lograr una telescopía multifocal y revisable. Quizás empe-
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zamos a tener los recursos para que la suma cada vez mayor de visiones situadas
nos ofrezcan una panorámica más completa.
Independientemente de la aceptación o no del término, considero que es ne-
cesario pensar bajo otro paradigma. Esta es una tarea en la que se requiere sumar
esfuerzos, para delinear los trazos de los nuevos modelos, pertrecharnos de uten-
silios conceptuales, trazar rutas a través de las cuales acercarnos a ese conjunto de
complejidad-dispersión que es el presente, esa dinámica de estratos, planos, re-
des, fugas, pliegues, diseminaciones, heterogeneidad...
Por ello, he deseado que esta plataforma que la Revista Anthropos me ha ofre-
cido, fuera una espoleta para explorar nuevos espacios; he tratado de reunir a
diversos ensayistas, partícipes en alguna medida de lo anteriormente dicho, a los
cuales se les ha invitado a asumir el reto de pergeñar cuáles serían las líneas del
nuevo paradigma gnoseológico, ético, estético... necesario para entender nuestra
contemporaneidad, y ello aplicado a su ámbito específico de estudio.
El término «transmodernidad» siempre lo he pretendido como un espacio
abierto, de discusión, que pudiera asumir desarrollos simultáneos. Y en este sen-
tido, en cuanto que los colaboradores en este número son pensadores con un
bagaje y una trayectoria propios, aportan toda la riqueza de la polisemia que se-
ñala caminos plurales de reflexión.
En primer lugar, reproducimos aquí el artículo «Transmodernidad, un nuevo
paradigma», que sirvió de pórtico al primer número de la revista Transm od ern it y :
Journal of Peri pheral Cultural Production of the Lu so-Hispanic World, ed itad o por
la University of California (Merced).4 Quiero agradecer a sus directores: Ignacio
López-Calvo y Cristián H. Ricci, que hayan decidido servirse de mi concepto para
dar título a esta revista de reflexión internacional. Dado que en ella se me pedía
una recapitulación de la génesis del mismo y una visión general, me parece un
buen acercamiento pues sintetiza la introducción y el primer capítulo de mi libro
Trans mod er nid ad (2004), revisado a fecha de 2011, pero anclado en la cosmovi-
sión anterior a la crisis que hoy nos envuelve.
Una vez releído el anterior artículo, y concluido el texto que he redactado para
este monográfico, he sentido una desazón al preguntarme «¿Desde dónde habla-
mos?», ¿para quién?, ¿con qué pretensiones? Las páginas que, con ese título, si-
guen, pretenden dar respuesta a ello.
Finalmente mi texto «Transmodernidad, work in progress», escrito para el
presente número de la Revista Anthropos, constituye el actual estado de mi re-
flexión, con sus inquietudes, incertidumbres y nuevos horizontes de investiga-
ción. Intentando asumir de manera más radical la irrupción de la inestabilidad
geopolítica y la crisis económica mundial, responder a la pregunta ¿estamos to-
davía en una cultura transmoderna y cómo ha evolucionado ésta?, profundizan-
4. http://www.escholarship.org/uc/search?entity=ssha_transmodernity;volume=1;issue=1
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