Introducción al pensamiento de Alessandro Passerin d'Entrèves

AutorRoger Campione
CargoUniversidad de Oviedo
Páginas787-802

Page 787

1. La formación y los primeros intereses histórico-políticos

Contextualizar la obra de un pensador es un principio metodológico de la máxima importancia. Tal como ha observado Petrone, «quien quiera conocer el estado de la Filosofía del Derecho, en un lugar determinado, en una época determinada, tiene que considerar dos cosas: el estado de la filosofía universal, en el mismo sitio y en la misma época, y el estado de la misma Filosofía del Derecho en la época inmediatamente anterior a la que se examina».

La filosofía que había dominado la segunda mitad de 1800 era el positivismo; sin embargo, entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, los principios positivistas entraron en crisis. Además, a diferencia de lo que ocurrió en otros países como Francia e Inglaterra, en Italia el positivismo no se había impuesto de forma completa e incontrovertible, ya que en la tradición filosófica italiana permanecían señas importantes que se conectaban al pensamiento viquiano y al idealismo hegeliano, sin por eso negar totalmente las exigencias concretas del positivismo.

En el ámbito de la filosofía jurídica, un fuerte movimiento de reacción contra el positivismo y de reivindicación idealista del derecho -ya anunciado dentro de la misma «escuela positiva» con el llamamiento a la exigenciaPage 788 crítica hecho por Icilio Vanni- encontraba un primer y fundamental impulso en la obra de Petrone. Quien desarrollaría sistemáticamente esta nueva dirección sería Giorgio Del Vecchio, a quien se debe en Italia la verdadera fundación de la reflexión crítica sobre el Derecho en la primera década del siglo XX. Kantianamente, Del Vecchio distinguía entre la forma y el contenido del Derecho. Sin embargo, a través de la distinción, típicamente neo-kantiana, entre concepto e idea, llegaba a definir no lo jurídico sino lo justo; más que la exigencia lógica, quería satisfacer la deontológica; asimismo, pasaba de la indagación crítica a un claro ¡usnaturalismo. En la segunda década esta postura recibía la renovada aportación del pensamiento católico tradicional que, ya con las exhortaciones pontificias fmiseculares, invitaba al redescubrimiento de la doctrina tomista. Desde entonces vamos a asistir a un enfrentamiento entre esta nueva corriente, la neoesco-lástica, y la filosofía más vigorosa de aquel periodo, la neoidealista. En este clima cultural se forma un joven Passerin que, nacido en Torino el 26 de abril de 1902 en una antigua familia del Valle d'Aosta, consigue la licenciatura en Derecho en la misma ciudad en 1922, cuando tan solo tenía veinte años. La primera experiencia fundamental durante su formación es, sin duda, el encuentro con Piero Gobetti, su coetáneo y compañero de Universidad. En la revista fundada por este último, «La Rivoluzione Liberale», el joven Alessandro da los primeros pasos como escritor. Aunque se aleje pronto de la crítica militante, la figura de Gobetti deja una marca imborrable en el autor valdostano. Sobre todo le reconoce el incomparable mérito de haber sido el primero en descubrir el verdadero significado del fascismo; de haberlo desenmascarado no como una explosión súbita sino como un mal profundo que desde hacía mucho tiempo corroía la vida del país, y que no era posible liquidar con los simples juegos parlamentarios. En el convencimiento de Gobetti, para luchar contra el fascismo existía sólo una vía: la oposición categórica y la intransigencia moral. Y es Piero Gobetti el que en 1924 publica la tesis de licenciatura sobre la Filosofía del Derecho de Hegel, tesis que Passerin d'Entréves escribe bajo la dirección del profesor Gioele Solar¡. Sin embargo, la relación con Hegel habría terminado incluso antes de que comenzara, ya que aquellos años de intensas lecturas hegelianas y posthegelianas tuvieron en él el efecto de provocar un creciente rechazo, que se convertiría posteriormente en una verdadera aversión hacia esa manera de entender la filosofía. En este período, cuando nace el interés especulativo que caracterizará toda la producción científica de Passerin, pasa por el Balliol College de Oxford, donde el filósofo valdostano llegará en 1926 gracias a una beca obtenida por uno de sus maestros, Luigi Einaudi. El encuentro con A. J. Carlyle, su tutor en aquellos primeros años de estancia en Inglaterra, estimula en el joven estudiante la fecunda pasión por la doctrina política medieval y por la historia del pensamiento político inglés. De hecho es la lectura de los textos teóricos-políticos medievales la que despierta en el joven Passerin el interés por estos temas: la justificación de la obediencia, la legitimación de la autoridad y, en general, la indagación sobre las teorías globales del Estado. Especial atención reservaría alPage 789 pensamiento político de Santo Tomás de Aquino, filósofo sumo del que adquiere la vocación científica de interrogarse sobre el valor general de la vida política. El redescubrimiento de la filosofía aristotélica y su renovación en la sociedad medieval constituyen, según Passerin, uno de los más importantes aspectos de la doctrina del Aquinate. Ésta se manifiesta en una gran obra de reconciliación entre el pensamiento clásico y la tradición cristiana, síntesis que, junto al reconocimiento de un orden natural de valores racionales y éticos que puede justificar por sí mismo la experiencia política, representa el punto focal de toda ética tomista. Esta concepción clásica del valor del Estado, junto a la doctrina del Derecho natural entendido como expresión de la razón humana como presupuesto necesario para la plena realización del ideal cristiano, viene reconocida por d'Entréves también en el pensamiento político de Dante Alighieri, tan intensamente influenciado por el modelo de la «buena ciudad», único lugar en el que un hombre podía ser al mismo tiempo un buen ciudadano y un buen cristiano. Es ese el sentido de las palabras que el poeta florentino hace pronunciar a Cacciaguida en el canto xv del Paraíso:

