Introducción

AutorCarles Ramió
Cargo del AutorCatedrático de Ciencia Política y de la Administración. Universitat Pompeu Fabra
Páginas29-44
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INTRODUCCIÓN
Carles Ramió
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración
Universitat Pompeu Fabra
1. EL ESTADO COMO PROVEEDOR DE BIENESTAR EN LA
ENCRUCIJADA
La década 2020-2030 va a ser crucial ya que todos los países del mundo
se enfrentarán a unos retos extraordinarios que van a requerir instituciones
públicas renovadas, innovadoras, eficaces, más abiertas y radicalmente demo-
cráticas. Hay tres grandes vectores de transformación y cambio: uno sustan-
tivo, otro tecnológico y, finalmente, un tercero coyuntural y autóctono:
a) Las instituciones públicas tendrán que afrontar crisis sobrevenidas e
inéditas como la de la covid-19 o el cambio climático en el marco
de la implementación de unos Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS) tan ambiciosos como ineludibles. Si deseamos que los ODS
resulten realmente relevantes para los gobiernos de nuestro sistema
administrativo deberían vincularse a los objetivos centrales de sus
políticas y programas presupuestarios que, al final, son los que con-
ducen y determinan la acción y la responsabilidad de los gobiernos.
Para ello es ineludible reinventar los diseños institucionales para
lograr organismos públicos con alta capacidad innovadora.
b) Se puede anticipar un cambio radical en los modelos y metodologías
de gestión vinculados a las tecnologías emergentes: a la Administra-
ción digital, al manejo de grandes fuentes de datos (big data) y a la
introducción en la gestión pública de la inteligencia artificial y de la
automatización de procesos mediante la robotización.
REPENSANDO LA ADMINISTRACIÓN DIGITAL Y LA INNOVACIÓN PÚBLICA
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c) El actual envejecimiento de las plantillas de empleados públicos ubica
en un punto central de la agenda institucional el proceso de renova-
ción intergeneracional y de la atracción de un nuevo talento en las
Administraciones Públicas. El problema de la inevitable pérdida de
un conocimiento institucional y aparentemente intuitivo de las reglas
formales e informales de las organizaciones públicas puede ser sobra-
damente compensado por la oportunidad de rejuvenecer las plantillas
con nuevos profesionales bien formados y totalmente digitalizados.
Este nuevo talento es el que está llamado a implantar los cambios
organizativos y de gestión necesarios por el impacto del cambio de
paradigma tecnológico.
Si durante la próxima década se atienden con solvencia estos tres retos
podremos gozar de instituciones públicas modernas, sólidas y solventes total-
mente adaptadas a las contingencias y turbulencias que van a marcar el
siglo XXI. Para que ello sea posible es imprescindible cambiar las tradicio-
nales dinámicas de modernización e innovación y cambio en las Administra-
ciones Públicas. Durante los últimos cuarenta años el proceso de transforma-
ción de la Administración Pública ha sido incremental pero muy al ralentí.
Algunos cambios motivados por la transformación tecnológica han impactado
en algunas políticas, servicios y procesos pero que no han sido capaces de
modificar ni el modelo organizativo ni el sistema de gestión de los emplea-
dos públicos. Hay, por tanto, que romper la lógica perversa de los eufemis-
mos (no afrontar de frente los problemas de fondo y limitarse a abordar los
elementos tangenciales, las imposturas (aparentemente reformarlo todo para
nunca cambiar los elementos substantivos), evitar la maldición de Sísifo con
el que se enfrentan los empleados y directivos públicos innovadores y supe-
rar el efecto Penélope al que se abona la cultura política autóctona que
consiste en concentrar los esfuerzos políticos en demoler la obra del anterior
gobierno y no en reformar y mejorar las instituciones y las políticas públicas.
Para superar estos problemas y lógicas estructurales hay que cambiar la lógica
de equilibrios y vetos perversos en manos de actores políticos con una nula
cultura institucional, a los que hay que añadir sindicatos, empleados públicos
con lógica corporativa y una judicatura que atienden casi en exclusiva al
mantenimiento de statu quo con una lógica conservadora que a fomentar o
permitir la renovación institucional necesaria en concordancia con las nuevas
demandas y necesidades sociales.
Por tanto, hay que provocar un debate profundo y radical sobre cómo
afrontar desde los gobiernos y las administraciones los retos de un mundo
de grandes aglomeraciones humanas, creciente envejecimiento poblacional,
acelerado desarrollo tecnológico, economía global y del conocimiento y nue-
vas formas de organización social. No se trata solo de cuestionar lo qué hacen

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