A cosí riposato, a cosí bello viver di cittadini, a cosí fida cittadinan-za, a cosí dolce ostello, Maria mi die', chiamata in alte grida; e ne fantico vostro Batisteo insieme fui cristiano e Cacciaguida

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Todo eso, más allá de la perspectiva histórico-política, testimonia también la importancia del tema ético-religioso en la reflexión de Passerin, sobre todo si lo conectamos con su otro interés historiográfico fundamen tal, el pensamiento político inglés moderno y contemporáneo. De hecho, los cambios religiosos y las vicisitudes políticas de la Inglaterra del siglo XVI, marcan -en la opinión de Passerin- la instauración del Estado moderno aun antes de que aparezcan las grandes doctrinas del siglo XVIII. La figura central para entender claramente las instancias teóricas de este agitado período es -según él- la de Hooker, pensador dotado «de aquel buen sentido y de aquella moderación que le ha valido el epíteto de juicioso», y que, intentando superar críticamente los problemas puestos en el campo del Derecho por la rigurosa concepción puritana que entiende el poder político como directa derivación divina, redescubre la tradicional visión tomista en la que razón y revelación no están contrapuestas sino armonizadas jerárquicamente. Llega a eso alimentando tal concepción con la defensa de un principio de razón y libertad humana que, reconectándose a la especulación medieval, y al mismo tiempo cimentando el racionalismo moderno, no es nada más que el Derecho natural.

2. Las razones del derecho natural

A la vuelta de Inglaterra Passerin obtiene, en 1929, su primer puesto como profesor agregado de Historia de las Doctrinas Políticas. Desde 1935 enseña como catedrático en las Universidades de Messina, Pavia yPage 790 Torino hasta que, al finalizar la segunda Guerra Mundial, le llaman para cubrir la prestigiosa cátedra de «Estudios Italianos» en la Universidad de Oxford. Allí se quedará desde 1946 hasta 1957 impartiendo cursos sobre Dante, Machiavelli, Guicciardini, Manzoni, al mismo tiempo que cultiva con gran vehemencia la investigación acerca de la teoría del Derecho natural. En un volumen dedicado a este argumento, Passerin traza un cuadro de la evolución histórica del derecho natural, pero sobre todo se propone examinar las razones que aún mantienen vital tal doctrina hoy en día. En ese sentido declara su «fe metafísica», opinando que la dimensión positiva del Derecho no puede agotar la complejidad de la experiencia jurídica. Es el problema de la esencia del Derecho, y la manera para acercarse a él implica, para el iusnaturalista, el abandono de la identificación entre ley y mandato. El significado de la palabra ley debe ser ampliado, no puede reducirse solamente a la voluntad de un superior, tiene que ser un producto de la razón humana. Ya hemos visto que Passerin toma en préstamo esa postura de la visión según la cual el fundamento de las instituciones sociales y políticas hay que buscarlo en la existencia de una esfera de valores puramente naturales o, si se quiere, racionales. Sin embargo, se trata de una concepción que el autor hace remontar directamente al Derecho Romano, Derecho que, introduciendo y desarrollando una noción de la soberanía jurídica, y no filosófica, la coloca dentro de límites precisos: el príncipe «absoluto» está por encima del Derecho positivo pero por debajo del Derecho natural. También el renacimiento del Derecho natural entre el siglo XVI y el siglo XVII halla sus raíces en el vehemente rechazo de la concepción voluntarista y nominalista, mantenida por los Reformadores, convencidos como estaban de que todas las leyes morales eran emanación directa de la inescrutable omnipotencia divina. La consecuencia de estos relieves quiere ser una incitación a rehusar todas las soluciones exclusivamente empíricas, a estudiar el Derecho como parte de la...

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